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«Andaban como ovejas sin pastor»

El mensaje del domingo

XVI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B
Jeremías 23, 1-6; Salmo 23 (22); Efesios 2, 13-18; Marcos 6, 30-34

Cuando los apóstoles regresaron de su misión y se reunieron con Jesús, le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Entonces les dijo: “Vengan ahora ustedes a un lugar solitario y despoblado y descansen un poco”. Porque eran tantos los que iban y venían que no les quedaba tiempo ni para comer. Se fueron, pues, en la barca a un lugar despoblado y solitario. Pero muchos los vieron irse y se dieron cuenta, y a pie se fueron corriendo de todos los pueblos y llegaron allá antes que ellos. Al desembarcar Jesús y ver toda esa multitud, sintió compasión por ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; entonces empezó a darles muchas enseñanzas. (Marcos 6, 30-34).

 

  1. “Vengan ahora ustedes a un lugar solitario y despoblado y descansen un poco”.

El domingo pasado el Evangelio nos contaba cómo Jesús eligió, llamó y envió a los primeros doce apóstoles para que comunicaran la Buena Noticia del Reino de Dios que él había empezado a proclamar. Ahora ellos regresan de su recorrido y, después de contarle lo que han hecho y enseñado, son invitados por Él a descansar. Este detalle es especialmente significativo y nos muestra cómo Jesús se preocupa por el bienestar de sus discípulos. Y podemos aplicarlo a nuestra vida, pues si bien el ser humano necesita por lo general trabajar para procurarse el sustento y cumplir la misión que Dios le ha encomendado, para realizarla debidamente necesita del descanso.

Quien trabaja en tareas de gran responsabilidad no pocas veces tiene que atender a las solicitudes que le llegan en tiempos previstos para el reposo. También muchas personas se ven obligadas a multiplicar sus esfuerzos para poder conseguir el sustento propio y de sus familias, privándose con frecuencia del descanso. Pero, por otra parte, no faltan los adictos al trabajo que desconocen la necesidad de descansar, negándose cualquier posibilidad de re-creación y por lo mismo deteriorando así su salud, lo cual les impide rendir mejor en sus labores.

Escuchemos, por tanto, como también dirigida a cada uno y cada una de nosotros, la invitación que les hace Jesús a sus discípulos en el Evangelio de hoy: “descansen un poco”. Porque, para poder realizar bien la misión que el Señor nos ha encomendado, es necesario un descanso re-creativo, es decir renovador, buscando espacios y tiempos de distensión. El evangelista precisa y reitera que Jesús y sus discípulos se fueron a un lugar despoblado y solitario. Todos necesitamos apartarnos del ruido y del atafago cotidiano para disfrutar de momentos de silencio interior y de una soledad renovadora. Parte integrante e importantísima del descanso es el sueño, al cual debemos destinar los espacios y tiempos necesarios. ¿Existen en mi vida espacios y tiempos adecuados de descanso? ¿Los busco y los aprovecho como es debido? ¿Qué factores me pueden estar impidiendo un descanso renovador? ¿Qué debo hacer en adelante al respecto?

 

  1. Al desembarcar Jesús y ver toda esa multitud, sintió compasión por ellos

En la lengua griega en la cual fueron redactados originalmente los cuatro Evangelios, el término empleado para referirse a que Jesús “sintió compasión” equivale a “se le revolvieron las tripas”, una imagen viva de lo que significa el amor de Dios hecho hombre, que quiso precisamente tener entrañas o vísceras humanas para sentir y compartir con nosotros las situaciones difíciles o dolorosas y acompañarnos en la búsqueda de solución a nuestros problemas. Y por eso mismo podemos decir que el amor compasivo de Dios a nosotros es un amor “entrañable”.

Ahora bien, el Evangelio no sólo nos invita a reconocer el amor compasivo de Dios manifestado personalmente en Cristo, sino también a sentir y actuar como Él lo hizo, especialmente en relación con las personas necesitadas. Una de las causas más profundas de la situación de injusticia social y de violencia en que se encuentra nuestro país es la falta de compasión, la indiferencia que lleva a muchos a desentenderse de los problemas de los demás, encerrándose en el egoísmo.

Surgen por tanto otras preguntas para la revisión personal. ¿Cómo me afectan los problemas de los demás? ¿Siento compasión por los que sufren? ¿Me importan los demás, o me desentiendo de ellos y sólo pienso en mis propios intereses personales?

 

  1. Andaban como ovejas sin pastor; entonces empezó a darles muchas enseñanzas.

En la primera lectura de hoy dice el profeta Jeremías (23, 1-6), refiriéndose a los reyes de Israel que habían promovido la idolatría, la corrupción y la injusticia social en el pueblo de Dios: “Ay de los pastores que dejan que se pierdan y dispersen las ovejas de mi rebaño…”. Y agrega: “Vendrá un día en que haré que David tenga un descendiente legítimo, un rey que reine con sabiduría y que actúe con justicia y rectitud”. De esta forma anunciaba al Mesías prometido como buen pastor del nuevo pueblo de Dios, que es la Iglesia de Cristo.

A Jesús en efecto puede aplicársele en todo su sentido el Salmo 23, salmo responsorial de la Eucaristía de hoy, que comienza diciendo “El Señor es mi pastor”. Y Él quiso contar con colaboradores que continuaran la tarea. Sin embargo, hoy también podemos decir con el evangelista que mucha gente anda “como ovejas sin pastor”, abandonada y desorientada no sólo por la escasez de vocaciones, sino también por la falta de fidelidad y entrega de quienes no cumplen debidamente con su misión pastoral.

Ahora bien, la colaboración en la tarea pastoral de Cristo, quien, como dice el apóstol san Pablo en la segunda lectura de hoy (Efesios 2, 13-18) “vino a traer buenas noticias de paz a todos”, no sólo les corresponde a los sacerdotes, religiosos y religiosas. Es un deber de todos, pues a todos los bautizados nos invita el Señor a contribuir en la construcción de una comunidad cuyos integrantes no se sientan abandonados ni desorientados. Terminemos por tanto con esta otra pregunta: ¿qué estoy haciendo y que debo hacer para colaborar con el Señor en la continuidad de su misión pastoral?

 

Conclusión

Pidamos, pues, invocando la intercesión de María santísima, por las vocaciones al sacerdocio ministerial y a los demás ministerios de la Iglesia, y también por todas las personas que en virtud de su bautismo y su confirmación son llamadas a colaborar en la misión pastoral de Cristo, para que, con una actitud de compasión semejante a la del Buen Pastor, contribuyamos todos a la construcción de una comunidad de amor en la que vivamos la paz que nos trae la presencia de Dios en Jesucristo nuestro Señor. Así sea.

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