Lecturas:
- Números 11: 25-29
- Salmo 18
- Santiago 5:1-6
- Marcos 9: 38-48
El Espíritu Santo es la manifestación teologal más elocuente de la libertad y de la creatividad de Dios, no es reductible a ningún esquema, lo suyo es transmitir sabiduría de lo esencial, experiencia de Dios, siempre transformante, y dones, muchos dones, que en el lenguaje bíblico denominamos como carismas, Él los confiere a diversidad de personas para servicio, crecimiento y maduración de la comunidad; esos regalos se convierten en ministerios, servicios especializados orientados todos a la construcción de una Iglesia universal y de unas iglesias particulares, con su abundancia de comunidades locales, para que se estructuren conforme al proyecto original del Señor Jesús.[1] Por esta razón, que es determinante, no podemos concebir en la Iglesia unas “castas” o “élites” que administran con exclusividad esa oferta carismática, sino una realidad eclesial en la que todos, debidamente formados, asumen esos dones y los ponen en juego, nunca para presumir de ser superiores (clérigos, por ejemplo) sino para vivir el gozo de la comunión y de la participación, es decir, “todos a una como en Fuenteovejuna”,[2] o siguiendo lo que propone la bella palabra “Ubuntu”, de origen sudafricano, que significa comunidad, si yo valgo es porque los demás me dan valor, tengo dignidad en función de la dignidad de todos, soy porque somos: la rica , riquísima pluralidad comunitaria que no admite egocentrismos ni autorreferencialidades. [3] A esto apuntan las lecturas de este domingo, un auténtico “Ubuntu” en clave de Evangelio.
Un ejemplo concreto nos lo brinda la primera lectura, del libro de los Números. En medio de las tradiciones del pueblo israelita en su travesía por el desierto, el texto nos presenta el relato del “reparto” del espíritu de Moisés, entre setenta miembros de la comunidad, con el propósito de que él no tuviera que llevar solo la responsabilidad de guiar al pueblo. Con esta decisión el trabajo queda debidamente distribuído, quienes recibieron el don y la misión deben ser profetas en medio de esas comunidades que trasegaban por el inmenso y árido desierto: “Pero el espíritu se posó sobre ellos y se pusieron a profetizar en el campamento. Un muchacho corrió a contárselo a Moisés: ¡Eldad y Medad están profetizando en el campamento!. Josué, hijo de Nun, ayudante de Moisés desde joven, intervino: Señor mío, Moisés, prohíbeselo. Moisés le respondió: ¿Es que estás tú celoso por mí? Ojalá todo el pueblo recibiera el espíritu del Señor y profetizara”. [4]
La larga marcha de las tribus hebreas por ese desierto fue penosa, Moisés recabó sabiduría, paciencia y resiliencia para formar a ese pueblo esperanzado en la tierra de la promesa pero también agobiado. Fue un liderazgo denso que demandaba ser compartido para bien de todos, superación de desencantos y de nostalgias por el “bienestar” que vivían en Egipto: estaban “bien” pero eran esclavos. La sabiduría mosaica los reorienta constantemente. Es el viejo tema del miedo a la libertad, el ser humano la busca con pasión, pero cuando la tiene crea paraísos artificiales para evadir la responsabilidad de ser libre. [5] En nombre de ese miedo se han elegido dictaduras ominosas, se ha optado por ideologías deshumanizantes, se ha dado soporte a modelos sociales y políticos opresores: “¡Cómo nos acordamos del pescado que comíamos de balde en Egipto!” [6]. El pueblo alemán de los años 30 y 40 del siglo XX, hipnotizado por el discurso hitleriano de supremacía de la raza aria, lo eligió como su líder, un delirio colectivo que derivó en la horrenda tragedia del nazismo, en el Holocausto, en la brutalidad de la segunda guerra mundial.
El relato de Números nos habla del espíritu profético-liberador que se da a todas estas personas, tarea dirigida a que el pueblo se haga consciente de su liberación, y del Dios que la promueve y estimula. La Tierra Prometida es la utopía de la vida nueva en dignidad y en libertad, es el don de Dios, cuya desbordante generosidad proclaman los colaboradores de Moisés.[7] Por esto, no hay que escatimar la entrega de los dones y de las misiones que los acompañan, todo el que esté tocado por esta pasión de lo divino y de lo humano amerita el voto de confianza para ser un trabajador de la libertad. Esa promesa bien valía afrontar el riesgo del desierto: Moisés y su gente así lo entendieron, como originado en Dios, y se empeñaron en conducir es pueblo a feliz término tomando posesión de esos territorios.
