fbpx

«Jesús respondió: mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí»

Comunitas Matutina

Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo – Ciclo B (Juan 18, 33b-37) – 24 de noviembre de 2024

Lecturas:

  1. Daniel 7: 13-14
  2. Salmo 92
  3. Apocalipsis 1: 5-8
  4. Juan 18: 33-37

 

En el comienzo de este comentario semanal a la Palabra que la Iglesia nos propone para este último domingo del año litúrgico, es esencial dejar claro que estamos reconociendo a Jesús portador de un señorío que deshace los habituales esquemas con los que el espíritu mundano define a quienes dominan e instrumentalizan al ser humano, a quienes hacen de su vida un camino de explotación e injusticia a sus semejantes. Cuando Jesús dice “mi realeza no es de este mundo” no alude a algo desencarnado, distraído de la realidad, distante de lo histórico; en San Juan la expresión “mundo” significa lo que es contrario al Reino de Dios y su justicia, a las bienaventuranzas; afecto desordenado por el poder y por el dinero. [1] El señorío suyo es de abajamiento, de renuncia a todo tipo de vanagloria y pretensión de dominación sobre los demás, es la exaltación del niño que nace marginal en las afueras de Belén, del joven adulto que es ajusticiado en los extramuros de Jerusalén. Todo un señor cuya vida contradice las grandezas mundanas: “Tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Cristo Jesús. El, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de esclavo y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dió el Nombre que está sobre todo nombre, para que el nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: Jesucristo es el Señor”. [2] Hay que decirlo con delicadeza pero también con meridiana claridad: la palabra “rey” aplicada a Jesús resulta inadecuada, la más significativa y captadora de su sentido teologal y humano es la de SEÑOR.

Un señorío así tiene relación directa con su postura crítica ante todos los poderes del mundo, incluidos los religiosos.[3] Desde su experiencia profunda de Dios, a quien él refiere como Padre, y desde su radical referencia al prójimo, principalmente al vulnerable y marginal, plantea un estilo de solidaridad, servicio y comunión, negándose a la exaltación propia de la mentalidad “coronada” y a todo aquello que es habitual en los círculos de poder. Antes de comenzar su ministerio público se retira al desierto para disponerse a la misión, consciente de la popularidad creciente con la que el pueblo entusiasmado lo exalta, Jesús ejerce su señorío-soberanía ante las propuestas tentadoras del mal espíritu: “El diablo lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo : “Te daré todo esto, si te postras para adorarme”. Jesús les respondió: “Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor , tu Dios, y a El solo rendirás culto”. [4]

“Mi reino no es de este mundo[5], dice tajantemente Jesús , respondiendo a Poncio Pilato, cuando el gobernador romano le interroga, una vez detenido por sus soldados, en el contexto de la pasión relatada por Juan, del que se toma el evangelio de este último domingo del año litúrgico. La frase no es casual, obedece a la mentalidad suya, al proyecto de Dios para cambiar de raíz la manera de relacionarnos con El, de ser humanos, de construir vínculos entendiendo a ser humano como prójimo, de deshacer la lógica del dominio violento de unos sobre otros, de desarmar las ambiciones egoístas, de develar el engaño religioso de hacer de esta mediación una estructura para atemorizar conciencias, de disipar para siempre las falsas imágenes de Dios ,[6] presentado como juez intransigente, como castigador, para revelar el rostro del Padre misericordioso, compasivo, siempre dispuesto a tender su mano amorosa al ser humano necesitado de sentido absoluto para su vida.

La imagen de rey, asignada a Jesús por la tradición de la Iglesia, y expresada en esta solemnidad con la que se consuma el año litúrgico, es llamada a purificaciones y revisiones críticas muy serias, desde el Evangelio mismo, puesto que el modo de Jesús no tiene nada que ver con la realeza mundana. [7] Lo suyo es un camino despojado del culto a la personalidad, caracterizado por la donación sacrificial de la vida, por la preferencia hacia los más pobres, rey sin corona ni trono, su emblema es la cruz. Quienes le acompañan y le siguen son los últimos del mundo; Jesucristo es un rey atípico, no cumple con ninguno de los indicadores que la sociedad asigna a los monarcas.

Poner los pies sobre la tierra, explicitar la realidad felicísima de la encarnación, la del Dios “humanado”, como reza nuestra tradicional novena navideña, no es desconocer en lo más mínimo la divinidad de Jesús, su señorío, su carácter definitivo de salvador, redentor y liberador, no es en modo alguno minimizar el misterio de plenitud que el Padre Dios ha realizado en El para toda la humanidad, es hacer evidente, en la mayor medida posible, que esta mediación decisiva se ha realizado en pequeñez y en pobreza, hombro a hombro con los débiles del mundo. [8]

Tal es Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo: “Y de parte de Jesucristo, el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos ha ama y nos ha purificado con su sangre de nuestros pecados, al que ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre, a él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén[9]. Es la proclamación que hacen las primeras comunidades cristianas que emergen desde el “aparente” fracaso de la cruz hacia la luminosidad pascual que hace fuerte lo débil, que llena de esperanza sus desencantos, que transmite valentía misionera a la fragilidad de esos discípulos, ahora nuevos con la novedad de su Señor Jesucristo.

