Lecturas
- Isaías 50: 5-9
- Salmo 114
- Santiago 2: 14-18
- Marcos 8: 27-35
Es frecuente en nuestros medios de comunicación hacer resonancia a incidentes notorios en los que la exclamación: ¡Usted no sabe quién soy yo! es alarde de importancia, de prestigio, de alta posición social y política, de presencia en el mundo del poder, cuando el aludido es requerido de presentar sus documentos, de someterse, como todos, a las determinaciones de la ley, o de cumplir con los requerimientos de convivencia y de bien común.[1]
Artistas, políticos, empresarios, hijos de poderosos, hasta algún sacerdote, se han expuesto a la severidad de la opinión pública con tal exclamación, que es una afirmación del personaje y de la máscara, no del verdadero ser que está detrás de tan deplorable envoltorio. Es como si la identidad de una persona dependiera de su alto escalafón socioeconómico o político, sin aventurarse a explorar en su verdad más profunda.[2] Y, siempre, los destinatarios de la airada reacción, son personas humildes, vigilantes, policías, secretarias, a quienes se increpa por desconocer el fuero propio de esos privilegios. Afirmando tal seudoidentidad dejan al desnudo su precariedad moral, la vacuidad de ellos y de su mundo, conducta propia de personalidades narcisistas. [3]
Hoy la Palabra nos lleva por los caminos de la identidad de Jesús, totalmente opuesta a este vano honor del mundo: “Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: ¿Quién dice la gente que soy yo? “[4] El evangelio de Marcos interpreta a Jesús en la clave del secreto mesiánico, misteriosa referencia que alude a una vida dedicada sin reservas al Reino de Dios y a su justicia, a la humanidad doliente, anunciando que el auténtico sentido de la existencia no se logra en el mundo del poder, de las riquezas, de la importancia social y de la lógica de las jerarquías, sino en el servicio, en la donación de la propia vida, en la cruz, en la opción por los desheredados, en el rechazo de la mentalidad religiosa acumuladora de méritos a través del cumplimiento milimétrico de ritos y leyes onerosas. Jesús escandaliza a sus discípulos con esta manifestación de su identidad. Esta categoría del mesianismo crucificado es esencial para comprender el evangelio de Marcos, reveladora de la identidad de Jesús. [5]
El texto de la primera lectura es premonitorio en este orden de cosas, proviene del profeta Isaías, de un grupo de textos llamado los cánticos del Siervo de Yahvé,[6] en los que delinea un personaje misterioso, que termina salvando a su pueblo mediante el sufrimiento y la muerte: “El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían”[7]. El personaje tipificado se entrega a una misión profética, originada en el mismo Dios, que le demanda la totalidad del ser, del quehacer, aún a costa de su vida y de su bienestar. La causa que lo impulsa es superior a estas contingencias, a todo razonamiento humano, provoca rupturas, es desafiante, abnegada en grado superlativo, totalmente dolorosa, pero consciente del profundo amor que la motiva y del propósito liberador que la alienta. Es el mesianismo escandaloso que, siglos más tarde, se manifiesta en Jesús.
Jesús escucha las respuestas de Pedro y de sus discípulos: “Algunos dicen que eres Juan el Bautista, otros que Elías, y otros, alguno de los profetas. Y ustedes, ¿Quién dicen que soy yo? Pedro respondió: Tú eres el Mesías. Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él” [8]. El evangelista subraya el secreto mesiánico con esta expresión, inspirada en la lógica de la vida crucificada, en la donación ilimitada del amor, que rompe con el imaginario triunfalista de sus discípulos: “Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad”[9].
