Lecturas: Génesis 2, 18-24; Salmo 127 (126); Hebreos 2, 9-11; Marcos 10, 2-12
Algunos fariseos se acercaron a Jesús y, para tenderle una trampa, le preguntaron si al esposo le está permitido divorciarse de su esposa. Él les contestó: —¿Qué les mandó a ustedes Moisés? Dijeron: —Moisés permitió divorciarse de la esposa dándole un certificado de divorcio. Entonces Jesús les dijo: —Moisés les dio ese mandato por lo tercos que son ustedes. Pero en el principio de la creación, “Dios los creó hombre y mujer. Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y los dos serán una sola carne.” Así que ya no son dos, sino uno solo. De modo que el hombre no debe separar lo que Dios ha unido. Cuando ya estaban en casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre este asunto. Jesús les dijo: —El que se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra la primera; y si la mujer deja a su esposo y se casa con otro, también comete adulterio.
1. “Los dos serán una sola carne”
Lo que dice Jesús en este pasaje del Evangelio constituye un ideal propuesto a quienes deciden unirse en un proyecto de vida común para formar una familia. Este ideal, expresado por Él refiriéndose al libro del Génesis (2, 18-24), del que está tomada la primera lectura, implica una completa entrega mutua por amor. Por eso el sacramento del matrimonio, que en la Iglesia católica es signo sensible de la presencia y la gracia de Dios en la unión conyugal, no puede reducirse al rito de la boda. Su realización como tal sólo puede darse cuando los cónyuges manifiestan esa entrega mutua a lo largo de su vida en pareja.
2. “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”
Esta frase se refiere a la unión conyugal que cumple con las condiciones requeridas para su validez. Si se comprueba que alguna de ellas no se cumplió en el momento del rito, la unión puede declararse nula, No es una “anulación”, pues la sentencia no “anula” un matrimonio válido, sino que declara la invalidez sacramental de la unión. Las “Causales de nulidad matrimonial” están descritas en el Derecho Canónico de la Iglesia y pueden encontrarse bajo este título en internet.
Es un hecho lo poco que duran muchos matrimonios, porque se dan situaciones que hacen imposible mantener la unión, lo cual no es necesariamente condenable, pues puede suceder que de ellas no sea culpable uno de los cónyuges, o incluso no sea culpable ninguno de los dos. Pero también porque, en un ambiente de facilismo como el actual, parecen impensables los compromisos permanentes. Vale por esto último afirmar el sentido de la unión indisoluble como un acto de protesta contra el “bótese después de usado”, propio de la mentalidad consumista que lleva a tratar como desechables no sólo a los artículos del mercado, sino también a las personas.
3. “El que se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra la primera; y si la mujer deja a su esposo y se casa con otro, también comete adulterio”
El divorcio es la disolución del vínculo en los matrimonios civiles y en los de religiones no católicas. El adulterio, palabra que significa “falseamiento”, es la relación fraudulenta que como tal falsea el sentido de la unión conyugal y está ligada a la infidelidad. Hay adulterios evidentes, como el que denunció Juan Bautista al decirle a Herodes “No te es lícito tener como tuya a la mujer de tu hermano” (Marcos 6,17), pero hay otros casos en los que sólo a Dios le corresponde juzgar en definitiva las conciencias, teniendo en cuenta las intenciones y las circunstancias. Por eso la apreciación moral con respecto a quienes se casan o conviven fuera del sacramento católico, así como con respecto a quien se divorcia y pasa a convivir con otra persona, es asunto del fuero interno de cada conciencia y del juicio de Dios. “No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados”, dice Jesús en otro lugar de los Evangelios (Lucas 6,37). Porque pueden darse, y se dan, casos en los que quienes conviven en unión conyugal sin haber celebrado el rito religioso católico realizan el ideal expresado por Jesús, y otros en los que quienes se casaron por la Iglesia contradicen con su conducta el sentido del sacramento, no realizando lo que significa.
La Exhortación Apostólica Amoris Laetitia -La Alegría del Amor- (del papa Francisco en el 2016 -año del Jubileo de la Misericordia-), dice en sus numerales 78 y 79: 78.- «La mirada de Cristo, cuya luz alumbra a todo ser humano (cf. Juan 1,9) inspira el cuidado pastoral de la Iglesia hacia los fieles que simplemente conviven, quienes han contraído matrimonio sólo civil o los divorciados vueltos a casar. Con el enfoque de la pedagogía divina, la Iglesia mira con amor a quienes participan en su vida de modo imperfecto: pide para ellos la gracia de la conversión; les infunde valor para hacer el bien, para hacerse cargo con amor el uno del otro y para estar al servicio de la comunidad en la que viven y trabajan […] Cuando la unión alcanza una estabilidad notable mediante un vínculo público -y está connotada de afecto profundo, de responsabilidad por la prole, de capacidad de superar las pruebas- puede ser vista como una oportunidad para acompañar hacia el sacramento del matrimonio, allí donde sea posible». 79. «Frente a situaciones difíciles y familias heridas, siempre es necesario recordar un principio general: los pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones. El grado de responsabilidad no es igual en todos los casos, y puede haber factores que limitan la capacidad de decisión. Por lo tanto, al mismo tiempo que la doctrina se expresa con claridad, hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y hay que estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición».
Conclusión
Invocando pues la intercesión de los santos esposos María y José, oremos por los matrimonios para que, siguiendo las enseñanzas de Jesús, Dios hecho hombre que quiso pertenecer a una familia humana para ser hermano nuestro (Hebreos 2, 9-11), realicen el sentido auténtico de su unión conyugal de modo que se cumpla para ellos lo que dice el Salmo 127: Dichoso quien respeta al Señor y sigue sus caminos.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Qué significa para mí el sacramento del matrimonio, a la luz de lo dicho por Jesús en el Evangelio?
2. ¿Cuál siento que debe ser mi actitud con respecto al “modo imperfecto” de las uniones conyugales?
3. ¿Cómo considero las situaciones imperfectas de las personas a la luz de la misericordia de Dios?