2. “Si alguien quiere venir conmigo, renuncie a sí mismo, cargue su cruz y sígame”
Si queremos ser de verdad seguidores de Cristo, tenemos que identificarnos con Él, renunciando a toda forma de egoísmo, para ponernos al servicio del Reino de Dios, reino de justicia, de amor y de paz, hasta las últimas consecuencias. Los textos proféticos que, como el de la primera lectura de hoy (Isaías 50, 5- 9), son llamados “poemas del siervo de Yahvé” o del servidor de Dios, nos ofrecen una descripción anticipada, unos cinco siglos antes, de lo que sería la pasión redentora del Mesías, la misma que Jesús les anuncia varias veces a sus discípulos.
Ahora bien, la pasión de Cristo nos es descrita en los Evangelios para que nos identifiquemos con Aquél que dio su vida por toda la humanidad, y nos dispongamos a que en nosotros se realice el Reino de Dios mediante una actitud de servicio, a imagen del mismo Jesús, quien diría más adelante después : “el Hijo del hombre no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate por muchos” (Marcos 10, 45).
3. “¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no tiene obras?”
La relación indisoluble entre el reconocimiento de Jesús y la puesta en práctica de sus enseñanzas, es lo que nos plantea la segunda lectura (Santiago 2,14-18). El ejemplo que ilustra este planteamiento es muy claro: ante la situación de quien carece de ropa y alimento, no basta con decir “que les vaya bien, vístanse y aliméntense”, sino que es preciso hacer algo para contribuir a la solución del problema.
En definitiva, lo que cuenta son las obras, como dice el apóstol Santiago: “muéstrame tu fe sin las obras, que yo, con las obras, te probaré mi fe”. Jesús había dicho: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7,21-23). Y san Ignacio de Loyola escribiría 15 siglos más tarde, en sus Ejercicios Espirituales, que “el amor se debe poner más en las obras que en las palabras”. En la eternidad nos llevaremos sorpresas. Muchos que recitaban el Credo, pero sin llevar a la práctica lo que significa, no habrán logrado la felicidad. En cambio, quienes realizaron con sus obras más que con sus palabras lo que significa creer en Dios, que es creer en el Amor, alcanzarán la salvación prometida. Y por lo mismo, muchos ateos o agnósticos, si sus obras fueron acordes con la voluntad de Dios que es voluntad de Amor, lograrán le felicidad eterna. Porque quienes niegan a Dios o dudan de su existencia, lo que suelen rechazar es una falsa imagen de Él; pero si sus obras son rectas, cumplen de hecho la voluntad de Dios, aunque no profesen con palabras un credo religioso.
Desde el domingo pasado ha tenido lugar en Colombia la “Semana por la Paz”, en la que se evoca anualmente el ejemplo de san Pedro Claver, cuya fiesta fue el pasado 9 de septiembre y quien dedicó su vida en Cartagena al servicio de los esclavos defendiendo su dignidad y sus derechos, y así mostró con sus obras lo que significa ser seguidor de Jesús. Invocando su intercesión y la de María santísima, pidámosle al Señor que nos dé su gracia para demostrar nuestra fe con las obras. Así sea.
Preguntas para la reflexión
- ¿Qué mociones o sentimientos espirituales suscita en mí el pasaje del Evangelio de hoy?
- ¿Cómo siento que debo acoger la invitación a seguir a Cristo cargando con la cruz?
- ¿Cuál considero concretamente que debe ser en mi vida la coherencia entre la fe y las obras?