A Josué no le preocupaba mucho la necesidad de que cada miembro del pueblo tuviera una conciencia bien formada para seguir el camino; su interés residía en proteger lo “oficial”, lo “establecido”, con la pretensión de defender lo que él consideraba derechos exclusivos de Dios sin pensar en los de la gente, olvidando que ese Dios justo es el gran defensor y promotor de los derechos de todos. Sabemos bien que los carismas del Espíritu se distribuyen por libre iniciativa del mismo Dios, sin pretender establecer categorías de superior a inferior, cerrando el paso a los exclusivismos y favoreciendo el sentido de vida y la esperanza de todos, sin dejar por fuera a ningún miembro de la comunidad. En la cabeza de Josué no cabía esta mentalidad. Es una tensión de siempre en la vida de la Iglesia, la relación carisma-institución, es esta última la que debe estar inscrita en la puesta en práctica de los carismas. Algunos desechan despectivamente la dimensión institucional de la Iglesia y la culpan de todos los males que en ella hay; no es así, una saludable vivencia de la sabiduría que el Espíritu nos obsequia nos permite vivir en paz este doble aspecto de la madre Iglesia.
El evangelio de Marcos de este domingo presenta una situación semejante con los discípulos de Jesús. Apenas transmitida por el Señor la lección sobre quien es el mayor: “el que quiera ser el primero debe hacerse el último de todos y el servidor de todos” [8], se presenta un incidente que tiene que ver con la pretendida exclusividad que decían tener los seguidores de Jesús: “Juan dijo a Jesús: Maestro, hemos visto a alguien usar tu nombre para expulsar demonios, pero le dijimos que no lo hiciera porque no pertenece a nuestro grupo. ¡No lo detengan! Dijo Jesús. Nadie que haga un milagro en tu nombre podrá luego hablar mal de mí. Todo el que no esté contra nosotros está a nuestro favor”. [9]
En la tarea de construcción del Reino nadie tiene la exclusiva. La profecía esperanzadora que anuncia la Buena Noticia es tarea corresponsable de todos los bautizados, no se pueden sofocar las iniciativas en este sentido por celos excluyentes. El liderazgo del Papa Francisco, preparado por los papas desde Juan XXIII hasta nuestros días y por el Concilio Vaticano II, se concentra en rescatar la dimensión sinodal de la Iglesia, esta es la identidad de la Iglesia como Pueblo de Dios en camino, en peregrinación hacia el Reino; subraya la dignidad común de todos los fieles, avalado sacramentalmente por el bautismo y afirma su corresponsabilidad en la obra evangelizadora.[10]
A los discípulos se les olvidaba a menudo que su pertenencia al grupo de Jesús fue un don, un ejercicio de la más pura gratuidad, ninguno de ellos se presentó a “concurso de méritos” para ser elegido, lo mismo que sucede con nosotros hoy. Fue Jesús quien se presentó ante ellos, se les “atravesó” a cada uno en el camino y los llamó, a sabiendas de que no eran los mejores. Eso quiere decir que el Señor llama a diestra y a siniestra, su oferta es ilimitada, cuenta, eso sí, con nuestra libertad para acoger la invitación: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa pero una palabra tuya bastará para sanarme”, decimos devotamente antes de recibir la comunión.
Este diálogo de Jesús con sus discípulos refleja la situación de la comunidad para la cual Marcos escribe su evangelio. Una comunidad muy consciente de las exclusiones pero con la seria tentación de ser excluyente y exclusivista, con la excusa de fijarse en “ser o no ser de los nuestros”, “ser o no ser del camino”, “estar o no estar en el proceso”, una desmesurada celotipia que los hacía sentirse los únicos defensores de los derechos de Dios, tal como lo practicaban los dirigentes religiosos del judaísmo de ese tiempo. Cuando se cae en este extremo lo que se logra es minimizar a Dios, ponerlo en ridículo ante el mundo, y la consecuencia más inmediata, la que previó Jesús y que se vislumbraba ya en la primera comunidad, era la del escándalo a los más pequeños. Es el muy conocido asunto, tan en boga hoy en día de los fundamentalistas “hipercristianos” que se sienten dueños de la doctrina y de la moral. [11] ¡En nuestra Iglesia Católica no faltan grupos de este tipo![12]
Si logramos tomar conciencia de que Dios es más grande que un grupo o una institución y que nuestra tarea NO es defender unos supuestos “derechos de Dios” sino simplemente servir comunicando la Buena Noticia de Jesús, ponernos en función de hacer viable el Reino de Dios y su justicia desde las múltiples posibilidades que se contienen en esa apasionante propuesta, entonces jamás se nos ocurrirá pensar si este o aquel son o no son de los nuestros, sino muchísimo mejor aunar esfuerzos para cooperar con todos los que infatigablemente siembran las semillas del Evangelio.
En la segunda parte del texto de Marcos Jesús previene contra el escándalo y lo hace con palabras muy fuertes y contundentes: “Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que creen en mí, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler[13] y lo arrojaran al mar”. [14] Y la carta de Santiago, segunda lectura de hoy, no es menos severa en su planteamiento: “Ustedes, los ricos, lloren y giman por las desgracias que les van a sobrevenir. Porque sus riquezas se han echado a perder y sus vestidos están roídos por la polilla. Su oro y su plata se han herrumbrado, y esa herrumbre dará testimonio contra ustedes y devorará sus cuerpos como un fuego. ¡Ustedes han amontonado riquezas ahora que es el tiempo final! Sepan que el salario que han retenido a los que trabajaron en sus campos está clamando, y el clamor de los cosechadores ha llegado a los oídos del Señor del universo”. [15]
A nosotros , seguidores de Jesús, el mundo nos tiene en la mira, se espera de nosotros el mayor nivel de coherencia y ejemplaridad, no en vano pretendemos ser discípulos de quien, en la historia de la humanidad , ha dado el mayor testimonio de credibilidad. Sabemos bien de nuestros límites y de nuestra precariedad, pero , siguiendo a Pablo: “Yo lo puedo todo en Aquel que me conforta” [16]. ¡Con nuestra vida contemos la seductora historia de Jesús, la plena revelación de Dios en él, y que, con ello, invitemos a muchos a matricularse en esta esperanzadora narración!
