Lecturas:
- Job 38: 1-11
- Salmo 106
- 2 Corintios 5: 14-17
- Marcos 4: 35-41
En todos los momentos de la vida individual y colectiva, existen amenazas que atentan contra la paz y la armonía de la humanidad, contra su buen ser y su bienestar.[1] Es una manifestación incontrovertible de nuestra inevitable fragilidad: siempre hay tendencias contrarias a la felicidad. Las de estos tiempos están en las eternas crisis económicas, las amenazantes determinaciones de gobiernos que proponen cambios negativos en asuntos tan sensibles como los servicios de salud, los derechos pensionales y laborales, la educación, violencias tan persistentes como las guerras en Ucrania y en Gaza, inaceptables desde todo punto de vista, crisis y sentimientos de temor desde aquellos que son explosión de la desesperanza, dolorosa respuesta a los continuos sinsabores de la vida, pasando también por los momentos de sufrimiento personal, cuando la inevitable fragilidad toma proporciones desoladoras, hasta el encerramiento en tragedias sin retorno. Son enfermedades sociales que ponen a muchas de nuestras colectividades y prójimos en unidad de cuidado intensivo.[2]
Es innegable que tantas situaciones negativas asustan, crean un sentimiento colectivo de miedo y angustia, inciden en el incremento de las enfermedades mentales, desestabilizan los modos y proyectos de vida de muchos en el mundo. [3] Pero más allá de esto, estamos ante una explosión de vida que no se resigna al fracaso, es la profecía del sentido definitivo de la existencia como reacción y resistencia a esa cultura de la muerte.
También el mal moral, el pecado, es fuente de grandes miedos e inseguridades. No en vano solemos decir que no se puede dormir tranquilamente cuando la conciencia nos reclama serias responsabilidades en este sentido. Angustia y remordimiento para quien lo comete, sufrimiento y sentimiento de ofensa para quien lo padece. En el ámbito católico el sacramento de la penitencia-reconciliación es remedio para las conciencias, misericordia de Dios mediada en la Iglesia, consuelo para el penitente, vuelta a la paz interior, recuperación del gozo de vivir, superación de los temores. [4]
¿Cómo hablar de esperanza en estos tiempos de crisis? ¿Cómo motivar para vivir una esperanza real, encarnada en la historia, con capacidad de movilizar el sentido de la vida y de influir constructivamente para modificar el curso negativo de estos acontecimientos? [5] Sobre las diversas respuestas que se dan a esta cuestión de fondo, asunto prioritario en la agenda del bien común, hay que someter a juicio crítico los mesianismos políticos y religiosos que manipulan las carencias del pueblo para lograr rendimientos electorales y proselitistas en sus respectivas cofradías. Son muchos los falsos profetas, los que prometen redención de la pobreza y la corrupción y, una vez, en el poder, dan la espalda a quienes los eligieron dedicándose a resolver sus intereses de partido. O el caso de los predicadores apocalípticos que asustan con imágenes de un Dios mágico que pasa costosas cuentas de cobro a sus creyentes. [6]
Las lecturas de este domingo son una invitación al análisis crítico de estas realidades, a hacer conciencia de nuestros miedos, y a la búsqueda de una esperanza activa, arraigada en la realidad, dinámica, innovadora, creativa: “Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: ¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos? Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: ¡silencio! Cállate! El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: ¿por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?”[7]
El relato surge en medio de las dificultades que vivían las comunidades cristianas primitivas en el imperio romano. El mar simboliza el peligro, amenaza para quienes viven cerca de él, por ahí se aproximan los perseguidores. La comunidad, aún escasa y débil, es como la nave sometida al ímpetu de la tempestad. Muchos pierden la fe y naufragan ante las presiones de ese medio tan hostil. El texto es un recuerdo de que Jesús nunca ha abandonado, ni abandonará, la barca de la humanidad, de la Iglesia. Esta certeza da sentido y solidez a la fe de la comunidad.[8]
Sea esta Palabra una oportunidad para hacernos conscientes de todo aquello que nos amenaza: nuestros propios fantasmas, los imaginarios que tenemos de sometimiento, las personas que nos han agredido, la injusticia que padecemos, los miedos que nos invaden, el complejo de inferioridad, los factores externos de pobreza, inseguridad económica, vacío emocional. ¿Caemos en el pesimismo y nos resignamos a perder la felicidad? ¿Capitulamos ante tantos argumentos negativos? ¿Nos refugiamos en una religiosidad de culpas y angustias? ¿Sentimos que somos merecedores de estos “castigos”? La genuina espiritualidad cristiana, la que se desprende de la experiencia original de Jesús, es una alternativa liberadora, nos propone creer en Dios y en la humanidad puestos de pie, frente altiva, mirada transparente, coraje, disposición para la lucha, temple y fortaleza: “Por eso, nosotros, de ahora en adelante, ya no conocemos a nadie con criterios puramente humanos; y si conocimos a Cristo de esa manera, ya no lo conocemos más. El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente”. [9]
Con frecuencia los discípulos de Jesús no le entendían su mensaje de esperanza plena y de dignidad, quedaban perplejos ante algunas de sus palabras, se mantenían atados a su condición de creyentes del judaísmo legalista y ritual, tampoco captaban sus reflexiones sobre las contradicciones a las que estaba expuesto por la claridad de sus denuncias, vislumbrando lo que el evangelista Marcos considera como un mesianismo crucificado, esto último les aterraba.[10] Es decir, se escandalizaban ante la posibilidad de un fracaso de las pretensiones de su maestro. Esto se refleja en el texto: “Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: ¿quien es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?” [11] No terminaban de entenderle porque sus mentes estaban atadas a otros modelos religiosos que no coincidían con el proyecto de Jesús.
