1989: martirio y profecía en Colombia y en el Salvador

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Por: Antonio José Sarmiento, S.J.
Noviembre 27, 2019

Durante tres décadas, la Provincia Colombiana de la Compañía de Jesús asumió la responsabilidad de guiar la parroquia de San José en la población de Tierralta (Córdoba, Diócesis de Montelíbano), con la intención de hacer vigentes las grandes decisiones de las últimas congregaciones generales a partir de la XXXII, cuya fuerza misional está en el servicio de la fe y la promoción de la justicia, binomio estructurante de nuestra acción apostólica, bajo la orientación de los superiores generales Pedro Arrupe, Peter-Hans Kolvenbach, Adolfo Nicolás y, más recientemente, Arturo Sosa.

Los jesuitas que sirvieron en Tierralta también contribuyeron a la comunión eclesial en la diócesis de Montelíbano, de cuyo primer obispo, Monseñor Alfonso Sánchez Peña, claretiano, vino la petición al provincial de entonces, padre Alvaro Restrepo Lince, para tomar esta misión.

Un buen grupo de los nuestros prestaron su servicio en esta comunidad, fortaleciendo la identidad cultural, anunciando la Buena Noticia de Jesús, formando grupos apostólicos con identidad propia, generando unos procesos importantes de organización comunitaria, desarrollando un trabajo educativo para potenciar a los niños y a los jóvenes, acompañando generosamente a las buenas gentes de esa región del país, muy maltratada por la violencia guerrillera y paramilitar y por la injusta distribución de la tierra, provocadora de inequidades y de permanentes confrontaciones.

De todos ellos, indudablemente meritorios compañeros apostólicos, en este año 2019 reconocemos con gratitud a SERGIO RESTREPO JARAMILLO (1939-1989), quien estuvo desde el comienzo de la misión en Tierralta, en 1980. Fue un jesuita de tiempo completo, dedicado sin reservas al servicio pastoral de la gente a la que amó sin límites, a la que dio lo mejor de su ser sacerdotal, y cuya sangre fecundó esa noble tierra en la tarde del 1 de junio de 1989, asesinado por orden del comandante paramilitar de la región, ante el silencio cómplice de las autoridades de policía.

Sergio sacerdote, Sergio amigo, Sergio artista, Sergio poeta, Sergio cultivador de orquídeas, Sergio campesino con los campesinos, Sergio compañero de Jesús, Sergio sacerdote y confidente, Sergio que rescató la cultura zenú, Sergio profeta de la Buena Noticia , Sergio mártir del servicio de la fe y la promoción de la justicia.

Treinta años hace de su sacrificio, ahora honrado con el documental “Fui a despedirme de las ceibas”, divulgado desde junio pasado, bajo la responsabilidad creativa de la oficina de comunicaciones de nuestra provincia colombiana.

Los tierraltenses recuerdan con cariño y gratitud al Padre Sergio, quien dio todo de sí para hacer vigente entre ellos el Evangelio. El museo de la población lleva su nombre, en el que reposan múltiples objetos de la cultura local, recuperados por él con el concurso de muchos de sus habitantes.

El ministerio sacerdotal y la consagración religiosa no son honores que elevan a quienes los tienen como superiores a los demás. La gracia de Dios que se confiere en ellos es para el servicio, para oler a oveja, para estar en permanente trabajo de lo que el Papa Francisco llama “Iglesia en salida”. Eso en Sergio fue su constante jesuítica y sacerdotal.

El mismo año de 1989, la Universidad Centroamericana de San Salvador en el hermano país centroamericano de El Salvador, fue escenario de otro martirio dramático. En la madrugada del 16 de noviembre de 1989 un grupo de oficiales, suboficiales y soldados del ejército de esa nación, cumpliendo órdenes del alto mando, ingresaron de modo violento al campus universitario, fueron hasta la residencia de los jesuitas, en la que habitaban el rector, el vicerrector académico y varios profesores, interrumpieron bruscamente su descanso, y los sacaron al jardín para asesinarlos con sevicia.

Estos mártires son Ignacio Ellacuría Beascoechea, de 59 años, rector de la UCA; Joaquín López y López, de 71, director de Fe y Alegría en El Salvador, uno de los fundadores de la UCA; Amando López Quintana de 53, profesor de teología; Segundo Montes Mozo, de 56, superior de esa comunidad, director del Instituto de Derechos Humanos; Juan Ramón Moreno Pardo, de 56, profesor de teología y director de la biblioteca; Ignacio Martín-Baró, de 47, vicerrector académico.

En el jardín situado en frente de la austera residencia fueron ejecutados. La fotografía que registra la trágica escena sigue dando la vuelta al mundo. Junto con ellos también cayeron dos mujeres, representando al sufrido pueblo salvadoreño, trágicamente dominado por una represión que arrasó cerca de ochenta mil vidas humanas. Ellas son Elba Julia Ramos, 42 años, y su hija adolescente Celina Mariset, 16 años.

Son ellos y ellas los MARTIRES DE LA UCA, de cuya cruenta profecía también conmemoramos ahora treinta años, como los de Sergio. El y ellos fueron hombres sinceramente dedicados al reino de Dios y su justicia, con indiscutibles fragilidades pero con indiscutible amor y entrega generosa al servicio de los pobres , humillados y ofendidos por los arrogantes poderes del mundo.