“Discurriendo con los pies” en el Mochilazo Jesuita 2018

Por: Andrés Ignacio Rodríguez Rodríguez
Noviembre 7, 2018
Andrés Rodríguez nos comparte esta crónica del Mochilazo Jesuita 2018. Un peregrinaje desde Santa Rosa de Viterbo hasta Tópaga para conocer los senderos que en otros tiempos fueron recorridos por jesuitas en formación hasta las misiones de los Llanos Orientales.
Dice la historia que un día Iñigo López de Loyola desde su conversión en Loyola hasta el final de su vida en Roma, empezó una experiencia que lo llevó a años después, cuando cristalizara su conversión, a denominarse “El Peregrino”. Ahora, releyendo hitos de la historia de Ignacio de Loyola, se puede entrar a ver que la búsqueda permanente de la voluntad de Dios recorre todo momento y lugar hasta sus últimos días. Este pensamiento se asemeja a la experiencia vivida en el Mochilazo Jesuita 2018, un hito en la vida de una persona que decidió, a través de una pregunta, empezar a salir a buscar respuestas profundas, hondas y duraderas a su misión en esta vida.
La experiencia de peregrinación ha sido desde el punto de vista cristiano, ponerse en camino del evangelio o también, sentir el evangelio como un camino que vale la pena caminar y que asimismo lo camine a uno, en últimas. A inicios del mes de Octubre pude compartir la experiencia del Mochilazo Jesuita 2018 , en donde acompañado por varios Jesuitas, candidatos a la Compañía de Jesús, jóvenes inquietos por encontrarse y descubrir a Jesús de Nazaret, nos lanzamos a caminar rutas veredales en el departamento de Boyacá, senderos que en otros tiempos fueron el lugar donde Jesuitas en formación desde el antiguo noviciado de Santa Rosa de Viterbo y los años siguientes se embarcaban en un itinerario hacia otras poblaciones y también mucho tiempo atrás antes de la expulsión de mediados del S. XIX para llegar a apoyar las misiones de los Llanos Orientales que fueron durante el periodo colonial.
El camino no inició en realidad en Santa Rosa como pensaba, inicia en el momento en que coloque mis pies en la Casa Vocacional Manresa, hitos que quizá en otro escrito podrán tener lugar… Sin embargo, el recorrido inició esa noche fría del 05 de Octubre al encontrarme con distintos jóvenes en el momento del examen o pausa ignaciana ya entrada la noche. Los ánimos, deseos, inquietudes, el miedo a lo desconocido, la incertidumbre entre otros sentimientos que nos hermanan, aparecían en el compartir acompañados de un gran entusiasmo y alegría por salir a caminar y mochilear por la bella Boyacá.
Muy de madrugada 3:00 am para ser exactos, el trajín del desayuno, alistarse y tomar el bus, no dejó que amaneciera. A las 8:00 de la mañana aproximadamente estábamos llegando a Santa Rosa de Viterbo a lo que hoy es una escuela de la Policiía Nacional pero que en unas cuantas décadas anteriores fue el noviciado de la provincia colombiana de la Compañía de Jesús. Varios jesuitas mayores de la comunidad San Alonso Rodríguez de Bogotá nos habían contado muchas anécdotas y experiencias llenas de alegría al relatar los pasos recorridos en ese lugar en su etapa de formación, donde salían a peregrinar justo en épocas del Bogotazo o donde en realidad vivían ese encontrarse con Dios en tierras boyacenses en medio de la pobreza, sin dinero y sin comida, confiando en la divina providencia y en la caridad de los campesinos.
La capilla del antiguo noviciado que permanece intacta gracias al cuidado que le ha tenido la Policía Nacional, hacía eco del sentir de otras épocas, al contemplar su arquitectura y sobre todo sus bellos vitrales que mostraban a varios jesuitas santos a Jesús de Nazareth y a nuestra Señora; imaginaba como serían esos otros años donde muchos Jesuitas fueron formados allí y enviados a distintas misiones alrededor del mundo y en nuestro amado país. Fue un momento de paz empezar en tan especial lugar, un momento de encontrarnos y encomendarnos, era volver a pisar las huellas de muchos jesuitas que ofrendaron su vida a Dios.
