Lecturas: Números 11, 25-29; Salmo 19 (18), 8-14; Santiago 5, 1-6; Marcos 9:38-43, 45, 47-48
Cuando estaban en Cafarnaúm, Juan le dijo a Jesús: “Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y, tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros.” Pero Jesús dijo: “No se lo impidan, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros. Todo aquel que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que son de Cristo, les aseguro que no perderá su recompensa. Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. (Marcos 9:38-43, 45, 47-48).
1.- Contra el fanatismo discriminador
“Hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y, tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros”, le dice Juan a Jesús. “Expulsar demonios” en el lenguaje bíblico significa vencer las fuerzas malignas. Y el nombre de Jesús, que en hebreo significa “Yahveh salva”, designa la misión liberadora del Mesías, término también hebreo que en griego se dice Cristo y significa Ungido. En este sentido, lo que le dice Jesús a Juan coincide con lo que doce siglos antes, según lo que cuenta en la primera lectura el libro de los Números (11, 25-29), le había replicado Moisés a quien le comentó que otros estaban profetizando -hablando en nombre de Dios- y le pidió que les prohibiera hacerlo: “Quién me diera que todo el pueblo de Yahveh profetizara porque Yahveh les daba su espíritu”.
Lejos de Jesús está, y lejos debe estar también de sus seguidores, cualquier tipo de discriminación que impida a los demás ser instrumentos o beneficiarios de la salvación obrada por Él. Por eso, en lugar de pretender que la Iglesia sea una institución cerrada e inquisidora que excluye, lo que debemos hacer quienes seguimos a Jesús es abrirnos a cooperar con todas las personas de buena voluntad, así sean de otras religiones, o incuso de ninguna, en proyectos comunes de construcción de una sociedad justa y pacífica en la que todos nos reconozcamos en nuestra dignidad y en nuestros derechos humanos.
2. Escandalizar a los pequeños es un crimen que clama al cielo
En nuestro lenguaje el término “escándalo” suele usarse como sinónimo de gritería, pero en su origen designa la piedra de tropiezo, y por eso Jesús en el Evangelio usa el verbo “escandalizar” para referirse al hecho de hacer caer a otros en el pecado. Es significativa la relación entre la piedra de tropiezo y la “gran piedra de molino”, atado a la cual dice Jesús simbólicamente que debería ser echado al mar quien escandalice a los “pequeños”. Aquí los “pequeños que creen” pueden entenderse como las personas sencillas que siguen a Jesús; pero también podemos aplicar estas palabras de Jesús al escándalo que se comete con los menores, vulnerables e indefensos.
Quienes corrompen a los niños o a cualquier persona en condición de vulnerabilidad, se encuentran no sólo entre sacerdotes, religiosos o religiosas, sino también entre laicos y laicas; no sólo entre célibes sino también entre convivientes en pareja; y no sólo entre miembros de la Iglesia católica sino también de otras confesiones religiosas, e incluso entre los no creyentes. Todos los corruptores de menores deben ser denunciados y castigados: los abusadores sexuales y en general quienes se aprovechan de los niños y niñas para inducirlos a conductas impropias de la dignidad humana, quienes los reclutan para la prostitución, para el narcotráfico, o para armarlos y dedicarlos a la violencia.
Lo que dice la palabra de Dios al final de la segunda lectura (Carta de Santiago 5, 6: “Ustedes han condenado y matado a los inocentes sin que ellos opusieran resistencia”) puede ser aplicado también en este sentido. Hay muchas maneras de acabar con la vida de los inocentes, y entre ellas está precisamente la corrupción de menores.
3. Jesús nos exhorta a evitar toda ocasión de pecado
Las palabras de Jesús en la última parte del Evangelio de hoy tienen un sentido simbólico: poner todos los medios que estén de nuestra parte para evitar el pecado. El término Gehenna, que corresponde a lo que también se denomina el “infierno”, es una derivación del nombre Gehinnom, que se le daba a un quemadero de basura situado cerca de Jerusalén, y se aplicaba al castigo que merecían los criminales. Jesús lo emplea para referirse al estado de condenación eterna de quienes hayan optado por vivir lejos de Dios, es decir, lejos del Amor, encerrados en sus egoísmos y empecinados en sus conductas agresoras.
A la Gehenna se opone “la Vida”, identificada al final del Evangelio con el “Reino de Dios”. Este Reino consiste en el poder de la presencia amorosa del Señor que da vida eterna a toda persona que acoge sus enseñanzas y las pone en práctica. Pidámosle pues al Señor, invocando la intercesión de María santísima y de todos los santos, que nos ayude a evitar el fanatismo discriminador, el escándalo corruptor y todas las ocasiones de pecado.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Cómo siento que debo evitar en mi vida las posiciones fanáticas de discriminación?
2. ¿Qué pienso que debo hacer si recibo información sobre hechos de corrupción de menores?
3. ¿Cómo considero que debo evitar toda ocasión de pecar, respondiendo a la invitación del Señor?