Solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo

Comunitas Matutina

Comunitas Matutina. Domingo 29 de junio.

Lecturas

  1. Hechos 12: 1 – 11
  2. Salmo 33: 2 – 9
  3. 2 Timoteo 4: 6 – 8 y 17 -18
  4. Mateo 16: 13 – 19

En el comienzo mismo de la historia cristiana encontramos estas dos recias personalidades, a quienes podemos llamar fundadores de la Iglesia, fundamentados ellos mismos en el Señor, en quien la Iglesia está fundada. Ambos son vigorosos discípulos del Señor. Pedro , decidido, intenso, pero también frágil y temeroso: “En ese momento cantó un gallo y Pedro recordó lo que había dicho Jesús: antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces. Y saliendo afuera, lloró amargamente[1]. Pablo, por su parte, afirma: “Por último se me apareció a mí, que soy como un aborto. Porque yo soy el último entre los apóstoles y no merezco el título de apóstol, porque perseguí a la Iglesia de Dios [2]. [3]

De sus grandes fragilidades, Dios hace surgir dos inmensas personalidades apostólicas, en las que se arraiga el cristianismo primitivo y la Iglesia de todos los tiempos de la historia. Pedro falló en el momento crucial de la pasión de Jesús, negándolo; Pablo fue obstinado y fundamentalista fariseo, acérrimo perseguidor de los discípulos de Jesús. Pero la misericordia de Dios se apoderó de ellos y su gracia entró vigorosamente en estos dos hombres formidables , para poner los cimientos del cristianismo. En estas humanidades surge un nuevo ser que hace de ellos los testigos primigenios del Evangelio: “El Señor, sí, me asistió, y me dio fuerzas para que por mi medio se llevase a cabo la proclamación, de modo que la oyera todo el mundo; así, el Señor me arrancó de la boca del león[4].

El cristianismo no nace en un medio privilegiado y poderoso, sino en la contradicción de la cruz, en la pobreza real de Jesús, en su cercanía con los excluidos, en su confrontación a los poderes judío y romano, en la difamación de su nombre, en la injusticia de la cruz, en la cruda y dolorosa soledad de su muerte, y en la fascinación que por él sintieron un grupo de hombres y mujeres pobres, marginales, sin ninguna importancia religiosa o social en la Palestina de aquellos años de ocupación romana.[5]

Estas comunidades sienten en un primer momento lo que ellos consideran derrota y fracaso: “Ellos se detuvieron con rostro afligido, y uno de ellos, Cleofás, le dijo: eres tú el único forastero en Jerusalén que desconoce lo que ha sucedido allí estos días? Jesús preguntó: qué cosa? Le contestaron: lo de Jesús de Nazaret, que era un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo. Los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el liberador de Israel, pero ya hace tres días que sucedió todo esto[6] .

Esto es como si hoy dijéramos: una vez más los malos han ganado la partida. Entonces, cómo podemos determinar la calidad de lo acontecido en estas gentes deshechas que empiezan a experimentar que el crucificado está vivo, ahora con una presencia distinta, novedosa, resucitada, haciendo de ellos nuevas , valientes y testimoniales personas? Esta es la experiencia pascual, en la que Pedro y Pablo tienen el liderazgo clave para constituir la comunidad apostólica de los discípulos y seguidores de Jesús. La llamada Iglesia Apostólica, con Pedro y Pablo a la cabeza, es fundamental en la comprensión y vivencia del cristianismo, ellos son los cristianos raizales, los que captan en profundidad lo sucedido en Jesús, los que reciben el mandato misional, testigos originales de la fe, fundadores de las primeras comunidades cristianas, punto de partida de la apostolicidad de la Iglesia y de su ministerialidad.[7]

A Pedro dice un día Jesús, luego de la pregunta por su identidad y de la respuesta esclarecedora de este: “Pues yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra construiré mi Iglesia, y el imperio de la muerte no la vencerá[8]. Y Pablo testimonia: “En cuanto a mí, ha llegado la hora del sacrificio y el momento de mi partida es inminente. He peleado el buen combate, he terminado la carrera, he mantenido la fe. Sólo me espera la corona de la justicia, que el Señor como justo juez me entregará aquel día[9]. Tesalónica, Efeso, Jerusalén, Colosas, Corinto, Galacia, Roma, judíos y paganos convertidos a la nueva fe, el cuidado y la dedicación pastoral de ambos, la claridad de la doctrina, las recomendaciones para el buen vivir evangélico, las advertencias críticas, la capacidad para afrontar persecuciones y momentos dramáticos, la confrontación ante las autoridades judías y romanas, las incomprensiones de algunos de sus discípulos, la intensidad y la pasión con la que asumieron el anuncio de la Buena Noticia, la entrega total de su ser a esta causa, son el relato clarísimo de la radicalidad evangélica de estos dos configuradores del cristianismo naciente. El ministerio de Pedro y de Pablo es referente para todo ministerio en la Iglesia, no entendido como poder y ascenso en el escalafón jerárquico, sino como lo que le es inherente: servicio apostólico, a tiempo y a destiempo, poniendo como garantía la disposición para la entrega de la propia vida, sin límites, sin reticencias.

