Lecturas: Jeremías 33, 14-16; 1ª Tesalonicenses 3,12–4,2: Lucas 21, 25-28. 34-36
Estando Jesús junto al templo de Jerusalén, les dijo a sus discípulos: Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, anímense y levanten la cabeza, porque se acerca su liberación. Guárdense de que no se hagan pesados sus corazones por el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, y venga aquel día de improviso sobre ustedes, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan la faz de la tierra. Vigilen, pues, orando en todo tiempo, para que tengan fuerza y escapen a todo lo que está por venir y puedan estar en pie delante del Hijo del hombre. (Lucas 21, 25-28. 34-36).
Comienza hoy un nuevo ciclo anual en la liturgia de la Iglesia con el Adviento, término que significa venida, llegada, advenimiento. La petición del Padrenuestro “venga a nosotros tu reino” -en latín adveniat regnum tuum- es especialmente significativa en este tiempo durante el cual nos preparamos para celebrar la Navidad, y en el que se nos invita a la conversión, a la esperanza y a la vigilancia.
La tradición cristiana católica conserva un símbolo para esta época, llamado “Corona de Adviento”: un círculo de ramas del que surgen cuatro velas. Cada uno de los cuatro domingos se prende una hasta que quedan todas encendidas. Pueden ser cuatro moradas o tres moradas y una rosada, que es el color litúrgico del Adviento, situadas alrededor de una blanca que representa el nacimiento de Jesús, luz del mundo, y se enciende en la noche del 24 de diciembre.
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El Adviento, tiempo de conversión
El libro del profeta Jeremías nos presenta en la primera lectura (33, 14-16) un anuncio del Mesías prometido, descendiente del rey David, “que establecerá la justicia y la rectitud”, cuya misión es iniciar y llevar a cabo la realización plena del Reino de Dios, un reino de amor, de justicia y de paz, que implica el reconocimiento efectivo de la dignidad y los derechos de todos los seres humanos, empezando por los más débiles y excluidos.
Esta profecía comenzó a cumplirse hace poco más de veinte siglos, sin embargo, hoy como entonces, necesitamos que la acción redentora de Jesús llegue efectivamente hasta nosotros como resultado de una disposición sincera a convertirnos, dejándonos transformar por su Espíritu.
Nuestro proceso de conversión a Dios, es decir, el paso del egoísmo al Amor, porque Dios es Amor, nunca podemos darlo por terminado en esta vida. Por eso el tiempo del Adviento es una ocasión muy propicia para examinar nuestra conciencia y expresar nuestra actitud de conversión a Dios de manera especial mediante el Sacramento de la Reconciliación.
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El Adviento, tiempo de esperanza
La venida de Dios hecho hombre a la tierra no es sólo un hecho que sucedió hace poco más de 20 siglos con el nacimiento de Jesús. Él sigue llegando a cada persona dispuesta a recibirlo. Cada vez que celebramos la Eucaristía repetimos después de la consagración la misma invocación con que los primeros cristianos expresaban la esperanza en su venida gloriosa y que quedó escrita al final del Nuevo Testamento en el penúltimo versículo del Apocalipsis: ¡Ven, Señor Jesús! (Ap. 22, 20). De modo similar, en la novena de Navidad que pronto volverá a resonar con sus gozos, decimos: Ven a nuestras almas, ven no tardes tanto.
Así expresamos nuestra esperanza en el Reino de Dios, que ya vino en la persona de Jesús, que sigue llegando a nosotros cuando escuchamos la Palabra de Dios y en especial al recibirlo en la comunión, y que se manifestará plenamente en su venida gloriosa al final de los tiempos. El “final de los tiempos” será el momento de nuestro paso de la vida presente a la eternidad. Mientras tanto, tenemos que afrontar las situaciones difíciles de esta vida presente. El lenguaje de la Biblia llamado apocalíptico describe el paso de este mundo al futuro con las imágenes simbólicas de un cataclismo universal, pero no para que nos sumamos en el pesimismo, sino para que, animados por la esperanza, en lugar de agachar nuestras cabezas como esclavos oprimidos, las levantemos para que el Señor nos libere de las cadenas del egoísmo, como dice Jesús en el Evangelio: “anímense y levanten la cabeza, porque se acerca su liberación”.
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El Adviento, tiempo de vigilancia
El tiempo de las fiestas de Navidad, que la publicidad comercial inicia incluso desde antes del Adviento con sus anuncios y decoraciones, suele ser para muchos un tiempo de rumba en el que abunda el licor y se multiplican los afanes materiales, mientras lo que verdaderamente significa la conmemoración del advenimiento y nacimiento de Jesús pasa a un segundo plano o simplemente desaparece. Frente a este olvido del sentido auténtico del Adviento y la Navidad, la palabra de Dios nos invita a no dejarnos encadenar por el libertinaje, la embriaguez o el ajetreo de las preocupaciones materiales, como dice san Pablo en la segunda lectura (1ª Tesalonicenses 3,12 – 4,2).
Expresemos pues con hechos concretos, durante este tiempo del Adviento, nuestra disposición a celebrar las fiestas navideñas como una oportunidad de renovación en la que tenga prioridad la dimensión espiritual de nuestra vida. Y que, al evocar en esta Navidad a María Santísima y San José, hagamos de nuestra vida un pesebre en el cual recibamos con gozo, como ellos, el advenimiento del reino de Dios, que es el poder del Amor, encarnado en el Niño de Belén y que vendrá glorioso a nosotros al final de los tiempos.
Preguntas para la reflexión
- ¿Cómo percibo que debo vivir espiritualmente el Adviento en su sentido de un tiempo de conversión?
- ¿Qué siento que debe significar para mí vivir espiritualmente el Adviento como un tiempo de esperanza?
- ¿Cuál considero que es, a la luz de la Palabra de Dios en los textos bíblicos de hoy, el modo en que debo vivir el Adviento como un tiempo de vigilancia?