Por: Jorge Humberto Peláez S.J.
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• Lecturas:
- Hechos de los Apóstoles 13, 14. 43-52
- Apocalipsis 7, 9. 14-17
- Juan 10, 27-30
• El proyecto apostólico de Jesús tiene unos orígenes modestos; empieza con unos pescadores que acogen la invitación del Maestro, su madre que lo acompañaba a todas partes, algunos familiares y amigos; todos se conocían; las comunicaciones fluían con espontaneidad. Esta familiaridad de los orígenes se ve perturbada por la llegada de judíos y paganos que acogen con entusiasmo el anuncio del Resucitado.
• El primer ajuste organizacional fue la creación del grupo de los diáconos, cuya misión consistía en atender las obras sociales de la naciente comunidad, estar pendientes de las viudas y los huérfanos, visitar a los enfermos; así los apóstoles podían dedicarse a lo esencial, que era el ministerio de la palabra.
• Hay una enorme diferencia entre la estructura simple de la Iglesia de los primeros años y la complejidad de la Iglesia de hoy, que debe atender a 1.200 millones de bautizados, y administrar con eficiencia una compleja red de hospitales, colegios, obras sociales, seminarios, puestos de misión, etc., etc. ¿Qué debemos hacer para que la Iglesia de hoy no se convierta en una fría e impersonal corporación internacional y conserve el encanto de los orígenes? Regresemos a las páginas de los evangelios. Leamos atentamente los textos que nos propone la liturgia y preguntémonos qué nos dice el Señor hoy.
• La liturgia de este domingo se centra en la figura del Buen Pastor y de las relaciones que establece con sus ovejas. Se trata de una figura que es muy familiar a los escritos del Antiguo y del Nuevo Testamento; recordemos que la cultura de Israel giraba alrededor de las faenas del campo. Veinte siglos después, los lectores tenemos dificultad para comprender el alcance de este lenguaje, pues somos predominantemente urbanos, poco familiarizados con la vida campesina.
• ¿Qué nos quiere decir el Señor hoy a través de la sencilla imagen del pastor que cuida sus ovejas? Lo primero que percibimos es que se trata de un lenguaje que nos habla de la cercanía entre la comunidad de fe y el Señor.
• Cuando reflexionamos sobre la Iglesia, tenemos que dejar a un lado los modelos organizacionales propios de nuestra cultura, donde los organigramas describen las autoridades personales y colegiadas de gobierno, sus funciones, líneas de autoridad, etc. Aunque la Iglesia es una estructura compleja, su naturaleza y su misión no caben en el formato de un organigrama. Más allá de todas las estructuras y formas organizacionales, la Iglesia debe entenderse como comunidad de fe; y esto se ilumina desde la sencilla imagen del Buen Pastor y su rebaño: el pastor guía, protege, cura, busca las mejores condiciones para sus ovejas.
• Este lenguaje sencillo del Buen Pastor también contiene unas orientaciones precisas respecto al estilo que debe inspirar a los que lideran la Iglesia. El paradigma es la imagen del Buen Pastor. Se equivocan aquellos que asumen posiciones de poder. Jesús espera que sus inmediatos colaboradores sean auténticos pastores y no displicentes funcionarios que atienden con desgano los servicios que demandan los fieles. El Papa Francisco ha expresado con claridad y firmeza el modelo de Iglesia que él quiere fortalecer, atendiendo las solicitudes y preocupaciones expresadas por los Cardenales en las sesiones que precedieron el Cónclave. Hay que regresar a una Iglesia sencilla, que camina junto a sus fieles y comparte sus angustias y esperanzas, que se identifica con la causa de los pobres.
• Sigamos explorando el significado de este texto del evangelista Juan que, en su brevedad y sencillez, nos traza unas pinceladas muy claras para la vida de la Iglesia. La imagen campesina del pastor nos trasmite un mensaje de cercanía, calidez, compromiso. ¿Qué nos sugiere la imagen del rebaño? Nos invita a pensar en asociatividad, solidaridad, avanzar juntos.
• Esta imagen que privilegia el sentido de pertenencia a un cuerpo choca fuertemente con el individualismo de la cultura contemporánea que exalta el éxito individual y el espíritu de competencia. Está muy extendida la aceptación del todo vale como atajo para llegar a donde la ambición se propone.
• La historia de la salvación es esencialmente comunitaria, no individualista. Dios establece su alianza con un pueblo; Jesús selecciona a un grupo de sencillos pescadores para que sean sus colaboradores inmediatos; el Señor resucitado confía a sus discípulos la misión de comunicar a todos los pueblos la buena nueva de la salvación. La auto manifestación de Dios es a la comunidad. No es posible recorrer el camino de la fe de manera individualista; las aguas bautismales nos permiten entrar a formar parte de la comunidad de fe; en esa comunidad escuchamos la Palabra, participamos de los sacramentos, damos gracias, pedimos la ayuda del Señor. Esta visión de la fe vivida y expresada en el seno de una comunidad se ve seriamente amenazada por el individualismo tan propio de la cultura occidental.
• Vemos, pues, que estas sencillas imágenes del pastor y su rebaño nos ofrecen pistas muy ricas para la renovación de la Iglesia que busca una mayor sencillez y cercanía para ser así un instrumento adecuado para llevar a cabo la nueva evangelización.