Hace pocos días culminó el reinado de Cartagena. Durante varias semanas recibimos noticias de lo que allí aconteció. Se eligió una nueva soberana. Unos pudieron quedar contentos, otros, tal vez, no tanto. Sin embargo, en el fondo, esa elección no cambió cosa alguna en nuestras vidas. Estamos acostumbrados a elegir reinas y reyes de muchas cosas. Me atrevería a decir que cada semana en algún rincón de la geografía colombiana se elige un rey o una reina.
Lo anterior me permite hacerme la siguiente pregunta ¿Qué sentido y qué valor pueden tener para nuestra vida este tipo de elecciones? ¿Afectan en algo nuestra manera de ver y vivir la realidad? ¿Tienen implicaciones y consecuencias en cuanto a opciones de vida se refiere? Me atrevo a responder que no, que es parte de la cultura en la cual nos desenvolvemos y que la importancia que le damos no pasa de lo circunstancial y anecdótico. ¿Sucederá lo mismo cuando hablamos de Cristo Rey, cuya solemnidad celebramos este domingo? Me inclino a pensar que son dos realidades diferentes, que no tienen puntos comunes.
La clave está en la conversación entre Jesús y Pilatos. Este le pregunta ¿con que tú eres rey? Jesús le contesta: “Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz”. Lógicamente en el trasfondo hay otra pregunta que no aparece en este pasaje, pero está en el mismo contexto. Me refiero a la pregunta de Pilatos ¿Qué es la verdad?
Cada uno de nosotros puede dar la respuesta que considere conveniente. El asunto es que sea la respuesta que sea, esta implica el sentido de la vida, porque está en juego lo que consideramos la verdad. ¿Qué sucede cuando se trata de una persona que es el testigo de la verdad, que nos invita a seguirla, a arriesgar la vida por esa verdad, a ser coherentes en nuestra manera de actuar con esa verdad, que no es una simple teoría, una idea o algo semejante?
Aceptar y asumir en la vida ese reinado de Cristo, que no crea dependencia, que transforma y libera, es asumir la radicalidad del seguimiento de Jesús con todas sus consecuencias, es hacer de nuestra vida un testimonio vivo y eficaz que invita al compromiso real y efectivo. No es comprometerse con una ideología, es apostarle a vivir el amor y el servicio como expresiones de esa verdad que es la persona de Jesús. Es construir el “reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, del amor y de la paz”.
Siempre me he preguntado por qué Pilatos no recibió respuesta de Jesús a su pregunta sobre la verdad. Me atrevo a dar una respuesta: era una pregunta formal, donde no había el compromiso real de la búsqueda de la verdad, no había un corazón bien dispuesto y por eso, el silencio fue la respuesta. No estaban dadas las condiciones para que se asumiera la respuesta que encontramos en el capítulo 14 del mismo evangelio de Juan: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Ahí está la clave. Pregúntate cuál hubiera sido tu respuesta a la pregunta de Pilatos ¿Qué es la verdad?