Estas reflexiones no son aburridas consideraciones de retórica religiosa sino una contundente verdad orientada a revisar nuestras identidades, la manera como las afirmamos y como nos relacionamos con los demás. Del paradigma de nueva humanidad que es Jesús de Nazareth se desprenden consecuencias decisivas para la configuración de nuestro yo, si lo entendemos como arrogancia y prepotencia o si decidimos seguir el camino evangélico de humildad y de servicio; porque los proyectos de vida más frecuentes se enrutan por los lados del dinero, de la comodidad material, de la felicidad garantizada por los indicadores sociales de triunfo y buena posición, del hacer carrera y ascender, a través de títulos, de relaciones con gente importante, poco o nada se plantean el asunto del servicio, de la solidaridad, del crucificarse amorosamente para liberar a los crucificados de su opresión y de los vejámenes que los afligen. Esto último desafía las mentalidades dominantes en todos los ámbitos, incluido el religioso. [10]
La acción de Dios consiste en revelar a su servidor lo mucho que va a sufrir pero asegurándole que se mantendrá junto a él: “Pero el Señor viene en mi ayuda; por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado”[11]. Esto supone una gran novedad, porque en la mentalidad habitual del Antiguo Oriente el sufrimiento era visto como castigo de Dios. En cambio, el Siervo está convencido de que el sufrimiento puede entrar en el plan de Dios, no como fin en sí mismo, sino como mediación de vida para que haya vida en abundancia; así, no se rebela, no protesta, da todo de sí mismo. [12]
Si Pedro hubiera conocido y comprendido este texto de Isaías, no se habría indignado con las palabras de Jesús, que representan la óptica de Dios, mientras que él se deja llevar por sentimientos puramente humanos, miedo al compromiso, miedo a las consecuencias de una opción tan radical: “Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo”[13]. ¿Quién es Jesús? Sólo una vivencia interna que nos haga descubrir lo que sintió y vivió Jesús – conocimiento interno le llama San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales – podrá llevarnos a captar los alcances de este mesianismo crucificado.[14]
La clave de todo su mensaje es esta: dejarse machacar, humillar, condenar, por causa del amor siempre mayor, es más humano que hacer daño a alguien. Los discípulos no lo podían aceptar, escándalo que se hace mayor cuando dice a Pedro: “Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres. Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?”.[15]
Aquí está la respuesta al interrogante: “¿Quien dice la gente que soy yo?”[16], esta es la identidad de Jesús, al revelarla, según el testimonio del evangelio de Marcos, también nos pregunta por la nuestra. ¿Quiénes somos? ¿Cuáles son los grandes motivos de nuestra vida? ¿Qué impulsa nuestras decisiones? ¿Cuáles son nuestras prioridades? ¿Los valores determinantes de las opciones que hacemos? ¿Cómo vivimos? ¿A qué le apostamos la vida? ¿Estamos dispuestos a escribir nuestro propio evangelio con el relato de una vida – la propia – que se configura con la de Jesús? [17]
En contra de lo que cabría esperar, Jesús prohíbe terminantemente decir eso a nadie. Y en vez de referirse a él mismo con el titulo de Mesías usa uno distinto: el Hijo del hombre, en el que destaca el aspecto de su humanidad crucificada; su destino – como consecuencia de sus opciones y actitudes ante el poder religioso y ante el poder político – es el del rechazo y la humillación. Esto resulta inaudito para Pedro y los discípulos. También hoy sigue escandalizando porque somete a juicio todo el vano honor del mundo.
Queda claro que la vida que Jesús nos plantea una coherencia total enmarcada en la donación de la vida, comunicar sentido a la vida de los seres humanos, dar razones para la esperanza, dignificar, redimir, transformar, salvar, liberar. Es la fe traducida en obras, según lo dice la segunda lectura, de la carta de Santiago: “¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo? ¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o a una hermana desnudos o sin el alimento necesario, les dice: vayan en paz, caliéntense y coman, y no les da lo que necesitan para su cuerpo? Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta”[18].
Siempre el cristianismo está confrontado y exigido, el referente es muy alto, es el mismo Jesús en los términos en que los plantea él mismo, por eso es imperativo que nos deshagamos del ego para ayudar a salvar a la humanidad de sus soberbias y autosuficiencias, empezando por las nuestras: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”[19]. En esta invitación descubrimos el ser de Jesús, su honda identidad, y con él podremos responder con rotunda claridad al interrogante formulado a los discípulos, que también es para nosotros.
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Bibliografía
[1] REDACCIÓN EL TIEMPO. El país detrás del “Usted no sabe quien soy yo”. Edición del 7 de marzo de 2015. https://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-15358001
[2] LÓPEZ AVENDAÑO, Olimpia. La agresividad humana. En https://www.redalyc.org/pdf/447/44740216.pdf FROMM, Erich. Anatomía de la destructividad humana. Siglo XXI. Mexico, 1989.
[3] SERRA UNDURRAGA, Jacqueline. El diagnóstico del narcisismo: una lectura relacional. En https://www.scielo.isciii.es/pdf/neuropsiq/v36n129/articulo10.pdf HORSTEIN, Luis. Narcisismo. Autoestima, identidad, alteridad. Paidós. Buenos Aires, 2000. VILLEGAS, Manuel & MALLOR, Pilar. El narcisismo y sus modalidades. En https://www.centroitaca.com/sites/default/files/biblioteca/000021.pdf BERNAL, Hernando Alberto. Lectura del texto “Introducción del Narcisismo” de Sigmund Freud. En Poiesis Revista electrónica de psicología social , número 24; páginas 1-13. Fundación Universitaria Luis Amigó. Medellín, diciembre 2012.
