Reconciliación con la Creación | Relevancia de la Encíclica Laudato Si’ en el tema de la educación

Reconciliación con la Creación

Autor: Marcelo Sánchez Sorondo

 

Prólogo y síntesis

El apelo del Papa Francisco en Laudato Si’ (LS) es profundamente religioso y científico a la vez: parte del Evangelio, la fe y la teología, pasa por la reflexión filosófica y ética, y asume los saberes más puntuales de las ciencias naturales y de las ciencias sociales. Afirma, en buena substancia, que el planeta en que vivimos es nuestra común “hermana casa” que está enferma por el mal trato infligido a ésta por algunos pocos, mientras las consecuencias negativas la sufren los más. Ecología viene de dos palabras, eikos y logos, que en griego quieren decir “casa” y “orden”, o sea es la ciencia de ordenar la única casa de todos, la casa común.
Laudato Si’ quiere despertar a los hombres y a las mujeres de hoy invitando a una toma conciencia responsable de la grave situación por la que atravesamos para no practicar «una ecología superficial o aparente que consolida un cierto adormecimiento y una alegre irresponsabilidad» (§ 59). Atento a la crisis de los más pobres causada por el cambiamiento climático del que es responsable la acción humana movida por la avaricia, Francisco vuelve al corazón del evangelio, al amor a las creaturas, a la pobreza de las bienaventuranzas y al protocolo del juicio final, es decir, Mateo 25 «cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo». LS es un documento fundacional del Magisterio: inscribe el nuevo concepto de «ecología integral» en el pensamiento social de la Iglesia, a par título que la dignidad humana, la libertad de conciencia, la fraternidad, la destinación universal de los bienes, el bien común, la solidaridad... Se quiere decir que si bien LS “se agrega al magisterio social de la Iglesia” (§ 15), en la línea de sus antecesores (cf. §§ 3 11), su tema en cuanto tal es nuevo para una Encíclica: “el cuidado de la casa común” o la “ecología” de nuestro planeta, amenazado por el colapso, debido a la acción humana, con el consecuente aumento de la pobreza y de la exclusión social. La “conversión ecológica” engloba los equilibrios ecológicos, la justicia social, la responsabilidad espiritual y exige la acción inmediata.

La visión religiosa de la “hermana tierra”

El tema e hilo conductor de LS es un llamado a la responsabilidad de todos y cada uno de los seres humanos a favor de la tierra y de la justicia social. Llamado ante todo, profundamente religioso, porque considera el mundo como la casa de Dios, es decir, un don que Dios ha dado al ser humano, su imagen, para que lo ame, lo custodie y lo desarrolle según sus potencialidades para el bien del hombre y la mujer de todos los tiempos y espacios. Tal cosmovisión se basa, como lo indica el título tomado del Canto de las Creaturas, en San Francisco de Asís, quien propone el Evangelio sin glosa (sine glossa), con el cariño a la tierra como creación de Dios, y el amor a la pobreza como medio para poseer paradojalmente la tierra. El Papa Francisco quiere actuar tal mensaje en nuestros días y convoca a una acción urgente: “la humanidad está llamada a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consumo” (§ 23).

Laudato Si’ trata de unir lo que la modernidad ha disyunto o separado: por una parte, el ser humano y por la otra, la tierra; por una parte, la ecología del ambiente natural, por la otra, la ecología humana; y más generalmente unir el programa misericordioso de la Providencia de Dios con la colaboración libre y amorosa del ser humano. Francisco une tales dimensiones horizontales y verticales en una perspectiva superadora e integradora, que él denomina “ecología integral”. La casa que Dios ha regalado al hombre y a la mujer debe ser una casa común “como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: «Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba»” (§ 1)