A la salida conformamos algunos grupos que llamamos comunidades, y a eso de las 10:00 am emprendimos camino por una loma hacia Tobasía: primera etapa formal de la peregrinación. Por el sendero íbamos compartiendo historias y anécdotas de lo que Nilson Jair Castro, S.J. (El jesuita que nos acompaño los días de mochilazo) le habían contado otros jesuitas sobre el noviciado de Santa Rosa, y también contemplábamos el camino, sus paisajes, sus senderos, algún campesino o campesina que nos salían al paso en sus bicicletas o a pie dirigiéndonos un cariñoso saludo. Fue un primer momento de interioridad del camino y de interiorizar preguntas que me rondan hace mucho: ¿A dónde voy y a qué?, acompañada del ¿A qué vine acá a este Mochilazo? ¿Qué es lo que Dios quiere que vea? Y un “Señor: ¿A dónde me llevas?” Tengo en mi mente la imagen de las cruces y del vía crucis por el camino, luego decantaba todo lo vivido y pensaba en la forma en que cada uno asume su cruz y cada uno vive su fe recorriendo la vida, con lluvia, ampollas en los pies, con el sol a cuestas, compartiendo un guarapo, agua o un bocadillo, o cómo en los campos boyacenses se asienta una increíble fe que no había tenido el tiempo de mirar, reconocer y contemplar, viendo cómo la experiencia de Dios cambia en geografías y calendarios, pero que nos conduce a un mismo fin: Jesús de Nazaret.
Horas después, hacia el mediodía pudimos llegar a Tobasía donde está la Virgen del Amparo, advocación que quizá había visto en alguna casa de la Compañía pero que no tenia presente hasta esa tarde. La maleta pesaba y el cansancio de varias horas de camino veredal pedían un momento de reposo el cual se dió en esa pequeña capilla donde yacía un cuadro de la Virgen del Amparo que resume toda la historia de la Compañía de Jesús acá en Colombia y la devoción de muchos jesuitas y cristianos a esta imagen en estas tierras. Tras una oración pidiendo su bendición y compañía en el camino que nos quedaba, pude conocer y saludar a la Virgen del Amparo, ofrecí una vela para que nos iluminara el camino, y pensaba en todos los compañeros y pobladores de estas tierras que de camino pedían con sus corazones encendidos, para que la Madre de Dios los guiara, protegiera y ubicara con Jesús, en el caminar diario por la vida, en el trabajo y en la misión.
Tomando un poco de merienda, tomamos ruta hacia Floresta ya por carretera pavimentada, el cielo estaba nublado, caminábamos en grupos de a dos, al rato decidí tomar la vanguardia y caminar solo, miraba alrededor mientras avanzaba y encontraba muchas ovejas en los predios al lado de la carretera, ¿Será así la vida del Pastor, el que debía oler a oveja como dice el Santo Padre? Pensaba. Luego de una hora llegábamos al casco urbano del municipio. Santiago Tobón, S.J., Iván Darío Caro, S.J. y Yamid Castiblanco S.J., nos esperaban en una posada cercana a la plaza principal y allí pudimos tomar el almuerzo, reposar y preparar todo para la celebración de la palabra en comunidad.
Floresta era población muy fría ya a eso de las seis de la tarde, la lluvia aparecía al exterior mientras orábamos juntos y contemplábamos el pan de vida celebrando en comunidad, dábamos gracias por lo vivido, lo soñado, lo recorrido y la invitación que nos había sacado muy de madrugada para llegar en peregrinación hasta ese lugar, las notas de ‘Caminante no hay camino’ en voz de todos al finalizar esta celebración cerraba con broche de oro esta jornada donde hacíamos camino al andar, llenando nuestro corazón de nuevas experiencias, pero sobre todo llenos del encuentro con Dios como lo habían hecho diversos jesuitas en estas tierras para profesar la fe y sembrar su semilla.