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Bibliografía
[1] DE PABLO MAROTO; Daniel. Teología y espiritualidad de los carismas. En Salmanticensis número 60, páginas 453-481. Universidad Pontificia de Salamanca, 2013. MACANEIRO, Marcial. “No extingáis el Espíritu” (1 Tesalonicenses 5: 19). La Iglesia, los carismas y el primado de la caridad a partir de del documento VI del diálogo católico-pentecostal. En https://www.scielo,br/j/pteo/a/gK4ZffZDxpCFpTYJ7P3mPsM/# DUSSEL, Enrique. Diferenciación de los carismas. En Concilium Revista Internacional de Teología (separata del número 129. Verbo Divino. Estella, 1977. BERZOSA MARTÍNEZ, Raúl. Los ministerios, especialmente laicales, en una Iglesia misterio de comunión para la misión. Aula de Teología de la Universidad de Cantabria. Santander, 20 de marzo de 2007. PONTIFICIO CONSEJO PARA LA PROMOCION DE LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS. Directorio para la aplicación de los principios y normas sobre el ecumenismo. EDICE. Madrid, 2013.
[2] Obra teatral de Lope de Vega, 1562-1635.
[3] NGOMANE, Mungi. Ubuntu: lecciones de sabiduría africana para vivir mejor. Penguin Random House. Madrid, 2017. ACADEMIA DE LÍDERES UBUNTU. Construír puentes Ubuntu para el liderazgo de servicio. Ubuntu Building Bridges for Peace. Lisboa, 2019. INIESTA VERNET, Ferrán. El planeta negro. Aproximación histórica a las culturas africanas. Catarata. Madrid, 1992. GARCÍA PERNÍA, Nelson. Ubuntu como precepto ético del nuevo estado sudafricano. En Humania del Sur, año XIX, número 27; páginas 39-56. Universidad de los Andes. Mérida, julio-diciembre 2019. CLACSO. Hacia el buen vivir desde lo cotidiano extraordinario de la vida comunitaria. Una invitación para comprender la acción política, cultural y ecológica de las resistencias afroandina y afropacífica. Clacso. Buenos Aires, 2021.
[4] Números 11: 25-29.
[5] FROMM, Erich. El miedo a la libertad. Paidós. Buenos Aires, 1988.
[6] Números 11: 5
[7] VARO PINEDA, Francisco (Coordinador). El libro de los Números. En Reseña Bíblica número 92. Asociación Bíblica Española. Verbo Divino. Estella, 2016. BUIS, Pierre. El libro de los Números. Verbo Divino. Estella, 1993.
[8] Marcos 9: 35.
[9] Marcos 9: 38-40
[10] XXVI ASAMBLEA GENERAL DEL SINODO DE LOS OBISPOS. Una Iglesia sinodal en misión: informe de síntesis. Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano, 2023. BUENO DE LA FUENTE, Eloy. El camino sinodal: La Iglesia tiene nombre de sínodo. Aula de Teología de la Universidad de Cantabria. Santander, 13 de marzo de 2018. MADRIGAL TERRAZAS, Santiago (Editor). La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia. Biblioteca de Autores Cristianos BAC. Madrid, 2019.
[11] GALINDO, Florencio. El fenómeno de las sectas fundamentalistas. La conquista evangélica de América Latina. Verbo Divino. Estella, 1994. LARRÉ, Pascal & CUNEO, Fernanda. Fundamentalismo religioso: características del concepto y aspectos teológicos. En Palabra y Razón número 22; páginas 121-144. Universidad Católica del Maule. Talca, diciembre 2022. TAMAYO-ACOSTA, Juan José. Fundamentalismos y diálogo entre religiones. Trotta. Madrid, 2009.
[12] FRANCO, Ricardo. Aproximaciones al fundamentalismo católico. En Estudios Eclesiásticos número 68; páginas 243-257. Universidad Pontificia de Comillas. Madrid, 1993. MUNERA DUQUE, Alberto. Fundamentalismos en la Iglesia Católica. En Revista Javeriana número número 687; páginas 45-52. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 2002. VIDAL, Fernando. Las veinte tácticas mediáticas del fundamentalismo católico. En Vida Nueva Digital del 12 de diciembre de 2019.
[13] Se puede deducir que la piedra de moler a la que alude el texto era de tamaño monumental, propio de la vida doméstica de esos tiempos de Jesús.
[14] Marcos 9: 42
[15] Santiago 5: 1-4
[16] Filipenses 4: 13