La visión teológica de LS es igualmente novedosa porque destaca no sólo el surgir de las creaturas desde su fuente divina, sino de modo principal el movimiento evolutivo de la creación hacia Dios. Él – Dios – quiere actuar con nosotros y contar con nuestra cooperación, pero también es capaz de sacar algún bien de los males que nosotros realizamos, porque «el Espíritu Santo posee una inventiva infinita, propia de la mente divina, que provee a desatar los nudos de los sucesos humanos, incluso los más complejos e impenetrables» (Juan Pablo II, Catequesis, 24 IV 1991, 6). Dios, de algún modo, quiso auto limitarse al crear un mundo necesitado de desarrollo, donde muchas cosas que nosotros consideramos males, peligros o fuentes de sufrimiento, en realidad son parte de los dolores de parto que nos estimulan a colaborar con el Creador (Cf. Catecismo, 310 – Papa Ratzinger). Él está presente en lo más íntimo dando el ser a cada realidad sin condicionar la autonomía de su criatura, y esto también da lugar a la legítima autonomía de las realidades terrenas (Gaudium et spes, 36). Esta inmanencia de la presencia divina, que asegura la permanencia y el desarrollo de cada ser, «es la continuación de la acción creadora» (Tomás de Aquino, S. Th., I, 104, 1, ad 4). El Espíritu de Dios mueve el universo desde virtualidades o “razones seminales” (rationes seminalis – San Agustín) que permiten que del seno mismo de las cosas pueda brotar siempre algo nuevo verso la consumación final: «La naturaleza no es otra cosa sino la razón de cierto arte, concretamente el arte divino, inscrito en las cosas, por el cual las cosas mismas se mueven hacia un fin determinado. Como si el maestro constructor de barcos pudiera otorgar a la madera que pudiera moverse a sí misma para tomar la forma del barco» (Id., In Phys. Arist., II, 14).

Los datos de las ciencias naturales asumidos e interpretados por Francisco

Según la evidencia de las ciencias naturales esta hermana tierra está enferma y clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso injusto de los bienes que Dios ha puesto en ella. En la modernidad – a partir de Descartes con su idea de res extensa – hemos crecido pensando que éramos propietarios y dominadores de la naturaleza, autorizados a expoliarla sin ninguna consideración de sus potencialidades y leyes, como si fuese una materia inerte a nuestra disposición (cf. § 2).
Francisco indica, por la primera vez en el Magisterio, al clima como el “bien común, de todos y para todos” (§§ 23 ss.). Y define tal a nivel global como “un sistema complejo relacionado con muchas condiciones esenciales para la vida humana”. Adoptando por primera vez nociones y palabras de la ciencias, LS sostiene que “hay un consenso científico muy consistente que indica que nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema climático.”
Asumiendo las observaciones de estas disciplinas LS afirma: “En las últimas décadas, este calentamiento ha estado acompañado del constante crecimiento del nivel del mar, y además es difícil no relacionarlo con el aumento de eventos meteorológicos extremos, más allá de que no pueda atribuirse una causa científicamente determinable a cada fenómeno particular” (§ 23)

LS acepta “que hay otros factores (como el vulcanismo, las variaciones de la órbita y del eje de la Tierra o el ciclo solar)” que pueden concurrir al recalentamiento global. Sin embargo, resistiendo a las fuertes presiones de las lobbies con el coraje que lo caracteriza, en el punto crucial, Francisco enseña a título de magisterio ordinario que “numerosos estudios científicos señalan que la mayor parte del calentamiento global de las últimas décadas se debe a la gran concentración de gases de efecto invernadero (anhídrido carbónico, metano, óxidos de nitrógeno y otros) emitidos sobre todo a causa de la actividad humana”. No sólo entonces hay hoy un problema climático para Laudato Si’ que naturalmente no está descripto en la Biblia (la cual describe otros de su tiempo), sino que a partir del nuevo aporte de las ciencias de la tierra, Francisco sostiene magisterialmente que la actividad humana que usa “combustible fósil” es la causa principal del calentamiento global.
Más aún, LS remata: “esto se ve potenciado especialmente por el patrón de desarrollo basado en el uso intensivo de combustibles fósiles, que hace al corazón del sistema energético mundial” (§ 23). Y adopta otra observación importante científica: “También ha incidido el aumento en la práctica del cambio de usos del suelo, principalmente la deforestación para agricultura”.

Así en Laudato Si’, no sólo fe y razón, sino también saberes filosóficos y saberes científicos, se amalgaman por la primera vez en una Encíclica papal de modo tan central.

Perdida de Biodiversidad: En esta importante parte LS indica que “los recursos de la tierra también están siendo depredados a causa de formas inmediatistas de entender la economía y la actividad comercial y productiva. La pérdida de selvas y bosques implica al mismo tiempo la pérdida de especies que podrían significar en el futuro recursos sumamente importantes, no sólo para la alimentación, sino también para la curación de enfermedades y para múltiples servicios” (§ 32).

