Lecturas:
- Jeremías 33: 14-16
- Salmo 24
- 1 Tesalonicenses 3: 12 a 4:2
- Lucas 21: 25-36
Los israelitas del Antiguo Testamento vivieron su historia en la espera permanente de un Mesías[1] liberador, esta expectativa fue el hilo conductor de su relato existencial y espiritual.[2] Después de vivir tiempos de esplendor y gloria bajo el reinado de Salomón y de David y otros de sus reyes, cayeron en sucesivas desgracias que los afligieron hasta lo más hondo de sus vidas. Perdieron su autonomía como nación, se vieron despojados de los elementos fundantes de su identidad: el territorio, el templo, la organización social y religiosa, y fueron sometidos a las varias dominaciones de las potencias políticas de la antigüedad: Babilonia, Persia, Grecia, Roma. Los libros históricos del Antiguo Testamento dan cuenta de este recorrido histórico, con sus glorias y sus penalidades; hacen una interpretación teológica de la vida de ese pueblo, valorándola desde el punto central de su fidelidad o infidelidad a Yahvé, desde la permanencia o no en los compromisos adquiridos en la alianza pactada en la travesía del desierto. Su sentido de vida y su esperanza se arraigaban en una materialidad histórica: un país plenamente articulado, desarrollado, configurado según el ideal religioso que le dio origen, plasmado en un ámbito de pertenencia, con unas estructuras que traducían a lo concreto este conjunto de ideales. Pero les sobrevinieron estos desarraigos y la gloria se tornó en crisis. ¿Quién nos salvará en medio de este desconcierto? Es la pregunta que surge en la confusión, la misma que nos hacemos nosotros cuando las cosas nos salen mal.
Los textos bíblicos alusivos al asunto son testimonio del despojo, de las pérdidas, del sentimiento de fracaso del pueblo de Israel. ¿Cómo recuperar los deseos de vivir? ¿Cómo ir al rescate de aquellos ideales? En ese contexto de inseguridad y desesperanza surgió la tendencia religiosa conocida como mesianismo, sus profetas y maestros implementaron una teología de la esperanza, sus expectativas apuntaron a la figura de un salvador, proveniente de Dios, que vendría a liberarlos de sus cautividades y tragedias: “Llegarán los días – oráculo del Señor – en que yo cumpliré la promesa que pronuncié acerca de la casa de Israel y la casa de Judá: En aquellos días y en aquel tiempo, haré brotar un germen justo y él practicará la justicia y el derecho en el país. En aquellos días, estará a salvo Judá y Jerusalén habitará segura. Y la llamarán así: el Señor es nuestra justicia”[3]
Este texto nos sitúa en el tiempo inmediatamente posterior a la destrucción de Jerusalén en el año 587 antes de Cristo. El pueblo está desolado y empieza a tomar conciencia de su situación. Jeremías dirige esta palabra a su gente para decirles que Dios no se ha olvidado de ellos, que hará regresar a los cautivos y que habrá perdón y justicia para todos, las ciudades serán reconstruidas y la prosperidad será una feliz realidad. El Señor hará factible la llegada de un rey justo que los regresará de la cautividad, no como los reyes cuyos errores los llevaron al destierro, ese personaje será llamado “Dios es nuestra justicia”, vendrá a restaurar a Israel. [4] Esta primera lectura inaugura este Adviento 2024, tiempo de esperanza, de re-encantar nuestras vidas y nuestra historia.
¿Cómo cultivar la esperanza en tiempos de crisis?[5] Es la pregunta natural que surge desde nuestro contexto mundial y colombiano. ¿Cómo confiar en Dios, en la vida, en la humanidad, cuando hay tantos motivos para el desencanto y la frustración? ¿El referente del antiguo Israel en la sucesión de sus fracasos nos resulta aleccionador? ¿Cómo llegamos a este tiempo de Adviento, seguramente con más de una penalidad a cuestas, conscientes también de lo que aflige a nuestro mundo, a nuestro país, también con logros y felices realizaciones? ¿Cómo ser testigos del Dios que viene para nuestra salvación en medio de estos vaivenes de felicidad y dolor?
