¡Estamos en Cuaresma!
Por: José Leonardo Rincón, S.J.
Febrero 23, 2018
"Me da la impresión de que cada vez menos nos afecta el que haya llegado la Cuaresma. Creo que la vemos llegar como llega otro fin de semana, como una nueva rutina que sabemos que hay que vivir. No estoy tan seguro de que realmente suscite en nosotros un auténtico entusiasmo. Eso no le pasa, por supuesto, a la Navidad o al día de nuestros cumpleaños, incluso a la Semana Santa.
Creo que el dicho de que “el que peca y reza empata” debe estar asociado desde hace siglos en el ámbito cristiano a esas dos realidades humanas que temporalmente se conjugan por estos días. Las fiestas del carnaval concluyen el martes, vísperas del Miércoles de Ceniza. Como quien dice a rumbear y a pachanguear porque al otro día es a rezar y a ayunar. Con radical rigor así se vivía tan abismal cambio.
Y claro, lo que pasa es que la cuaresma nos pone en cintura. Su carácter no es propiamente festivo, sino de seria reflexión, invitación a la oración, a dar limosna y a practicar la penitencia y el ayuno. No es, pues, un programa muy atractivo que digamos. ¡Mejores propuestas nos han hecho!
El fenómeno no es exclusividad nuestra. Las grandes religiones, pero también las que no llegan a tanto, o los que son movimientos filosóficos o culturas que promueven la transformación y el cambio, sin excepción, invitan a ajustar la propia vida para que no se desborde en sus pasiones, las ordene o enderece y no se corra el riesgo de desaforarse en los tentadores placeres de la carne.
Así las cosas, gústenos o no, a todos nos llega la Cuaresma. Puede ser que no coincida estrictamente con la de las fechas señaladas en el calendario litúrgico, pero esos obligados tiempos de introspección o esos necesarios ajustes para corregir lo que no está bien, nos llegan a todos. Por ejemplo, Cuaresma la que viví yo hace poco, ocho semanas sentado en una silla de ruedas, limitado, dependiendo de otros, sin poder tener la libertad de antes. Cuaresma la que viven los ancianos y enfermos, postrados en una cama, amarrados a aparatos, tomando medicinas. Cuaresma la que le toca vivir al diabético que se muere de ganas de comerse un dulce y no puede. Cuaresma la del desempleado qué pasa meses y años y no logra un trabajo. Cuaresma la de los hermanos venezolanos que dejan su tierra, su gente y sus cosas para poder sobrevivir. Cuaresma la de los millones de desplazados que por la violencia perdieron o vieron lesionada su dignidad humana. Cuaresma la del que ahora paga con cárcel los errores cometidos… el listado sería interminable.
Entonces, este tiempo, estos 40 días que a los que somos creyentes de la fe cristiana-católica se nos presenta como tiempo para el cambio, deberíamos aprovecharlos efectivamente para al menos revisar cómo andamos, qué cosas podrían estar mejor, qué habría que hacer o dejar de hacer para ser mejores personas, mejores seres humanos.
Este país que sigue siendo mayoritariamente creyente, tiene en este tiempo una oportunidad para transformarse y ser lo que debe ser. A este país no lo va a arreglar ninguno, léase bien, ninguno de los que se postulan como candidatos a dirigirlo. Si ingenuamente esperamos cruzados de brazos a que ellos lo hagan es porque no hemos aprendido la histórica lección de vida. El país cambiará cuando cada uno de nosotros cambie. No les pidamos a los otros que hagan lo que nos toca hacer a nosotros. El cambio comienza desde dentro de cada uno de nosotros y por eso es tan propicio este tiempo cuaresmal, que coincide con el electoral, para hacer un juicioso examen de conciencia y tomar las mejores decisiones. Aunque suene a eslogan desgastado pero el inmediato futuro está en nuestras manos, es decir, en lo que decidamos ahora. Y eso, no se endosa, no se delega, es únicamente responsabilidad nuestra. Estamos en Cuaresma y hay que tomársela en serio, así su marketing no sea tan llamativo."