Las diversas especies contienen genes que pueden ser recursos claves para resolver en el futuro alguna necesidad humana, para regular algún problema ambiental, o simplemente para permitir que funcionen bien los mecanismos evolutivos para los cuales los genes de la biodiversidad son esenciales. “Por nuestra causa miles de especies ya no darán gloria a Dios con su existencia ni podrán comunicarnos su propio mensaje. No tenemos derecho” (§ 33). No “podemos ser testigos mudos de gravísimas inequidades cuando se pretende obtener importantes beneficios haciendo pagar al resto de la humanidad, presente y futura, los altísimos costos de la degradación ambiental” ( § 36).

No pocas veces la deforestación produce áridos desiertos. No se pueden ignorar los enormes intereses económicos internacionales que, bajo el pretexto de cuidar la biodiversidad, pueden atentar contra las soberanías nacionales”. Hay «propuestas de internacionalización de la Amazonia, que sólo sirven a los intereses económicos de las corporaciones transnacionales». “Es loable la tarea de organismos internacionales y de organizaciones de la sociedad civil que sensibilizan a las poblaciones y cooperan críticamente, también utilizando legítimos mecanismos de presión, para que cada gobierno cumpla con su propio e indelegable deber de preservar el ambiente y los recursos naturales de su país, sin venderse a intereses espurios locales o internacionales” (§ 38).

Los océanos no sólo contienen la mayor parte del agua del planeta, sino también la mayor parte de la vasta variedad de seres vivientes, muchos de ellos todavía desconocidos para nosotros y amenazados por diversas causas. Por otra parte, la vida en los ríos, lagos, mares y océanos, que alimenta a gran parte de la población mundial, se ve afectada por el descontrol en la extracción de los recursos pesqueros, que provoca disminuciones drásticas de algunas especies. Todavía siguen desarrollándose formas selectivas de pesca que desperdician gran parte de las especies recogidas. Están especialmente amenazados organismos marinos que no tenemos en cuenta, como ciertas formas de plancton que constituyen un componente muy importante en la cadena alimentaria marina, y de las cuales dependen, en definitiva, especies que utilizamos para alimentarnos (§ 40).

“Es necesario invertir mucho más en investigación para entender mejor el comportamiento de los ecosistemas y analizar adecuadamente las diversas variables de impacto de cualquier modificación importante del ambiente. Porque todas las criaturas están conectadas, cada una debe ser valorada con afecto y admiración, y todos los seres nos necesitamos unos a otros. Cada territorio tiene una responsabilidad en el cuidado de esta familia, por lo cual debería hacer un cuidadoso inventario de las especies que alberga en orden a desarrollar programas y estrategias de protección, cuidando con especial preocupación a las especies en vías de extinción” (§ 42).

 

La tecnología: creatividad, poder y límite

La revolución científica, la técnica y en general la racionalidad aplicada, trajeron admirables beneficios a la humanidad, remediado innumerables males que dañaban y limitaban al ser humano. No podemos dejar de valorar y de agradecer el progreso técnico, especialmente en la medicina, la ingeniería y las comunicaciones. Sin embargo, se hace peligrosa y causa coadyuvante de la crisis ecológica y de la pobreza creciente, a la hora de desconocer sus límites (R. Guardini), y se cambia de tecnología “en paradigma tecnocrático”, o cuando se convierte la técnica y su ideología (la tecnocracia) de “medio en fin” y hace de la humanidad una función de sí misma (cf. §§ 106 113). “Lo que está ocurriendo nos pone ante la urgencia de avanzar en una valiente revolución cultural” (§ 114). Hay que superar el enfrascamiento del conocimiento humano a lo puramente instrumental y el olvido de la ética. Se requiere una nueva visión y una nueva responsabilidad ante los nuevos desafíos.

“La política no debe someterse a la economía y ésta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana” (§ 189).

