La Virgen de las Candelas, de la Candelaria, Nuestra Señora de la Luz. Todos son nombres para hacer referencia a la celebración de este día, en el cual se nos recuerda la celebración de la Presentación del Señor en el Templo y la Purificación de la Virgen María. Es, ante todo, una fiesta del Señor que la piedad popular la ha volcado hacia la Santísima Virgen. Cuestiones de la religiosidad de nuestro pueblo pero que nos ayudan en el crecimiento de la fe.
El hecho del nacimiento del Señor, celebrado hace cuarenta días, fue algo que cambió el curso de la historia porque Dios se metió para siempre en nuestro diario caminar al hacerse uno de nosotros, igual en todo, menos en el pecado. Por esa razón, fiel a las costumbres y a la ley del pueblo judío, debe cumplir por medio de sus padres lo que la tradición señala. Así, ellos llegan al templo para cumplir sus deberes como creyentes.
El centro de la celebración es recordar a los creyentes que Jesús es la luz del mundo, pues así lo ha llamado el anciano Simeón a la entrada del Templo. Es el anticipo de lo que debemos celebrar en la noche de Pascua cuando se proclama a Cristo como la luz, por su muerte y resurrección. Hoy, desde su infancia, Cristo sigue proclamándose a sí mismo como la luz que ilumina a todo ser humano que llega a la existencia.
Seguir a Cristo, que es la luz, es caminar por senda segura, es reconocer que por difíciles que sean los senderos que debemos recorrer, podemos sentirnos tranquilos porque el Señor nos ilumina, como lo proclaman las palabras de Simeón. Hoy, como ayer, es necesario proclamar ante el mundo que quienes tenemos fe, reconocemos a Cristo como luz, que deseamos que dicha luz brille en nuestro interior para así transitar por el sendero recto.
El mundo en el cual vivimos es complicado, vive en las tinieblas, se encuentra a veces perdido y desorientado. La razón de esto es la carencia de luz, la que se ha rechazado muchas veces y que hemos pretendido ocultar o esconder. Abrir el corazón, dejar que la luz entre en nuestro interior, es aceptar a Cristo como razón y sentido de nuestras vidas.
Por otro lado, la luz en la persona de Jesús nos llegó por medio de María, quien aceptó ser la madre de Jesús, del Dios hecho hombre. Por eso considero que la piedad cristiana y la tradición popular no están demasiado alejadas de la verdad, al contrario, están muy enfocadas, porque se hace realidad lo que decía un autor «a Jesús se llega por María». Dejemos que ella nos guíe para alcanzar la luz.
Dejemos que Cristo ilumine el camino de nuestra vida, permitamos que María sea la maestra que nos lleve a Él. Que la luz de Cristo nos ilumine.