#RedConciliación | ¿Como Compañía de Jesús y de cara a nuestro contexto colombiano, qué podemos comprender/entender por Paz, por Reconciliación (Perdón) en nuestra Provincia? II
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Autor: Jorge Julio Mejía, S.J.
"Pues si perdonan sus culpas a los demás, los perdonará también su Padre del cielo les perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco su Padre perdonará sus culpas" (Mt 6,14-15).
Pues yo les digo: Amen a sus enemigos y recen por los que los persigan, para ser hijos de su Padre del cielo"" (Mt 5,43).
Entonces se adelantó Pedro y le preguntó: Señor, y si mi hermano me sigue ofendiendo, ¿cuántas veces lo tendré que perdonar?, ¿siete veces? Jesús le contestó: Siete veces no, setenta veces siete” (Mt. 18, 21-22)
“Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todas tus fuerzas”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay otro mandamiento mayor que estos. (Mc. 12, 30-31)
Cada jesuita siguiendo el ejemplo de Ignacio, ha orado a ""Cristo nuestro Señor delante y puesto en cruz"" y se ha preguntado ""lo que he hecho por Cristo, lo que hago por Cristo lo que debo hacer por Cristo. Esas preguntas brotan de lo íntimo de un corazón conmovido por un profundo agradecimiento y amor. Esta es la gracia fundacional que nos une a Jesús y entre nosotros mismos. ""¿Qué significa ser jesuita? Reconocer que uno es pecador y, sin embargo, llamado a ser compañero de Jesús como lo fue San Ignacio. La misión del pecador reconciliado es la misión de la reconciliación: el trabajo de la fe que obra la justicia. (CG 34, D. 26,n.4)
Nuestra experiencia de Dios, que es Amor, nuestro compromiso de ser servidores de la Misión de Cristo (CG 34, D.2) nos colocan en la responsabilidad de buscar, hallar y seguir la Voluntad de Dios que quiere que todos tengamos una vida plena, que vivamos como hermanos amándonos los unos a los otros como el Señor nos amó. Y para que esta vida de hermanos sea posible, ese amor debe conducirnos al perdón, a renunciar a toda forma de violencia, a amar incluso al enemigo. Un corazón fortalecido por la experiencia del Dios Amor, gracias a una vida espiritual que permite a Dios ser y actuar en nosotros y a través de nosotros, nos hace inevitablemente constructores de reconciliación y de paz.
Trabajar por la paz es empeñarse en transformar las relaciones conflictivas, o sea, sustituir los desencuentros en relaciones amistosas o, por lo menos, respetuosas. Además de negociaciones supone la actitud interior en cada uno de nosotros para lograr que el Amor que nos constituye seres humanos sea la fuerza que nos conduzca a perdonar, a legitimar a los diferentes para convivir con ellos.
La paz se construye y se concreta por medio de negociaciones. Pero la paz es un clima, una calidad de relaciones inspiradas en el amor y la aceptación de los demás, recuperada por el perdón y la reconciliación. Sin el compromiso con la paz de cada hombre y mujer, no será posible convertir esa paz en el modo cotidiano de vivir. El anhelo de los colombianos por la paz es cada día mayor. La paz exige la convergencia de la comunidad en la forma como se hace realidad la participación en la definición de caminos de justicia que buscan el bien común, lo que constituye una verdadera democracia
El perdón implica dejar de lado la ofensa, renunciando al castigo material o moral (indemnización, odio, rencor, deseos de venganza) que podría exigirse o sentirse como reparación por propia decisión del ofendido.
El perdón es una necesidad interior indispensable para recuperar la dignidad perdida por la ofensa y por el rencor o el deseo de venganza. El perdón devuelve también la dignidad a quien se le perdona. Sin embargo no siempre se tiene delante al ofensor pidiendo perdón. Por ese motivo la reconciliación no siempre es posible. Más aún no pocas veces los ofensores no se sienten culpables por el dolor inferido dado que lo consideran que su guerra fue justa y además un servicio que se prestó a la sociedad para liberarla de quienes le hacían daño.
En todas las escenas de arrepentimiento, de confesión, de perdón o de disculpas que se multiplican en el escenario mundial desde hace unos años, vemos no sólo a individuos, sino a comunidades enteras, a corporaciones, a los representantes de jerarquías eclesiásticas y jefes de Estado, pedir “perdón”. El perdón es también colectivo e institucional.