Los saberes de las ciencias sociales asumidos e interpretados por la Encíclica Novedosa para una Encíclica social es la visión de fondo. Uno de los ejes que sustenta y atraviesa toda Laudato Si’ es la íntima relación entre la fragilidad del planeta y los pobres del mundo (sean personas singulares, sean pueblos). La pobreza no es un tema colateral del problema ecológico, es parte íntima del mismo. La “iniquidad planetaria” ocupa toda una parte, al describir la situación mundial (§§ 48 52), y la “opción preferencial por los pobres” es trasversal. No pretende derogar ni la “propiedad privada” (§ 93), ni el “mercado” (§ 210). Exige, en cambio, el contrapeso moral del imperativo de la justicia social y del “principio de la subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes”. Por ello, el derecho universal al uso de los bienes es una «regla de oro» del comportamiento social y el «primer principio de todo el ordenamiento ético social» (cf. §§ 93 ss.), válido también para regular el mercado. 23. * Se trata de la convicción profunda de origen tomasiano (§ 240) de que en el mundo “todo está conectado” (cf. §§ 16, 57, 91,117, 138, y 240), intrincado e con causado, y “relacionado con todo” (cf. §§ 23, 70, 92, 120, 137 y 142), a imagen y por participación de las relaciones subsistentes de las Personas Divinas (cf. § 240). En muchos contexto habla de sistema para referirse a esta realidad relacional de mutua pertenencia entre los seres. Además aparecen tres palabras típicas del autor mutuadas del pensamiento moderno, interpretación (§ 139), auto referencialidad (§§ 204 y 208) y gobernanza (§§ 18, 174, 175), para sugerir un nuevo orden global basado en las beatitudes del Evangelio. Dicho de otro modo: el cambio climático es un problema global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, nacionales e internacionales, y plantea uno de los principales desafíos actuales para la humanidad. La Encíclica no pretende ser ecológica en el sentido romántico verde, sino ante todo quiere ser un apelo a la justicia social que congloba un desarrollo integral de la tierra.

No se tiene conciencia que el cambio climático genera migraciones, contaminación y otros males que afectan a los pobres multiplicando su pobreza y provocando su muerte
No se es suficientemente consciente que los cambios del clima originan asimismo migraciones de animales y vegetales que no siempre pueden adaptarse, y esto a su vez afecta los recursos productivos de los más pobres, quienes también se ven obligados a migrar con gran incertidumbre por el futuro de sus vidas y de sus hijos. Es trágico el aumento de los migrantes huyendo de la miseria empeorada por la degradación ambiental, que no son reconocidos como refugiados en las convenciones internacionales y llevan el peso de sus vidas abandonadas sin protección normativa alguna (cf. § 26).

Existen también formas de contaminación que afectan cotidianamente a las personas. La exposición a los contaminantes atmosféricos produce un amplio espectro de efectos sobre la salud, especialmente de los más pobres, provocando millones de muertes prematuras. No suele haber toma de conciencia suficientemente clara y activa de que los problemas climáticos afectan particularmente a los pobres y excluidos, y que consecuentemente multiplican la pobreza y la exclusión. Pobres y excluidos son la mayor parte del planeta, miles de millones de personas. Hoy pocas veces están presentes en los debates políticos y económicos internacionales, y cuando lo están las más veces sus problemas se plantean como un apéndice, como una cuestión que se añade casi por obligación o de manera periférica, si es que no se los considera un mero daño colateral. De hecho, a la hora de la actuación concreta, quedan frecuentemente en el último lugar. Ello se debe en parte a que muchos profesionales, formadores de opinión, medios de comunicación y centros de poder están ubicados lejos de ellos, en áreas urbanas aisladas, sin tomar contacto directo con los mismos (§ 48).

No se debería perder de vista tampoco el estado de abandono y olvido que sufren también algunos habitantes de zonas rurales, donde no llegan los servicios esenciales, y hay trabajadores reducidos a situaciones de esclavitud, sin derechos ni expectativas de una vida más digna (154). El cambio climático es caldo de cultivo de las nuevas formas extrema de exclusión Todas estas situaciones dramáticas de pobreza y exclusión social, causadas o aumentadas principalmente por el calentamiento global son además el caldo de cultivo de las nuevas figuras extremas de exclusión tales como la nuevas esclavitudes y la trata de personas, en la forma de trabajo forzado, de prostitución, de venta de órganos, de drogadicción, que son verdaderos crímenes contra la humanidad. Es claro que el pleno empleo y la plena escolarización, la familia, la casa propia, y el amor a la tierra, constituyen el antídoto y la mejor prevención contra la pobreza, la prostitución, la drogodependencia y el narcotráfico.