Es desde la cruz, desde su marginalidad , desde su afianzamiento en los condenados de la tierra, desde donde se descubre su señorío.[10] No es un Habsburgo ni un Tudor ni un Borbón, no viene de la Casa Blanca ni del Kremlin, es el hijo de un carpintero y de una humilde mujer judía. Los sorprendidos discípulos y las comunidades de la Iglesia Apostólica empiezan a vivir una nueva visión de Dios, de la vida, de sí mismos, de la humanidad, de su maestro y amigo Jesús de Nazareth. Es algo procesual, lento, que despierta en ellos esta convicción: “Dice el Señor Dios, el Todopoderoso: Yo soy el Alfa y la Omega. Aquel que es, que era y que va a venir[11].

En estos términos descubrimos una feliz anticipación en las palabras del profeta Daniel, primera lectura de hoy: “Yo seguía mirando, y en la visión nocturna ví venir sobre las nubes del cielo alguien parecido a un ser humano que se dirigió hacia el anciano y fue presentado ante él. Le dieron poder, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le servían. Su poder es eterno y nunca pasará, y su reino no será destruido[12].

La arrogancia de los poderes del tiempo y contexto de Jesús, el político romano y el religioso judío, no admite que un hombre del pueblo entusiasme a la pobres y ponga en jaque a los sacerdotes del templo de Jerusalén, a los maestros de la ley y a los gobernantes romanos, quienes se escandalizan con su pretensión de ejercer misericordia en nombre de Dios y de acoger a todos los parias . Ven en él una peligrosa competencia, por eso deciden ajusticiarlo para escarmiento del mismo Jesús y de todos los que le siguen.

El diálogo entre Pilato y Jesús, según el evangelio de hoy, revela dónde reside la realeza de Jesús: “Eres tú el rey de los judíos? Respondió Jesús: dices eso por tu cuenta o es que otros te lo han dicho de mí? Pilato contestó: acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. Qué has hecho? Respondió Jesús: mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos, pero mi Reino no es de aquí”[13].

Jesús no llega a este momento para defender una doctrina o una disciplina religiosa. El está dispuesto a dar su vida por el ser humano, por su verdadera realidad y dignidad, por su salvación y plenitud. Cuando Jesús se llama a sí mismo “Hijo del hombre” se refiere al ser humano auténtico, así lo formulan los autores de los cuatro relatos evangélicos. En Jesucristo se revela la verdadera identidad nuestra, él es Señor para hacer de nosotros señores de la vida, de nuestra historia, agraciados con su mediación salvífica para insertarnos en el misterio del amor del Padre. [14]

Poco después de este párrafo, que nos propone el evangelio de hoy, Pilato saca afuera a Jesús, después de ser azotado, y dice a la multitud: “Aquí tienen al hombre[15]. Jesús no es solamente el modelo del nuevo ser humano sino que pide a quienes le siguen que demuestren con su vida la respuesta al referente que es él. Todo el que se identifique con él será rey, tal es la meta que Dios quiere para todos, pero no reyes de poder, sino reyes servidores.

Sólo en este contexto podemos apreciar la predicación de Jesús sobre el Reino de Dios. Los judíos de su tiempo entendían esta categoría como una victoria de ellos sobre los paganos, de los “buenos” sobre los “malos”. Jesús predica algo diametralmente opuesto: un Reino sin exclusión, del que forman parte las prostitutas, los pecadores, los marginados, también los paganos (llamados comúnmente “gentiles”), los que van hacia Dios a través de religiones diferentes de la hegemonía cristiana, los no creyentes y los agnósticos, todos, sin excepción. Jesús es el centro del cristianismo pero trasciende los límites del mismo porque es la oferta de plenitud humana y divina para toda la humanidad. Es Rey y Mesías porque nos salva de la autoreferencialidad, de las idolatrías—pecado que matan nuestra dignidad, de la indiferencia ante el prójimo. Nos entroniza con él en una nueva humanidad donde todos somos poseedores de igual dignidad y realeza. [16]

 ______________________________________________________

Bibliografía

[1] SAENZ, Alfredo. El espíritu del mundo: diversos sentidos de la palabra mundo. En https://www.repositorio.uca.edu.ar/bitstream/123456789/11412/1/espiritu-del-mundo-saenz.pdf GONZALEZ FAUS, José Ignacio. Jesús y los ricos de su tiempo. En https://www.nuestrabiblia.org/contenido/uploads/2015/08/Jesus-y.los-ricos-de-su-tiempo.pdf PIKAZA, Xabier. Dios o el dinero. Sal Terrae. Santander, 2019. BERKHOF, H. Cristo y los poderes. Tell. Grand Rapids, 1985. HANKS, Th. D. El evangelio subversivo. Buenas nuevas para pobres, marginados y oprimidos. Comentario exegético-social del Nuevo Testamento. Clie. Barcelona, 2012.PAGOLA, José Antonio. Jesús y el dinero. PPC. Madrid, 2013. TAMEZ, Elsa. La Biblia de los oprimidos. La opresión en la teología bíblica. Departamento Ecuménico de Investigaciones DEI. San José de Costa Rica, 1979.

