1 de febrero: Jueves de Oración por las Vocaciones

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Por: Vocaciones Jesuitas Colombia
Enero 31, 2018

"Queridos amigos en el Señor, en esta entrega para orar por las vocaciones de los que ya estamos en la Compañía y para suplicar nuevas para la Iglesia y nuestra Orden, concluimos con el documento: “Promover las vocaciones a la vida consagrada, prioridad pastoral inaplazable”; escrito por Monseñor Juan María Uriarte. Que este texto nos aliente a cultivar nuestro ministerio vocacional para bien de la Iglesia y de la Compañía de Jesús."

"PARA NUESTRA REFLEXIÓN Y RENOVACIÓN

Habiendo leído el primer y segundo capítulo, miremos ahora qué actitudes y tareas podemos asumir todos en un trabajo de promoción vocacional sin que nos confiemos exclusivamente en el equipo que para ello ha destinado el padre Provincial

IV. UNA LECCIÓN QUE ES PRECISO APRENDER

Al llegar a este momento de nuestra reflexión surge un interrogante muy vivo que no debemos soslayar: en medio del invierno vocacional de Europa occidental existen algunos espacios eclesiales en los que surgen vocaciones relativamente numerosas. Nuestra reacción espontánea suele ser casi siempre cerradamente crítica ante las propuestas vocacionales que se formulan frecuentemente en tales espacios. Solemos objetar que condicionan en exceso a los jóvenes, los aíslan, crean generaciones “a la contra”, adscriben a muchachos y muchachas extraños y poco equilibrados… ¿Es esto así? ¿Es esto todo?

Es más que posible que la crítica recién formulada tenga un cierto fundamento en la praxis de algunos grupos. Pero no es la crítica de su pedagogía pastoral, sino nuestra propia mirada autocrítica la que puede resultarnos saludable. Podría suceder que estas praxis desenfocadas cultiven a su manera algunos aspectos que nosotros estemos descuidando en nuestra pastoral. Veámoslo con algún detenimiento.

1.- La iniciación de los adolescentes y jóvenes a la oración

No me refiero a experiencias de intimismo emotivo y compartido en las que se crea una fuerte conciencia de “sentirse bien” unos junto a otros, tan propio de la adolescencia. Ni a sesiones exageradamente intensas, extensas, prematuras, que constituyen una pésima pedagogía para preparar la oración adulta y sostenida del mañana. Ni siquiera a prácticas oracionales adecuadas y bien preparadas. Me refiero a la iniciación a una oración individual y comunitaria en la que el Dios que simplemente me atrae se vaya convirtiendo en el Dios que atrae e interpela.

Enseñar a orar a los jóvenes cristianos desde muy temprano es elemental y sustancial para suscitar y sostener itinerarios vocacionales. Ayudarles a introducir la oración diaria o frecuente en su proyecto personal de vida me parece capital. Iniciarlos mediante una cuidada lectura creyente de textos vocacionales tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento brindándoles unos comentarios y cuestionarios adaptados que les ayuden a leerlos en primera persona, me parece una manera excelente de “provocar” la llamada del Señor. Tengo experiencia personal bastante amplia que avala esta apreciación.

2.- La práctica de un verdadero acompañamiento espiritual

La “dirección espiritual” es otra práctica que privilegian los grupos que tienen vocaciones, a veces con tintes autoritarios y moralistas. Pero un acompañamiento espiritual respetuoso de la libertad del acompañado, consciente de su papel facilitador de la relación directa “del mismo Señor y Creador que se comunica a su ánimo devoto, abrazándolo en su amor” (Ejercicios Espirituales 15), ungido de proximidad y de sinceridad tiene mucho que ver con los itinerarios vocacionales. Porque si Dios tiene un proyecto concreto acerca de mi persona, será necesario conocerlo y asumirlo no mediante un autoanálisis solipsista, sino a través de la mediación humana del acompañamiento espiritual. El Señor no habla generalmente a través de signos evidentes y fulgurantes. Tampoco su llamada es tan enigmática que no se pueda descifrar. En ese claroscuro se sitúa la praxis del discernimiento. Acompañados por el consejero o la consejera espiritual el muchacho o la muchacha, todavía poco avezados a poner nombre a lo que sienten o perciben, van leyendo los signos que Jesús les emite e identificando su concreta vocación. “Es necesario redescubrir la gran tradición del acompañamiento espiritual que ha dado siempre tantos y tan preciosos frutos en la vida de la Iglesia” (PDV 40)

Es preciso que este acompañamiento sea amplio en extensión. No ha de reducirse al aspecto vocacional, sino prolongarse a todos las dimensiones importantes de la vida del acompañado. La vocación se despliega en el contexto de la existencia biológica, mental, sexual, social, moral, religiosa, eclesial. Condiciona estos aspectos y es condicionada por ellos. Es necesario que quien acompaña los conozca para ayudarle a crecer bien y discernir mejor.

El acompañamiento ha de tener además profundidad. Es necesario que lleguemos hasta las motivaciones más o menos patentes y latentes de una inclinación vocacional. Debajo de dicha inclinación puede subyacer lo más noble y lo menos noble. Puede esconderse el afán de protagonismo desmedido, el espíritu de “soñador incurable”, el temor a la intemperie de la vida civil, la baja autoestima, el sentimiento exagerado de culpabilidad, el miedo a la mujer o al varón, la incomodidad ante el propio cuerpo, la homosexualidad latente o disimulada. En un genuino diálogo de acompañamiento suelen emerger, a veces indirectamente, estos motivos. Habremos de discernir con él o ella si son determinantes o concomitantes de la inclinación vocacional. En este último caso habrá que proceder a una purificación de dichas motivaciones. Habrá que suscitar y cultivar otras motivaciones de cuño evangélico.