La vinculación indivisible entre la ecología y la pobreza, y viceversa

En el mundo globalizado no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo social está relacionado al ecológico y que viceversa un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente. Se “debe escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres “(§ 49).

Mediante esta primera globalización ambiental del recalentamiento de la tierra a través de la atmosfera y biosfera, del aire y de los océanos, se hace evidente que el calentamiento originado por el enorme consumo energético de algunos países ricos tiene sus repercusiones en los lugares más pobres de la tierra, especialmente en África, donde el aumento de la temperatura unido a la sequía hace estragos en el rendimiento de los cultivos. A esto se agregan los daños causados por la exportación hacia los países en desarrollo de residuos sólidos y líquidos tóxicos, y por la actividad contaminante de empresas que hacen en los países menos desarrollados lo que no pueden hacer en los países que les aportan capital (cf. § 51).

Por consiguiente, todo planteo ecológico debe incorporar una perspectiva social, geopolítica y política, nacional e internacional, que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los más postergados, y viceversa toda consideración sociopolítica debe tener una dimensión ecológica integral (§ 93)

 

Las soluciones para una ecología integral: estamos a tiempo de encarar el problema

No todo está perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse, más allá de todos los condicionamientos mentales y sociales que les impongan (§ 205).

La intervención humana que procura el prudente desarrollo de lo creado es la forma más adecuada de cuidarlo, porque implica situarse como instrumento de Dios para ayudar a brotar las potencialidades que él mismo colocó en las cosas: « Dios puso en la tierra medicinas y el hombre prudente no las desprecia » (Si 38,4 § 124). Cuidar la tierra no es como cuidar un museo donde hay que sólo custodiar, limpiar y conservar las obras de arte que no tienen vida biológica del mejor modo posible. Cuidar la tierra es justamente también desarrollarla según sus posibilidades vitales, según aquellas potencialidades que Dios ha puesto en ella y que corresponde al científico, especialmente cristiano, descubrir y activar para el bien común humano, para el desarrollo sustentable de nuestro planeta, con solidaridad generacional e intergeneracional, o sea a favor de las nuevas progenies a las cuales les debemos dejar en herencia una tierra más sana de la que enfermamos.

 

Por un desarrollo integral y sostenible según las potencialidades de los seres vivientes

Desde el punto de vista del sistema energético global, el punto fundamental es la imperiosa necesidad de de carbonizar la energía para que no se contamine la atmosfera, la estratosfera y el aire y los océanos, trastocando el ciclo del agua. Junto con ello, cuidar la ecología integral significa erradicar cuanto antes la exclusión y marginalización social, particularmente la pobreza y las nuevas formas de esclavitud que hoy son el negocio más preciado de los traficantes y proxenetas. Significa penalizar también a los “consumidores” que crean el mercado escandaloso de esos crímenes de lesa majestad.

Muchos pulmones del planeta o reservas de biodiversidad y de agua, se han convertido en “parques nacionales” o sea en áreas protegidas con un estatuto legal que obliga a proteger y conservar la riqueza de su flora y su fauna. En ésta y otras soluciones análogas se ha separado al ser humano del área protegida y se la considera prácticamente semejante a un museo, donde se preserva la región. Pero preservar, no es custodiar desarrollando.

La solución que propone, por ejemplo Amazonas Sustentable en el estado de Amazonía del Brasil, integra el ser humano en su hábitat originario que es la madre tierra, creando así la inclusión social y el mejoramiento del clima, es decir, solucionando al mismo tiempo las dos emergencias contemporáneas de la exclusión y del calentamiento global. Es algo nuevo cuyo antecedente más parecido, si se me permite, son las reducciones jesuíticas de mil seiscientos y mil setecientos. Hoy habría que difundir el modelo de Amazonas Sustentável, y no sólo en Latinoamérica.

 

Por una nueva educación, visión del bien común y estilo de vida: la alianza entre humanidad y ambiente

“En las condiciones actuales de la sociedad mundial, donde hay tantas inequidades y cada vez son más las personas descartables, privadas de derechos humanos básicos, el principio del bien común se convierte inmediatamente, como lógica e ineludible consecuencia, en un llamado a la solidaridad y en una opción preferencial por los más pobres” (§ 158).