[2] Filipenses 2: 5-11

[3] AGUIRRE MONASTERIO, Rafael. La mirada de Jesús sobre el poder. En https://www.scielo.cl/pdf/tv/v55n1/art05.pdf  PIKAZA, Xabier & HAYA, Vicente. Palabras originarias para entender a Jesús. San Pablo. Madrid, 2018. FERNANDEZ DE BUJÁN FERNANDEZ, Federico. Cristo ante el poder y frente a la injusticia. En Anales de la Real Academia de Doctores de España, volumen 4 número 2-2019, páginas 113-145. Madrid, 2019. GONZALEZ FAUS, José Ignacio. El rostro humano de Dios. De la revolución de Jesús a la divinidad de Jesús. Sal Terrae. Santander, 2015. URIBE CELIS, Carlos. Jesús: la historia alternativa. Penguin Random House. Bogotá, 2018. NOGUEZ, Armando. Las grandes controversias de Jesús. Verbo Divino. Estella, 2023. SOBRINO, Jon. La fe en Jesucristo: ensayo desde las víctimas. Trotta. Madrid, 1999.

[4] Mateo 4: 6-10

[5] Juan 18: 36

[6] HURTADO, Larry W. Destructor de los dioses: el cristianismo en el mundo antiguo. Sígueme. Salamanca, 2017. MARDONES, José María. Matar a nuestros dioses: un Dios para un creyente adulto. PPC. Madrid, 2007. ARIAS, Juan. El Dios en quien no creo. Sígueme. Salamanca, 1997.

[7] CANO, Luis. Acerca de Cristo Rey. En https://www.isje.org/cano/LuisCano-AcercadeCristoRey.pdf

[8] VILA PORRAS, Carolina. El amor de Dios se humaniza: una mirada desde las bienaventuranzas. En  Cuestiones Teológicas volumen 44 número 101, enero-junio 2017, páginas 43-66. Universidad Pontificia Bolivariana,  Medellín, 2017. COSTADOAT CARRASCO, Jorge. Características y alcances de la humanidad de Jesucristo. En  Teología y Vida volumen 38 , páginas 163-174. Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago, 1997. DAELEMANS, Bert. La fuerza de lo débil. Sal Terrae. Santander, 2022. D´ORS, Pablo. El olvido de sí : una aventura cristiana. Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2021.

[9] Apocalipsis 1: 5-6

[10] CODINA, Víctor. Una Iglesia nazarena: teología desde los insignificantes. Sal Terrae. Santander, 2010. ILICH, Iván. La Iglesia sin poder. Trotta. Madrid, 2021. CRISTIANISMO Y JUSTICIA. La causa de los pobres, causa de Dios. CIJ. Barcelona, 2015. SOBRINO, Jon. Fuera de los pobres no hay salvación. UCA Editores. San Salvador, 2009. CASTILLO, José María. Víctimas del pecado. Trotta. Madrid, 2004. GUTIERREZ MERINO, Gustavo. Beber en su propio pozo. En el itinerario espiritual de un pueblo. Sígueme. Salamanca, 1998. WESS, Paul. Dios, Cristo y los pobres. Herder. Barcelona, 2017.

[11] Apocalipsis 1: 8

[12] Daniel 7: 13-14

[13] Juan 18: 33-36

[14] NOLAN, Albert. Jesús, hoy: una espiritualidad de libertad radical. Sal Terrae. Santander, 2011. GONZÁLEZ FAUS, José Ignacio. Otro mundo es posible…..desde Jesús. Sal Terrae. Santander, 2010; La humanidad nueva: ensayo de cristología. Sal Terrae. Santander, 2016. OVIEDO TORRÓ, Lluís. La credibilidad de la propuesta cristiana. Sal Terrae. Santander, 2022. CASTILLO, José María. La ética de Cristo. Desclée de Brower. Bilbao, 2008. DUQUOC, Cristian. Jesús, hombre libre. Sígueme. Salamanca, 1997.

[15] Juan 19: 5

[16] GONZÁLEZ FAUS, José Ignacio. Proyecto de hermano: visión creyente del hombre. Sal Terrae. Santander, 1987. MARTÍNEZ DÍEZ, Felicísimo. Creer en el ser humano, vivir humanamente: antropología en los evangelios. Verbo Divino. Estella, SCHYLLEEBECKX, Edward. Los hombres, relato de Dios. Sígueme. Salamanca, 1994. SIMONS CAMINO, Alberto. Ser humano: ensayo de antropología cristológica. Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima, 2013.

Compartir en redes

Homilías del autor

Homilías

01
DIC

“En aquellos días y en aquel tiempo haré brotar para David un germen justo, y él practicará la justicia y el derecho en el país”

Ver más
17
NOV

«El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán»

Ver más
10
NOV

“Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir”

Ver más
03
NOV

“El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos”

Ver más
27
OCT

“Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Al instante recobró la vista y le seguía por el camino”

Ver más
Ir al contenido