“Canción para el perdón”
Por: Juan Fernando Álvarez A.
Agosto 29, 2019
En ese 2004 era yo escolar filósofo en la Compañía de Jesús y, junto a otros dieciocho jesuitas juniores, filósofos y teólogos, estábamos muy animados por grabar algunos temas del P. Guillermo Sarasa G., S.J. (nueve en total, entre los más recordados “Señora del camino” y “Toma, Señor, y recibe”) y de Juan Carlos Merchán (“Oración preparatoria”), los cuales harían parte del disco “Vamos caminando. Jesuitas Colombia 400 años” y que sería producido también por César (sobre quien me faltarían aún muchos años para conocer más de su historia, su música y su lucha).
César López Villegas, reconocido músico, compositor, gestor y activista por la paz, nació en Bogotá, “allá en el 73”, un 14 de junio. Hablar de su música, lejos de medirla en ventas, likes, views, es hablar de su ser, de su gran sensibilidad, de la alta inversión emocional que respalda el contenido de su música, de la contundencia de su mensaje de resistencia pacífica no violenta. Es también hablar de lo vanguardista de su obra, expresada a través de su piano y guitarra, sus composiciones (que suman ya diez discos producidos independientemente), presentaciones, encuentros y demás acciones, todo esto en un estrecho contacto y acompañamiento permanentes a comunidades vulnerables de muchos rincones del país (en las montañas y valles colombianos, donde la sangre ha corrido y sigue corriendo), ayudando a que las personas puedan cantar lo vivido, sanarse a través de esto y también se reafirmen en vivir desde otras alternativas no violentas; todo esto haciendo puente con el resto de la sociedad civil en el país o en el mundo (que no conocen muchos de los dramas sufridos por sus connacionales). César es un “mensajero no violento” que promueve, a través del arte, una transformación social traducida en cuidado por la vida, la no violencia, la recuperación de la memoria colectiva, la sanación, la reconstrucción de la esperanza. Con su guitarra compañera, pedazo de madera que lleva consigo de arriba para abajo, abre las puertas que conectan con el corazón de otras personas, con gente que no ha conocido antes pero con las cuales le unen “deseos comunes de hablar de la vida, de la guerra, de la paz, del bienestar, de la solidaridad”. Dice: “Por eso siempre, a donde vaya, llevo ese aparato, incluso como tabla de salvación”.
Lo hemos identificado también como parte de la banda “Poligamia” así como por sus Escopetarras. La primera de estas fue construida a partir de la idea de transformar para la paz un fusil AK-47 que en el 2002 se volvió un instrumento musical gracias al luthier Luis Alberto Paredes y a Alfonso Robledo, convirtiéndose en símbolo de tolerancia y paz, de cambio voluntario de vida (“Si el arma pudo cambiar, ¿por qué las personas no?”), y también, aliento desde el arte para construir más acciones de armonía y convivencia. También lo identifican sus iniciativas y proyectos como “Batallón de Reacción Artística Inmediata”, “Toda bala es perdida”, “24-0 -24 horas 0 muertos”, “Re, cuando la música nos habla”, el “Banco Nacional de Instrumentos Musicales para Víctimas del Conflicto Armado” y “La banda sonora del posconflicto”; así como su batería, su piano, sus guitarras y su fiel compañero felino “Jorge Eliécer Gaitán” (Q.E.P.D.).
César López es un referente en la ciudad, el país y el mundo, como activista social por la paz desde la música, cuyo sentido más profundo, más amplio, de mayor impacto, encuentra en su dinamismo, creatividad y diversidad: “Diferentes ritmos e instrumentos son necesarios para hacer bailar nuestras emociones igualmente y el mundo se mueve al ritmo de diferentes colores, pensamientos, expresiones… al ritmo de la diversidad. Usar la música y el arte, [para] decir no a la intolerancia y la violencia, elegir la tolerancia como el mejor ritmo que podamos usar en nuestra gran diversidad”. La música, continúa, es “para compartir, genera unos lazos entre quien la toca y el que la escucha. Tiene además la posibilidad de enviar unos mensajes que suenan distinto, entran a la conciencia [de una manera] distinta al discurso del político, al regaño del profesor, al sermón del cura. Es una forma muy poderosa de comunicarse al interior de los seres humanos. […] Por otro lado, en la práctica técnica del instrumento, tiene la bondad de que, aquel ser humano que se expone frente al instrumento, [para] aprenderlo a tocar, enfoca su mente y aprende una cantidad de habilidades que no solo tienen que ver con la música sino con el ser ciudadano”.
Escogí para esta reseña tan sólo una entre tantas canciones de César (que calan en lo profundo y animan el compromiso social en este camino de la vida). Que si su forma musical -en cuanto a la música de sus estrofas- es A B C C A’ B’ o si su formato instrumental es guitarra, violonchelo, bajo y voces (masculina y femenina), queda en un segundo plano cuando uno se conecta con lo narrado por César y el mensaje que transmite en cada línea. “Canción para el perdón” busca ser, en palabras de su autor, “una herramienta pedagógica y una compañía emocional en distintos contextos y comunidades en este momento histórico del país”. Para mí, es un sentido llamado a perdonarse primero para luego buscar el perdón del otro (espejo mío), reconciliar(se) para alcanzar la paz (distando del veneno y la dicotomía blanco-negro del odio), lo que se logra solo habiendo acogido todo lo vivido (aprendizaje), para así comprometerme en el camino, sin desfallecer, con mis propios actos, con la verdad, con la memoria.
Los invito a seguir sintiendo y gustando internamente esta canción, dejando que el buen Dios de la Vida, a través de estos versos, nos siga inspirando en nuestra vida y experiencias, y desde la sencilla escucha nos toque, nos transforme en el cotidiano, Él que es siempre Palabra (y Música) que interpela. “Perdonar puede no transformar lo vivido, pero cambia lo que vendrá”.
Canción para el perdón
Esta es la canción que canto para sanar
las heridas que la vida trae.
Esta es la canción que canto para perdonar,
pedir perdón y perdonarme.
Aprendí que perder hace parte de andar
y para andar hay que amar el camino.
Perdonar puede no transformar lo vivido
pero cambia lo que vendrá.
Dicen que el odio es un veneno
que te tomas queriendo ver morir a los demás.
Hay un espejo en tu enemigo y al verlo
lo puedes perdonar.
Dicen que el odio es como un velo,
que te impide ver los colores de la realidad.
No todo es blanco y negro y aunque empieces de cero
se aprende a perdonar.
Esta es la canción que canto para no claudicar
y firmar con actos mi propia historia.
Esta es la canción que canto para no olvidar
que la vida es bella, la vida es corta, la vida no es un jardín de rosas.
Y aprendí que quien pida perdón se pondrá
en las manos de quien lo otorga.
El perdón es hermano de la verdad
y la verdad es la memoria.
Letra y Música: © César López Villegas. Intérpretes: César López (guitarra, bajo y voz principal), Sandra Parra (violonchelo) y Carolina Aguirre (coros). Álbum: Canciones para después de una guerra. Año: 2016.