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El cuarto Rey Mago

Pensando en Voz Alta

Por: Enrique A. Gutiérrez T., SJ

Es una sencilla historia que leí hace tiempo. Hay una película que lleva ese título. Es la historia de un hombre que busca a Jesús durante toda su vida. Lo encuentra al final de la misma, cuando está a punto de morir en la cruz. La otra historia es la de un joven que sigue a Jesús, no importándole las dificultades que debe atravesar, que las otras personas que habían seguido a Jesús, lo hubieran abandonado al ver los inconvenientes y dificultades que debió enfrentar durante su vida pública. Este personaje siempre le respondió a Jesús, cuando le preguntó por qué no se iba como los demás, “yo con mi rey”.

Estas dos historias nos ayudan a comprender lo que significó para esos personajes sabios del Oriente, la búsqueda de Jesús, siguiendo la estrella que les iba mostrando el camino. Debieron hacer frente a dificultades, peligros, arriesgaron la vida. Fueron constantes, la recompensa fue grande: encontraron al Mesías, al anunciado por los profetas. Es lo que todos nosotros queremos hacer, buscar y encontrar a Jesús, luz del camino y sentido de nuestras vidas. La estrella puede aparecer en cualquier momento de la vida, puede ser una persona, una situación, un acontecimiento o una circunstancia de la vida. El Señor nos guía y nos conduce hacia Él.

Hemos vivido las fiestas de navidad y comienzo de año. El próximo martes reanudaremos las actividades ordinarias de nuestro trabajo y nuestro quehacer. Regresamos a lo que se llama el tiempo ordinario, dentro de la vida litúrgica de la Iglesia. Es el tiempo en el cual no hay celebraciones especiales. Eso tiene sentido aun para lo puramente laboral y cotidiano. No podemos estar toda la vida en fiestas y celebraciones, en vacaciones. La vida sería demasiado agotadora si todo el año fuera al ritmo de las celebraciones navideñas y de fin de año. Es bueno el paréntesis, el descanso y el esparcimiento. Pero todo tiene su medida y razón.

Estoy seguro de que el final del año y el comienzo del nuevo han sido para todos nosotros oportunidad para dar gracias a Dios por lo que vivimos en el año anterior y un colocar en sus manos el recorrido de este 2025. Renuevo una vez más, mi invitación para asumir en serio el esfuerzo para cumplir las metas y propósitos que nos hemos propuesto. Esto será decisivo en este nuevo caminar. Poner la voluntad y el empeño para lograrlo depende de cada uno de nosotros.

Por eso, cuando se reanuda la labor ordinaria de nuestras vidas, vale la pena reafirmar el compromiso de búsqueda del sentido de la misma, de esa persona que lo es todo porque es Camino, Verdad y Vida, porque es Luz, no es otro que Jesús de Nazareth, el Dios hecho hombre, a quien contemplamos como Niño en el pesebre de Belén, a quien vimos como hijo de familia en el hogar de Nazareth. Ese Dios que se hizo semejante en todo a nosotros, menos en el pecado, es el Dios en quien creemos y que padeció, murió y resucitó por nosotros, dando la prueba mayor de amor que persona alguna puede asumir: dar la vida por quienes ama. “Yo con mi rey”, es mi mensaje
para hoy.

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