3.- La conciencia de pertenencia al grupo

Los grupos que atraen bastantes vocaciones consagradas suelen ser muy definidos. Saben lo que son. No son colectivos de imprecisos ni de indecisos. Sus precisiones son frecuentemente excesivas y sus decisiones prematuras. Pero nos enseñan que un grupo cristiano, por juvenil que sea, ha de tener un cierto nivel de definición. A bastantes de los nuestros les falta ese nivel.

Suele existir en estas agrupaciones una “mística de grupo” cuyos componentes son una alta valoración de su comunidad, una gran dependencia y veneración de sus líderes y unos lazos de pertenencia y fidelidad muy definidos.

Nuestros grupos son muchas veces, bastante bajos en temperatura grupal. Sin favorecer el intimismo, debemos promover la intimidad. Sin crear dependencias de la comunidad, hemos de cultivar su cohesión interna y externa. Es preciso que estos grupos vayan ganando progresivamente identidad. Para lograrlo, han de tener unos objetivos definidos y definidamente cristianos.

Estos grupos juveniles no deben aislar a sus miembros de la relación con otros jóvenes. No han de mermar, sino en todo caso podar, su sentimiento de pertenencia a la generación juvenil. Pero deben ser suficientemente fuertes como para neutralizar las influencias negativas que les provengan de dichas relaciones. Si el grupo es específicamente vocacional, no ha de ser su único grupo de pertenencia. Así se evita el “tufo de sacristía” y el aire de “plantas de invernadero” que despiden algunos grupos vocacionales.

4.- La radicalidad de la propuesta

Los grupos hoy vocacionalmente fecundos suelen proponerse metas altas y a veces precipitadas. En ellos se utiliza con frecuencia como metodología formativa una cierta “terapia de choque”. Resaltan los elementos de contraste y oposición de su proyecto con respecto a los modelos juveniles imperantes. Despiertan la inclinación a separarse y refugiarse en el grupo propio. Se crea en estas comunidades la conciencia de pertenencia a un grupo selecto y puro, libre de la vulgaridad, de la superficialidad y de las esclavitudes de los jóvenes hundidos “en el mundo”: vivencia incontrolada de la sexualidad, abuso del alcohol y de las drogas, indiferencia religiosa, hedonismo.

No me parece sana una educación individual y colectiva que les aísle tanto ni que subraye con acentos tan fuertes su contraste y oposición respecto del mundo y de su mundo juvenil, que es más variado de lo que ellos se imaginan. Pero tampoco me parece indicada aquella pedagogía que no cultiva la contradicción del cristiano respecto de determinadas actitudes, comportamientos y modos de vida inhumanos, insolidarios, irreflexivos, irresponsables y hedonistas. Es preciso contestar. Pero desde la comunión que comporta sentido de pertenencia y amor.

Tampoco tendrá cuño cristiano un grupo que no se plantea metas altas y exigentes. Si rebajamos el Evangelio lo volvemos inatractivo para los jóvenes más sensibles a él. Con todo, las metas altas reclaman una gradualidad que evite madureces precipitadas y abandonos por desistimiento o impotencia.

Hasta aquí llega mi reflexión. Soy consciente de que es fragmentaria. He dejado deliberadamente en el telar principios, criterios, modelos, pedagogías que son constitutivos de una pastoral vocacional bien orientada. Vuestra formación y experiencia y las aportaciones de quienes ayer y anteayer me precedieron colmarán las lagunas de mi aportación. Me sentiré dichoso si algo de lo que los he expuesto constituye un modesto rayo de luz y ofrece un suplemento de aliento para vuestra delicada misión.

ORACIÓN DE LOS FIELES

Llenos de alegría y gozo por sentirnos llamados a la gran misión de anunciar la Buena nueva a todos los seres humanos, dirijamos al Padre nuestra oración confiada.

- Para que los pueblos y naciones luchen por los valores del Evangelio, que traen la paz, la justicia y verdadera libertad, roguemos al Señor. Te rogamos, óyenos.

- Para que los sacerdotes y consagrados anuncien con ilusión el Evangelio de Jesús en el mundo, roguemos al Señor. Te rogamos, óyenos.

- Para que siempre haya corazones jóvenes que estén dispuestos a seguir la llamada de Dios y dedicar su vida, como Jesús, los profetas y los apóstoles, al servicio de sus hermanos los seres humanos, siendo testigos de esperanza, roguemos al Señor. Te rogamos, óyenos.

- Para que los hogares cristianos se sientan testigos del Evangelio y fomenten la vocación cristiana de sus hijos e hijas, roguemos al Señor. Te rogamos, óyenos.

- Para que todas nuestras obras se comprometan a ser comunidades evangelizadoras y siembren la llamada de Cristo entre sus miembros, roguemos al Señor. Te rogamos, óyenos.

- Para que proliferen las vocaciones a la Compañía de Jesús en todo el mundo y nosotros seamos responsables de anunciar a Jesucristo y animemos a quienes deciden consagrarse al servicio del Evangelio, roguemos al Señor. Te rogamos, óyenos.

- Para que todos nosotros seamos verdadera sal de la tierra y luz del mundo, y no nos quedemos a medias, en la desconfianza, en la inseguridad, en el conformismo, en el agua turbia, roguemos al Señor. Te rogamos, óyenos.

Señor, que has sembrado la esperanza en tu pueblo, concede generosidad y fidelidad a los que llamas a ser hermanos entre los hermanos y testigos de ti, que eres nuestra esperanza, para que al responder al amor de tu gracia, colaboremos para que venga y crezca el reino de tu Hijo. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.