200 años de la Restauración de la Compañía de Jesús: Algo de historia - Junio 13, 2014

Por: Jorge Enrique Salcedo, S.J.
Junio 13, 2014
El P. Lorenzo Ricci, siendo secretario de la Compañía, fue elegido superior general el 21 de mayo de 1758 en la Congregación General XIX, por 63 votos entre 87 electores. En el informe que sobre la Compañía de Jesús había presentado a la Congregación General que lo eligió como superior general señaló los defectos de la CJ con las siguientes palabras: “…el odio de casi todas las clases, en especial de los religiosos, contra la Compañía de Jesús viene de la arrogancia de ciertos escritos nuestros, de la falta de respeto con los otros, de la jactancia en auto-alabarnos, del poco cuidado que tenemos de cultivar la humildad”.
D’Alembert, filósofo y enciclopedista francés, en sus observaciones y juicios consignados en su libro: La Caída de los Jesuitas en Francia de 1764 subrayó lo siguiente: “Los jesuitas eran tropas regulares, reclutadas y disciplinadas bajo el estandarte de la superstición. Ellos fueron la falange macedónica a la que la razón le cupo contemplar rota y destrozada. Los jansenistas no eran sino los cosacos y panduros a quienes la Razón les hará estimar en nada la obra de otro tiempo por la que ellos han luchado solos…”
Voltaire volcó su animadversión contra la CJ y contra la Iglesia en las siguientes palabras: “cuando hayamos eliminado a los jesuitas habremos dado un gran paso adelante en nuestra lucha contra esa cosa, (La Iglesia Católica) detestable”.
El Parlamento de París escribió sobre la CJ, el 6 de agosto de 1762, “…que la así llamada Compañía de Jesús, detestable orden civil, violadora de la ley natural, destructora de la religión y de la moralidad, perpetradora de la corrupción, quedaba excluida de Francia”.
El Papa Clemente XIV en el Breve de la Supresión de la CJ expresó en uno de sus números lo siguiente: “Habiendo considerado incluso que la antes mencionada Compañía de Jesús no podía ya producir los muy ubérrimos y amplísimos frutos y beneficios para los cuales había sido instituida, y por tantos de nuestros predecesores aprobada, y honrada con infinitos privilegios, sino que más bien con grandísima dificultad o de manera alguna podía ya continuar permaneciendo en pie, se restituya a la Iglesia una verdadera y duradera paz; por esto, movido por tales especialísimas causas, y por otras razones obligados, las cuales nos son dictadas tanto las leyes de la prudencia como las del buen gobierno de toda y cuanta la Iglesia… extinguimos y suprimimos la ya mencionada Compañía”. (Tomado del Breve Dominus ac Redemptor n. 25)
Una vez suprimida la CJ en el mundo católico, Catalina II emperatriz de Rusia envió una carta al Papa Pío VI en la que muestra la benevolencia por los jesuitas quienes continuaron presentes en su territorio: “Se que Vuestra Santidad se halla sumamente embarazado, pero el temor se aviene mal con vuestro carácter…los motivos por los que concedo mi protección a los jesuitas se fundan en la razón y en la justicia, y en la esperanza de que serán útiles a mis Estados. Esa corporación de hombres pacíficos e inocentes vivirá en mi imperio, porque, de todas las órdenes católicas, es la más apta para instruir a mis súbditos e inspirarles sentimientos de humanidad, y los verdaderos principios de la Religión cristiana. Estoy decidida a sostener a esos sacerdotes contra cualquier potencia, sea cual fuere; y en esto no hago más que cumplir con mi deber, puesto que soy su soberana, y los considero como súbditos fieles, provechosos e inocentes. Quién sabe si la Providencia querrá hacer de esos hombres los instrumentos de la unión tan largo tiempo deseada entre la Iglesia griega y romana”.