[4] Marcos 8: 27
[5] ROMÁN MARTÍNEZ, Carmen . “Tú eres el Cristo (Marcos 8: 27-30). La identidad de Jesús en el evangelio de Marcos. En Proyección número LVIII páginas, 483-498. Universidad Loyola de Andalucía. Granada, 2011. CARBULLANCA NÚÑEZ, César & DE SOUZA NOGUEIRA, Paulo Augusto. Cristología del evangelio de Marcos. En Theologica Xaveriana volumen 67 número 184-páginas 333-359. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 2017. LA CASA DE LA BIBLIA. Y vosotros, quien decís que soy yo? Semana bíblica con el evangelio de Marcos. Verbo Divino. Estella, 2018. MADUEÑO, Manuel. Y Ustedes, quien dicen que soy yo? Las preguntas de Jesús, un desafío actual. PPC. Madrid, 2018. EQUIPOS DE NUESTRA SEÑORA. Quien dicen los hombres que soy yo? Equipos de Nuestra Señora. Córdoba, 2005. ARENAS MOLINA, Enrique. Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios Vivo! Universidad Agustiniana. Bogotá, 2020.
[6] GONZÁLEZ FAUS, José Ignacio. Servir para una espiritualidad de la lucha por la justicia en los “Cantos del Siervo de Isaías. Cristianismo y Justicia. Barcelona, 2009. BARRIOS TAO, Hernando. Teología del sacrificio en Isaías 52:13 – 53:12. Siervo nuevo, elección nueva, misión nueva, ofrenda nueva. En Theologica Xaveriana volumen 63, número 175; páginas 29-56. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, enero-junio 2013. VÁSQUEZ ALLEGUE, Jaime. Libre para liberar: análisis exegético – comunicativo Isaías 42: 6-7. Tesina para obtener el título de Licenciado en Sagrada Escritura. Pontificio Instituto Bíblico. Roma, 1996. BIANCHI, Enzo . Los cantos del Siervo del Señor. Mensajero. Bilbao, 2015.
[7] Isaías 50: 5-6
[8] Marcos 8: 28-30
[9] Marcos 8: 31
[10] TORRES S., Juan Manuel. Cargando con el pecado del mundo: el pueblo crucificado salva. En Theologica Xaveriana volumen 58 número 166 páginas 497-532. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, julio-diciembre 2008. GALILEA, Segundo. El seguimiento de Cristo. San Pablo. Bogotá, 1993. GARRIDO, Javier. El camino de Jesús: relectura de los evangelios. Sal Terrae. Santander, 2007. MOLTMANN, Jürgen. El Dios Crucificado. La cruz de Cristo como base y crítica de toda teología cristiana. Sígueme. Salamanca, 1999. BOYARIN, Daniel. El Cristo sufriente, un midrash judío. En https://www.surco.org/sites/default/files/cuadmon/disponible_no/cuadernos-monasticos-203-3663.pdf GUIJARRO, Santiago. La hermenéutica mesiánica de las escrituras entre los primeros discípulos de Jesús. En Cuestiones Teológicas volumen 44, número 101; páginas 177-194. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín, enero-junio 2017.
[11] Isaías 50: 7
[12] PAPA JUAN PABLO II. Carta Apostólica Salvifici Doloris sobre el sobre el sentido cristiano del sufrimiento humano. Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano, 1984. POLO, Leonardo. El sentido cristiano del dolor. En https://www.leonardopolo.net/docs/Una%20explicacion%20%20su%20%20sentido.pdf PALACIOS QUIRÓZ, José Gabriel. El sentido cristiano del sufrimiento. En https://www.revistas.ufasta.edu.ar/index.php/initinere/article/view/107/pdf_86 MORLA ASENCIO, Víctor. Libro de Job, recóndita armonía. Verbo Divino. Estella, 2017.
[13] Marcos 8: 32
[14] LAMARTHÉE ESTRADE, Pablo. Los tres grados de la vida espiritual y el conocimiento interno de los ejercicios ignacianos. En Estudios Eclesiásticos volumen 91 número 356, páginas 29-58. Universidad Pontificia de Comillas. Madrid, 2016; Conocimiento interno. Mensajero – Sal Terrae. Bilbao, 2020. La expresión “conocimiento interno de Jesús”, típica del lenguaje ignaciano, significa plena identidad y comunión con Jesús, enamorarse de él, ser su discípulo, traducir su espíritu a todas las actuaciones de la vida.
[15] Marcos 8: 33-37.
[16] Marcos 8:27
[17] KÜNG, Hans. Ser cristiano. Trotta. Madrid, 2014. ROSELL NEBREDA, Sergio. La nueva identidad de los cristianos. El himno a Cristo en la Carta a los Filipenses. Sígueme. Salamanca, 2010. BURITICÁ ZULUAGA, Diego. El concepto de persona humana en la tradición cristiana y su progresión hasta el personalismo. En Cuestiones Teológicas volumen 41, número 96; páginas 467-493. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín, julio-diciembre 2014. LUCAS LUCAS, Ramón. El hombre, espíritu encarnado. Sígueme. Salamanca, 1999. CALVO ESPIGA, Arturo. Identidad cristiana y racionalidad de la pertenencia religiosa: su incidencia en las actuales sociedades plurales. En Iusta volumen 2, número 39; páginas 409-438. Universidad de Santo Tomás. Bogotá, julio-diciembre 2013.
[18] Santiago 2: 14-17
[19] Marcos 8: 34