¿Qué nos dicen lo uno y lo otro? ¿La serenidad y el vigor de Jesús ante las inseguridades de sus discípulos? ¿En qué nos parecemos y en qué tomamos distancia? ¿Cómo es la calidad de nuestra fe? No vamos a presumir de valientes e intrépidos ante las dificultades que nos presenta la vida, todos experimentamos temores e incertidumbres. Pero se impone revisar a fondo nuestra actitud creyente y someterla a proceso crítico con la misma clave de Jesús, si nuestra fe es acomodada a un establecimiento jurídico-ritual, si nos incomoda lo que interrogue estas seguridades religiosas, si no admitimos el aspecto dramático-crucificado de la vida de Jesús.
De todo esto se deriva una invitación al realismo, lo vemos como una consecuencia de la encarnación de Dios en nuestra humanidad, en nuestra realidad, en el aspecto doloroso de la misma, en las muchas cruces a las que estamos expuestos los humanos. En la primera lectura del libro de Job, se dice que el Señor le contesta desde una tempestad, recurso frecuente para hablar de las manifestaciones de Dios en el Antiguo Testamento: “El Señor respondió a Job desde la tempestad diciendo: ¿quién es ese que oscurece mi designio con palabras desprovistas de sentido? Ajústate el cinturón como un guerrero: yo te preguntaré y tú me instruirás”. [12]
Ante la desconfianza de Job, Dios le está demostrando lo que es capaz de hacer por él para frenar todas las adversidades que lo aquejan. Job es símbolo de paciencia, resistencia y discernimiento del sentido mismo de la crisis, vive varias etapas en su proceso, la protesta ante la injusticia que lo aflige, la dependencia del consejo de sus amigos que lo incitan al desencanto frente a Dios, el paulatino reconocimiento de su precariedad y, en lo mismo, el surgimiento de la esperanza y del realismo creyente. [13] Dios lo interpela haciéndole caer en la cuenta de que Él es el Señor de la historia. Las dificultades de la vida no son derrota para quien lo tiene como su principio y fundamento, de esto dan testimonio narrativas heroicas de hombres y mujeres que hicieron frente a la contradicción, incluyendo la ofrenda cruenta de su vida, corroborando con ello ese señorío y el temple profundo que los habilitó para no perder la batalla: “Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: ¡Silencio! Cállate! El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: ¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?” [14]
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Bibliografía:
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[2] RIVAS GARCÍA, Ricardo Marcelino. La crisis del humanismo: una revisión y rehabilitación de los supuestos del humanismo cristiano ante los desafíos del antihumanismo contemporáneo. En Franciscanum volumen LXI número 172; páginas 1-28. Universidad de San Buenaventura. Bogotá, 2019. FROMM, Erich. El corazón del hombre: su potencia para el bien y el mal. Fondo de Cultura Económica FCE. Ciudad de México, 1995.
[3] UNAMUNO, Miguel de. Del sentimiento trágico de la vida. Austral. Barcelona, 1956. GARCÍA-ALANDETE, Joaquín. GALLEGO-PÉREZ, José Francisco. PÉREZ-DELGADO, Esteban. Sentido de la vida y desesperanza: un estudio empírico. En Universitas Psicológica. Volumen 8, número 2, páginas 447-454. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, mayo-agosto 2009.
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[5] MOLTMANN, Jürgen. Esperanza y planificación del futuro. Sígueme. Salamanca, 1987. ESTEVA, Gustavo. La crisis como esperanza. En Bajo el Volcán volumen 8 número 14 páginas 17-53. Universidad Autónoma de Puebla, 2008. NUSSBAUM, Martha C. La monarquía del miedo: una mirada filosófica la crisis política actual. Paidós. Barcelona, 2019. KABAT-ZINN, Jon. Vivir con plenitud las crisis. Kairós. Barcelona, 2009. MARINA, José Antonio. Anatomía del miedo. Un tratado sobre la valentía. Anagrama. Barcelona, 2006.
