Luis Orlando Pérez Jiménez, S.J.: “Mi forma de traducir el Evangelio hoy es a través de la promoción y defensa de los derechos humanos”

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Por: Luz Mery Cortés L.
Noviembre 29, 2017

El pasado sábado, Dios le concedió la gracia de ordenarse como diácono en ceremonia presidida por monseñor Juan Vicente Córdoba, S.J., obispo de la Diócesis de Fontibón, en la iglesia de San Ignacio de Bogotá.

Luis Orlando -quien hace su apostolado en el Banco de Datos de Derechos Humanos y Violencia Política del Cinep/PPP- se define como una persona optimista, alegre, a la que le gusta estar centrado en la realidad. En sus ratos libres disfruta del teatro, el cine y la música. Y dice con voz firme: “Me disgusta la mentira y no tolero la hipocresía”.

Nacido en la ciudad colonial de Celaya, estado de Guanajuato, México, el nuevo diácono afirma que su vocación nació en una experiencia de Ejercicios Espirituales. “Yo estaba terminando mi licenciatura en derecho en la Universidad Iberoamericana plantel León, la universidad jesuita del Bajío, y empezaron unos cuestionamientos sobre el sentido de la vida. Creo que lo que más me sacudió de esta experiencia, fue la pregunta que Ignacio de Loyola le propone al ejercitante: ¿Qué te gustaría contar que hiciste con tu existencia?”, indica.

Luis Orlando -a sus 21 años de edad- se hizo consciente de que estaba de paso por la vida e inició un camino de búsqueda, se preguntaba, dónde podía amar más, dónde podía ser más pleno y autentico. “La Compañía de Jesús me propuso iniciar un proceso de prenoviciado y me envió al Comité de Derechos Humanos de Tabasco (CODEHUTAB), en el sureste mexicano, con el fin de acompañar una zona campesina que produce plátano y cacao -y que hace parte de una parroquia jesuita- que estaba afectada por derrames tóxicos provocados por una empresa transnacional que los tiraba en las tierras de los campesinos”, explica.

Profundizó el camino religioso cuando fue enviado a documentar la migración de centroamericanos hacia México que también hacía el CODEHUTAB. “Durante la experiencia sentí un llamado muy fuerte cuando vi el rostro de Cristo en todas esas personas escondidas y asustadas tratando de cruzar a el país en condiciones de miseria y exclusión. Y pensé Ahí puedo hacer mucho. Si hay gente viviendo así, vale la pena aportar algo por cambiar esa realidad”, concluye Luis Orlando.