Es imperativo empezar con esta claridad: lo que viene de Dios no es algo etéreo, desconectado de la realidad, como promesas vagas que dan “contentillo” ocasional a quienes se ven afligidos por dramas, carencias, sufrimientos que parecen no tener redención. Con mucha frecuencia el lenguaje religioso, y la mentalidad pastoral que lo respalda, no se inserta en la vida real de las comunidades, prometiendo restauraciones que nunca van a venir, o las remite a eso que llamamos “la otra vida” sin ninguna referencia a las concreciones de la historia, a lo existencial, a las reivindicaciones que superan pobrezas e injusticias. De esto se valió Karl Marx para afirmar que la religión es “opio del pueblo”.[6]
Nosotros mismos somos materia de crisis cuando nos vemos desolados por la enfermedad, por las rupturas afectivas, por las dificultades económicas, por las pérdidas, por las disminuciones de nuestra humanidad. ¿Cuál es la garantía de un genuino sentido de la vida? Viktor Frankl [7] fue un psicoterapeuta austriaco que vivió en su niñez la tragedia de la primera guerra mundial, y en su adultez los efectos devastadores de la segunda, prisionero en campos de concentración, incluyendo los tristemente célebres de Auschwitz y Dachau. Su trabajo profesional lo dedicó a la logoterapia, a la configuración del sentido de la vida mediante esta estrategia terapéutica, fruto de los sufrimientos vistos y vividos en aquellos campos de la muerte, donde la infamia del régimen nazi se ensañó con tantos seres humanos.
En el proceso de la postguerra, el trabajo de este médico psiquiatra y neurólogo es notable por su aporte para recuperar del desencanto causado por este conflicto que aún hoy tiene penosas consecuencias en el mundo.[8] En la perspectiva de este autor la fe religiosa ocupa un lugar determinante, él mismo fue un judío practicante y sincero. Su comprensión del ser humano, gravemente afectado por la guerra, su formación como psiquiatra, y sus convicciones de fe, originan este significativo esfuerzo terapéutico.
Esto es lo que hacen algunas tendencias muy significativas de la teología y de la pastoral[9] en el campo eclesial y en el campo social. Articular la fe en un Dios trascendente, segura garantía de sentido, con una mediación de análisis social, que nos lleva a estructurar cómo esa confianza teologal debe tener consecuencias de transformación y de liberación, sin ocultar la consumación definitiva más allá de la historia.
El Nuevo Testamento, a partir de la novedad de Jesús,[10] nos introducirá en otro tipo de espera y esperanza. El vino en humildad, despojado de vanaglorias, campesino de Nazaret, plenamente obediente al Padre Dios, anunciador de una Buena Noticia configuradora de nuevas ilusiones para todos, con preferencia – siempre lo insistimos – por los últimos del mundo. Por sus posturas es juzgado reo de muerte, condenado y crucificado. Y el Padre Dios lo legitima sacándolo del abismo y resucitándolo, para dar crédito definitivo a todos los seres humanos que confían en esa posibilidad de re-significación total de la existencia.
Por eso, en la carta a los Tesalonicenses, Pablo exhorta a la comunidad a mantenerse fiel a Jesús y a prepararse para el segundo advenimiento: “Que él fortalezca sus corazones en la santidad y los haga irreprochables delante de Dios, nuestro Padre, el día de la venida del Señor Jesús con todos sus santos. Amén. Por lo demás, hermanos, les rogamos y les exhortamos en el Señor Jesús, que vivan conforme a lo que han aprendido de nosotros en la manera de comportarse para agradar a Dios”[11]. Es la existencia cristiana concebida como una vida digna que expresa en la rectitud de su conducta la esperanza en ese Dios que es promesa de plenitud y de sentido. Así como en los textos ya aludidos del Antiguo Testamento, estos relatos también tienen el objetivo claro de mantener la esperanza de un pueblo que se sentía zarandeado por todas partes y con pocas posibilidades de subsistir. [12]
El evangelio de Lucas describe, de manera metafórica, los acontecimientos que precederán a esa segunda venida: “Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo ante la expectativa de lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarle la liberación”[13].