Al siguiente día, nos esperaba un buen camino hasta Corrales pasando por Busbanzá. Leíamos fragmentos de Jesuitas que habían recorrido estas veredas por los años 40, donde en sus crónicas de viaje dejaban datos del camino como testimonio de otras épocas. Era otro día de orar caminando, contemplar yendo, meditar admirando el paisaje, sintiendo y gustando de esa geografía boyacense. Sentí durante todo el camino la novedad de caminar con otros, ya que a diferencia del día anterior, en este día viví momentos donde compartimos risas, juegos, comentarios, profundizando mucho más eso que se repite tanto de que “somos compañeros de camino”, y que nos unía una ruta directa para seguir a Jesús. Extenuados por la caminata llegábamos felices a Corrales, un pueblo que en Navidad despunta colores y alegría para todos los Boyacenses. Cada nuevo pueblo y cada ruta, nos dejaba algo al interior, una nueva enseñanza, un nuevo movimiento del espíritu para poder compartir la vida y llegar como comunidad a la Eucaristía que presidiría un Jesuita en tierras anteriormente cuidadas y acompañadas por la Compañía de Jesús lo cual era muy significativo para todos los peregrinos. De nuevo, sentía la solemnidad de ver tantos jóvenes en medio de los pobladores de Corrales, todos sentados en la mesa del padre esperando beber y comer de Cristo que nos convoca y nos redime, colocándonos en un nuevo lugar para crecer en fe y amor en comunión.
La noche luego de esto, transcurrió con tranquilidad, hasta que después de la cena al compás de una guitarra cantábamos en comunidad algunas canciones de nuestra Colombia para así despedir el día con alegría y emoción como hermanos. El siguiente día decían, era donde íbamos a sentir más el peso de las mochilas y el dolor de nuestros pies. La cuesta arriba que nos esperaba para llegar a la iglesia doctrinera de Tópaga era el reto para culminar nuestro peregrinar. Nos pusimos de camino muy temprano para que el sol no hiciera mella, la oración nos convocaba a caminar pensando en Jesús como camino, verdad y vida, al tanto que la subida para Tópaga se nos convertía en un obstáculo, el gradiente de subida no paraba y eran casi dos horas en ascenso. El reto era contra nosotros mismos, así las ampollas ya tallaran, las maletas pesaran, y el sol acariciara nuestros rostros. Divisábamos la bella ciudad de Sogamoso, puerta hacia los llanos. Al llegar a la cima contemplaba la creación desde la montaña y desfiladero, miraba todo lo que habíamos podido caminar, solamente posible por el impulso de Jesús que nos manda a jugárnosla por una vida con sentido, plena y feliz, por un camino en el que no nos adelantemos al Espíritu, donde solamente le sigamos la pista. Desde hace dos días poco a poco se nos fue abriendo el camino, los pulmones de ánimo se llenaron, y la fuerza vino a medida que subíamos la pendiente, quizá como una metáfora de lo que había leído en una postal hace unos años, la cual me acompaña y dice: ”Sabiamente ignorante puesto sencillamente su corazón en Cristo”, refiriéndose a la experiencia de peregrinación de Ignacio de Loyola.
Tópaga nos sorprendía, llegamos a la iglesia doctrinera, parecíamos atrapados en otro tiempo, descansar en Dios pensaba, es una de las actitudes humanas más significativas y esperadas en medio del dolor cotidiano y sus luchas. Llegábamos con el corazón agradecido de compartir este lindo peregrinar para cerrar con una oración de acción de gracias y de compartir lo vivido. Lo simple de esta iglesia nos convocaba a pensar que Dios se muestra en lo sencillo y en lo pequeño y que así mismo recogíamos nuestros frutos de la experiencia. Habían sido 42.7 kms, en donde nos lanzamos a buscar y hallar la voluntad de Dios en nuestras vidas, contemplando la experiencia de peregrinación de viejos Jesuitas, recordando lo que anotaba en el primer párrafo de este escrito, la conversión propia que a ejemplo de Ignacio de Loyola vivimos todos nosotros y todos los eres humanos en distintos momentos y lugares y de distintas formas. A nosotros, el camino nos había caminado, habíamos discurrido por tres días a pie, quizá para entender que solo hay que tener la disponibilidad para que cuando se nos envíe podamos caminar con nuestras ampollas y pesos, pero confiados amorosamente en el auxilio de María Santísima, que nos ampara y nos pone siempre con Jesucristo.
Con aire de renovación, de crecer en mi relación con Jesús, y con la mochila ahora llena de experiencias, aprendizajes, nombres, risas, consolaciones y desolaciones, paisajes retratados en mi mente y lágrimas, siento que hay que aligerar nuestras cargas y en otros momentos, ponernos de camino y peregrinar por la vida. Quedan estas palabras, las cuales revelan el itinerario de unas decenas de jóvenes que decidimos buscar y seguir esas corazonadas del Espíritu de Dios, para poder vivir y seguirle, más amarle y más servirle.