Amar es el principal mandamiento

Pensando en Voz Alta

Por: Enrique A. Gutiérrez T., SJ.

Si analizamos lo que nos entregan las canciones, lo que expresan los poetas y los literatos, lo que dicen los enamorados, encontramos que la palabra más común es amor: te amo, ámame y cosas semejantes. ¿Qué tanto hay de fondo en esto? No lo sé. Veamos.

Si midiéramos el nivel de amor entre los seres humanos por la cantidad de canciones compuestas con este tema, todo el mundo viviría de una manera cordial, habría excelentes relaciones entre las personas, nadie maltrataría a otro ser humano, no habría violencia, muerte o destrucción. Todo sería un paraíso. La realidad nos muestra algo diferente.

De la misma manera, si leemos lo que se ha escrito en cuanto a poemas y novelas se refiere, no nos alcanzaría la vida para leer toda esa literatura. Pero, lo que encontramos en la vida diaria es diferente. Las parejas se separan o divorcian, las relaciones de pareja se alteran, la infidelidad camina por nuestras calles vestida elegantemente, entra en nuestros hogares con toda naturalidad por medio de la televisión, internet y demás medios de comunicación. Le abrimos la puerta y podemos decir que la sentamos a la mesa.

¿Qué expresa ese te amo que suelen decirse los enamorados? ¿Hay allí la expresión de un verdadero amor, o son frases para endulzar el oído de la pareja? ¿Qué tan estable y firme puede ser un amor construido sobre bases inestables, sobre caprichos y sobre falsas promesas? ¿Por qué hay tanta ruptura matrimonial en las parejas actuales? ¿Acaso el matrimonio es algo desechable? Así parece, por lo que vemos y nos rodea.

Debemos ir más allá. No podemos quedarnos en lo analizado hasta ahora. El amor como precepto fundamental se refiere también al amor a Dios vivido en el amor al hermano, al prójimo, al que está más cerca de mí. Ese amor también ha sido trivializado en los poemas, las canciones y la literatura. Pero, cuando es verdadero, es un amor que lleva a dar la vida por quien se ama, porque es el reflejo del amor de Dios hacia la humanidad y el amor de cada ser humano a Dios. ¿Realmente estoy dispuesto a dar la vida por la persona a quien amo?

No se trata, dice san Ignacio de Loyola, de hablar sino de actuar, pues el amor se muestra no tanto en las palabras cuanto en las obras. Por esto, me debo preguntar si en mi vida hay obras, acciones, hechos concretos que expresen el amor a Dios vivido en el amor a los seres humanos, rostros concretos, que tienen sus problemas y angustias, que están a mi lado como imágenes de Dios.

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