El discurso de Jesús es apocalíptico,[14] adaptado a la cultura y lenguaje de su tiempo, recordemos que apocalipsis no es catástrofe sino revelación de la plenitud de Dios en la historia de la humanidad, esperanza y liberación para esta. Se nos invita a leer las señales de Dios en la historia – los signos de los tiempos – desde la clave de la fe y de la esperanza, por eso el cristianismo se implica con seriedad en lo histórico, en lo real, se compromete con ello y anuncia una Buena Noticia que pasa por re-significar la vida de las comunidades. La verdad de Dios resplandece en la justicia y en la dignidad.
El mensaje de Jesús no nos dispensa de los problemas y de la inseguridad, pero sí nos brinda el elemento creyente para afrontarlos con talante constructivo y liberador. Esto es lo propio de la fe: mantener nuestra confianza en ese Dios que libera y responder desde nuestra libertad para dar eficacia histórica a esa palabra de salvación. Vivir en la alerta del Adviento no es cuestión momentánea, la propuesta es para una vida en permanente construcción, dando significado trascendente a todo el ser y quehacer de nuestra condición humana: “Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre”[15].
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Bibliografía
[1] La palabra Mesías, de origen hebreo, significa salvador, liberador.
[2] SICRE, José Luis, El desarrollo de la esperanza mesiánica en Israel. En Cuestiones Teológicas volumen 34 número 82, páginas 249-256. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín, junio-diciembre 2007. 1986. FELDMANN, Roberto. Mesianismo y milenarismo desde la perspectiva judía. En Teología y Vida volumen XLIV, páginas 155-166. Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago, 2003. LILLO BOTELLA, Carles. El mesianismo judío: una respuesta política a la dominación romana. En https://www.ub.edu/grat/wp-content/uploads/2017/02/grat193.pdf SCHOLEM, Gerson. Las grandes tendencias de la mística judía. Siruela. Madrid, 2000. PRIETO LÓPEZ, Leopoldo José. Esperanza y mesianismo en el pensamiento judío. En Cuadernos de Pensamiento número 23; páginas 49-76. Fundación Universitaria Española. Madrid, 2010. VON RAD, Gerhard. Teología del Antiguo Testamento Vol. 1 Las tradiciones históricas de Israel. Sígueme. Salamanca, 1993.
[3] Jeremías 33: 14 – 16.
[4] SEVILLA JIMÉNEZ, Cristóbal. Crisis y esperanza en los profetas de Israel. En Scripta Fulgentina año XXIV número 47-38, páginas 7-22. Instituto Teológico San Fulgencio. Murcia, 2014. TORRES QUEIRUGA, Andrés. La estructura fundamental de la esperanza bíblica. En Theologica Xaveriana número 154; páginas 227-252. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 2005. BOTEY, Jaume. Construir la esperanza. Cristianismo y Justicia. Barcelona, 2008. TEPEDINO, Ana María. Espiritualidad de la esperanza: la experiencia de Dios en tiempos difíciles. En Theologica Xaveriana número 154; páginas 253-266. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 2005. GIMÉNEZ, Josep. Lo último desde los últimos. Esbozo de esperanza y escatología cristianas. Sal Terrae. Santander, 2018. MOLTMANN, Jurgen. Teología de la esperanza. Sígueme. Salamanca, 2007.