En definitiva: dado que el mercado tiende a crear un mecanismo consumista compuLSivo para colocar sus productos, hay que apostar por otro estilo de vida que podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social (§§ 203 206).
Es necesaria una nueva educación para realizar la alianza entre la humanidad y el ambiente, capaz de otorgar una “ciudadanía ecológica”. Una buena educación escolar en la temprana edad coloca semillas que pueden producir efectos a lo largo de toda una vida (§ 213). A la familia, a las diversas asociaciones, a la política les compete un esfuerzo de concientización de la población. También la Iglesia, en los seminarios, en las casas religiosas, en las Universidades y en las parroquias, debe educar para una austeridad responsable, para la contemplación agradecida del mundo, para el cuidado de la fragilidad de los pobres y del ambiente (cf. 214).

Hace falta una conversión ecológica, que implica dejar brotar todas las consecuencias del encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que los rodea. Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia cristiana. La conversión ecológica que se requiere para crear un dinamismo de cambio duradero debe ser una conversión comunitaria con fuertes redes sociales (§§ 218 9).
La espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la calidad de vida y alienta un estilo de vida profético y contemplativo, capaz de gozar y estar en paz profundamente sin obsesionarse por el consumo (cf. § 222). La sobriedad y la humildad no han gozado de una valoración positiva en el último siglo. Pero cuando se debilita de manera generalizada el ejercicio de alguna virtud en la vida personal y social, ello termina provocando múltiples desequilibrios, también ambientales (cf. § 224).

 

Una nueva política y ciudadanía son impostergables y factibles

El amor, lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor. El amor a la sociedad y el compromiso por el bien común son una forma excelente de la caridad y de alguna manera un acto que participa de lo heroico y divino (cf. §§ 228 ss.).
El universo y cada cosa nos hablan de la creación de Dios y de la redención de Cristo, y los sacramentos son un modo privilegiado de cómo la naturaleza es asumida por Dios y se convierte en mediación de la vida sobrenatural. A través del culto somos invitados a abrazar el mundo en un nivel distinto completando la naturaleza con la gracia. En la Eucaristía lo creado encuentra su mayor elevación. La gracia, que tiende a manifestarse de modo sensible, logra una expresión asombrosa cuando Dios mismo, hecho hombre, llega a hacerse comer por su criatura, no desde arriba, sino desde adentro de la materia misma transubstanciada, para que en nuestro propio mundo pudiéramos encontrarlo a él (cf. §§ 235 ss.).

 

La actitud humana y cristiana fundamental en el signo de las bienaventuranzas

Podríamos afirmar que la regla de oro (cf. § 93), base de todas las civilizaciones y tradiciones religiosas, “no hagas al otro lo que no quieres que hagan a ti”, o en positivo, “haz al otro lo que quieres que hagan a ti” (Mt. 7, 12), hoy se debe articular según las bienaventuranzas del Evangelio de Mateo 5, y de acuerdo al protocolo con que seremos juzgados de Mateo 25, que encuentra al otro, al más menesteroso y necesitado, al descartado, en su situación existencial y real de sufrimiento.

Esta opción de las beatitudes y de los pobres, de los que sufren, de los que lloran, de los que tienen un corazón limpio, de los mansos, de los misericordiosos, los amantes de la justicia y de los perseguidos por realizarla, de los pacificadores y de los pacíficos, es superadora de la regla de oro demasiado abstracta para encontrar el sufrimiento del otro y del más necesitado. Las beatitudes implican sacar las consecuencias del destino común de los bienes de la tierra, pero, como el Papa Francisco ha intentado expresar en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium, exigen contemplar ante todo la inmensa dignidad del pobre y del sufriente a la luz de las más hondas convicciones civiles y de las tradiciones religiosas. Por ello concluye Francisco: “Basta mirar la realidad para entender que esta opción por los pobres y los que sufren de las bienaventuranzas hoy es una exigencia ética fundamental para la realización efectiva del bien común” (§ 158).

A los que caminan en la verdad siguiendo las beatitudes, Jesucristo les ha prometido que poseerán la tierra, que serán hijos de Dios, y que verán a Dios. Bienvenidos entonces los que hoy en los diferentes ámbitos de la sociedad sean testigos de la vida de la gracia, sabiendo pensar nuevamente el mundo, crear sistemas y organizar instituciones, inspirados en el sermón de la montaña de Jesucristo.