[6] MAHER, Mónica (coordinadora). Fundamentalismos religiosos, derechos y democracia. FLACSO. Quito, 2019. BELAUNDE MATOSSIAN, Francisco. Fundamentalismo religioso y política. Konrad Adenauer Stitfung. Lima, 2020. ALONSO TEJADA, Aurelio. Hegemonía y religión: el tiempo del fundamentalismo. Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales CLACSO. Buenos Aires, 2009.
[7] Marcos 4: 37-40
[8] SOLHAUNE, Liliana. Jesús en la barca. En https://www.surco.org/sites/default/files/cuadmon/solhaune_0.pdf SICRE, José Luis. El Evangelio de Marcos. Verbo Divino. Estella, 2020. GNILKA, Joachim. El evangelio según San Marcos (dos volúmenes). Sígueme. Salamanca, 1999.MARCUS, Joel. El Evangelio según Marcos (dos volúmenes). Sígueme. Salamanca, 2010. CENTRO BIBLICO VERBO DIVINO. Estudio orante del evangelio de Marcos. Verbo Divino. Quito, 2011. PIKAZA, Xabier. Evangelio de Marcos. La Buena Noticia de Jesús. Verbo Divino. Estella, 2012. MATEOS, Juan & CAMACHO, Fernando. El Evangelio de Marcos. El Almendro. Córdoba, 1993. AGUIRRE MONASTERIO, Rafael. La persecución en el cristianismo primitivo. En Revista Latinoamericana de Teología número 37, páginas 11-42. Universidad Centroamericana José Simeón Cañas UCA. San Salvador, 1996. GIL ARBIOL, Carlos. Los orígenes del cristianismo. En Almogaren número 49, páginas 163-193. Centro Teológico de Las Palmas. Palma de Gran Canaria, 2009. AGUIRRE MONASTERIO, Rafael. Así empezó el cristianismo. Verbo Divino. Estella, 2015. SAENZ, Alfredo. La Nave y las tempestades. Gladius. Madrid, 2005. MARTIN DE LA HOZ, José Carlos. Breve historia de las persecuciones contra la Iglesia. Rialp. Madrid, 2015. FUENTES FUENTES, Jorge Alberto. La persecución en el libro del Apocalipsis: el relato de las víctimas. En Medellín volumen XLVI, número 177; páginas 353-379. Cebitepal Centro Bíblico Teológico para America Latina. Bogotá, 2020.
[9] 2 Corintios 5: 16-17. MESA BOUZAS, Miguel Angel. Espiritualidad para tiempos de crisis. Desclée de Brower. Bilbao, 2014. RAMBLA, Josep. El clamor del Espíritu en época de crisis. En https://www.seleccionesdeteologia.net/selecciones/llib/vol26/102/102_rambla.pdf
[10] CARBULLANCA-NÚÑEZ, César. DE SOUZA NOGUEIRA, Paulo Augusto. Cristología del evangelio de Marcos. En Theologica Xaveriana volumen 67 número 84; páginas 333-359. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, julio-diciembre 2017. j GONZALEZ FAUS, José Ignacio. Locura y escándalo: un Mesías crucificado y una historia marcada por la cruz. En https://www.scielo.br/pteo/a/ms5HGMf4TPqmKrCWh8sCj3d?lang=es VERNOLA, Pablo. Marcos 8: 27-33: una propuesta de identidad para discípulos en tiempo de crisis. En Revista Bíblica número 82; páginas 99-121. Asociación Bíblica Argentina. Buenos Aires, 2020..
[11] Marcos 4: 41.
[12] Job 38: 1-3
[13] MORLA, Víctor. El libro de Job: recóndita armonía. Verbo Divino. Estella, 2004. ARENS, Eduardo. Job, o la teología desde la dignidad humana. En Theologica Xaveriana volumen 60 número 170 páginas 371-394. Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 2010. GUTIERREZ MERINO, Gustavo. Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente. CEP. Lima, 1986. QUEZADA, Javier. El libro de Job: una drama psicológico en forma de panel. En Revista Iberoamericana de Teología número 2, páginas 33-68. Universidad Iberoamericana. Ciudad de México, enero-junio 2006. RAMOS , Alejandro. Job y el sentido del sufrimiento. Universidad Fasta. Mar del Plata, 2018. MAUREIRA PACHECO, Max. Disolución política de la teología: comentarios al libro de Job. En https://www.uv.es/sfpv/quadern_textos/v35p119-132.pdf SANZ GIMENEZ-RICO, Enrique. Job y Qohelet: el dolor y la muerte. En https://www.repositorio.comillas.edu/rest/bitstreams/28436/retrieve CARBAJOSA, Ignacio. Job sienta a Dios en el banquillo. Sobre el sufrimiento inocente. En https://www.it.clonline.org/cm-files/2017/07/18/carbajosa_giobbe:jot_down_spa.pdf
[14] Marcos 4: 39-40.