[5] BLOCH, Ernst. El principio esperanza. Trotta. Madrid, 2007. LAÍN ENTRALGO, Pedro. Esperanza en tiempos de crisis. Galaxia Gutenberg & Círculo de Lectores. Madrid, 1993.FRANKL, Víctor. Ante el vacío existencial. Hacia la humanización de la psicoterapia. Herder. Barcelona, 1987.
[6] TAMAYO ACOSTA, Juan José. Medellín: del cristianismo liberador al cristianismo colonial. En Rever volumen 18, número 2; páginas 13-34. Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo, mayo-agosto 2018. GUTIERREZ MERINO, Gustavo. Teología de la Liberación: perspectivas. Centro de Estudios y Publicaciones CEP. Lima, 1972. ECKHOLT, Margit & DURAN CASAS, Vicente (Editores). Religión como fuente para un desarrollo liberador: 50 años de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano: continuidades y rupturas. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 2020. ELLACURÍA, Ignacio. Conversión de la Iglesia al Reino de Dios. Sal Terrae. Santander, 1984. SOBRINO, Jon. Liberación con Espíritu: apuntes para una nueva espiritualidad. UCA Editores. San Salvador, 1985.
[7] 1905 – 1997
[8] FRANKL, Viktor. El hombre en busca de sentido. Herder. Barcelona 1988; La voluntad de sentido. Herder, Barcelona,1988; Un psicólogo en el campo de concentración. Plantin. Buenos Aires, 1955; La presencia ignorada de Dios. Herder, 1986.
[9] MOLTMANN, Jürgen. Teología de la esperanza. Sígueme. Salamanca, 1999. Esperanza para un mundo inacabado. Trotta. Madrid, 2017. MOLTMANN, Jürgen & MOLTMANN-WENDEL, Elizabeth. Pasión por Dios: una teología a dos voces. Sal Terrae. Santander, 2007. KÜNG, Hans. Vida eterna? Trotta. Madrid, 2000; Existe Dios? Cristiandad. Madrid, 1987. TORRES QUEIRUGA, Andrés. La revelación de Dios en la realización del hombre. Cristiandad. Madrid, 1989.
[10] SCHÜRER, Emile. Historia del pueblo judío en tiempos de Jesucristo. Cristiandad. Madrid, 1985. SOBRINO, Jon. Jesucristo Liberador: lectura histórico-teológica de Jesús de Nazareth. Trotta. Madrid, 1993. BERGER, Klaus. Jesús. Sal Terrae. Santander, 2009. SEGUNDO, Juan Luis. La historia perdida y recuperada de Jesús de Nazareth. Sal Terrae. Santander, 1990.
[11] 1 Tesalonicenses 3: 13 – 4: 1
[12] MARCEL, Gabriel. Homo viator: prolegómenos para una metafísica de la esperanza. Buenos Aires. Emecé, 1954. MARTIN DESCALZO, José Luis. Razones para la esperanza: testimonio existencial de la vida cristiana en nuestra época. Sociedad de Educación Atenas. Madrid, 1991. ARANGO ARANGO, Horacio. Razones para la esperanza: textos sobre la sociedad, la paz, la educación y la espiritualidad. Centro de Fe y Culturas. Medellín, 2017.
[13] Lucas 21: 25-28.
[14] ARENS, Eduardo; DÍAZ MATEOS, Manuel; KRAFT, Tomás. Apocalipsis. En Comentario Bíblico Internacional páginas 1679-1709. Verbo Divino. Estella, 2000. MESTERS, Carlos. El Apocalipsis: la esperanza de un pueblo que lucha. Rehue. Santiago de Chile, 1986. RICHARD, Pablo. Apocalipsis, reconstrucción de la esperanza. Departamento Ecuménico de Investigaciones DEI. San José de Costa Rica, 1994. SCHÜSSLER FIORENZA, Elizabeth. Apocalipsis: visión de un mundo justo. Verbo Divino. Estella, 1997.
[15] Lucas 21: 36.