Cómo no recordar, al lado de estos pastores principales, a hombres como Ambrosio de Milán, obispo de palabra recia y doctrina luminosa; al santo y humilde varón llamado Helder Pessoa Cámara, Obispo de Olinda-Recife, en los muy duros años de las dictaduras militares en Brasil; a nuestro inmenso Oscar Romero, de Salvador, voz de los sin voz, mártir en su propio altar eucarístico; a Leonidas Proaño de Riobamba (Ecuador), padre de los indígenas; al discreto y humano Pablo VI, Papa Montini, olvidado e incomprendido; al evangélico Juan XXIII, profeta del Vaticano II; al también mártir Aloysius Stepinac, de Zagreb (Croacia), sometido al silencio por el régimen comunista; a nuestro ahora eterno y bienaventurado Papa Francisco cuyo ministerio ha impreso huella de Evangelio en la vida de la Iglesia contemporánea?[10]

Y con ellos y como ellos, tantos otros que – mirando siempre al Señor Jesús y a los protoapóstoles Pedro y Pablo – asumen el ministerio con todas sus demandas y responsabilidades, deponiendo intereses personales y carreras de privilegios, para hacerse en todo como él, en quien depositan la plena garantía de sus vidas. Se impone tomar el cayado petrino y paulino para devolver al servicio sacerdotal y pastoral su brillo original, y con ello destacar a la Iglesia como esta comunidad de hombres y mujeres que lo apuestan todo por esta causa trascendente y definitiva. La sucesión apostólica, que recorre la historia de modo ininterrumpido a partir del mismo Señor Jesucristo y de la impronta santificadora del Espíritu, es marca fundamental que da plenitud de sentido al ministerio eclesial.

Qué podremos decir cuando hoy se nos pregunte: “Quien dice la gente que es el Hijo del Hombre?” [11] . Diremos que es un hacedor de prodigios, un sabio metafísico o esotérico, un maestro del oriente, un caudillo subversivo, un lejano icono religioso, o un ser profundamente humano en quien la divinidad se insertó en la historia y en la condición humana para redimirla de pecados e inconsistencias, y para abrirla definitivamente a la plenitud de Dios?

Y podremos, entonces, responder como Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo[12], uniéndonos así a la Iglesia entera, a sus múltiples denominaciones y tendencias, todas unificadas por el testimonio original de los dos apóstoles: “Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús, quien, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios; sino que se vació de sí y tomó la condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres. Y mostrándose en figura humana se humilló, se hizo obediente hasta la muerte y una muerte de cruz[13].

De la mano de Pedro y Pablo iremos seguros en la nave asistida por el Espíritu para depurar en la Iglesia todo lo que no es Jesús ni Evangelio, para hacerla descender del pedestal en el que algunos la han querido entronizar, para despojarla de accidentes históricos, descalzándola y llevándola siempre por las calles de la vida, por los vericuetos de la historia, en todas las culturas y sociedades. Con ellos anunciaremos con serena humildad y coherente testimonio que el destino final del ser humano no está en el consumo ni en el poder, tampoco en el frenesí de una libertad absolutizada ni en el decadente relativismo que pone en tela de juicio la plenitud de Dios y la dignidad humana, ni en el pasotismo que lleva a vivir sin sentido de futuro, que en Jesús hay una propuesta que sigue teniendo plena vigencia para que haya respeto al ser humano, eticidad liberadora, comunidad incluyente, humanismo inspirador, que se concreta en un modo de vida teologal y humano, que celebra una fe plena de contenidos, que los comunica con gozo y nitidez, que se inclina misericordiosa ante la fragilidad de las personas, que dialoga con todos, que nos abre con esperanza a la paternidad – maternidad de Dios.

León XIV, Obispo de Roma, es hoy el sucesor de Pedro, llega novedoso para seguir la apostolicidad de la Iglesia, ocupando la sede que durante doce años tuvo a Francisco, quien con maestría evangélica conmovió al mundo con su estilo cercano, genuinamente petrino y paulino, su palabra, su cercanía, su intención de eliminar de la Iglesia prácticas antievangélicas, su apertura al pluralismo y al ecumenismo, su sentido de los pobres, su talante de diálogo interreligioso, son una esperanzadora actualización del ministerio de los Apóstoles Pedro y Pablo, dejando atrás las pompas paganas que en mala hora se infiltraron en la Iglesia. [14] El tiempo de Dios no es de poder sino de servicio, no es de imposición sino de sentido y comunidad, no es de prohibición, sino de esperanza y de vida , no de quien habla más fuerte o manda más, sino de quien ama con mayor pasión y de quien tiene , en definitiva, la fuerza para hacer vigente aquello de que “Nadie tiene amor más grande que el que es capaz de dar la vida por las personas que ama[15] .

_____________________

Bibliografía

[1] Mateo 26: 74-75.

[2] HECHOS 15: 8-9

[3] GARCÍA VIANA, Luis Fernando. Introducción a los Hechos de los Apóstoles. Mensaje y características de este libro. Aula de Teología de la Universidad de Cantabria. Santander, 22 de octubre de 2013. ALVAREZ CINEIRA, D. La muerte de Pedro y Pablo en Roma. En Estudios Agustinianos número 39; páginas 445-478. Estudio Teológico Agustiniano. Valladolid, 2004. LOPEZ SOJO, Dagoberto. Discursos kerigmáticos en los Hechos (sobre los discursos de Pedro y Pablo). En https://www.antonianumroma.org/public/pua/dispense/4Dagoberto_%20Discursos.pdf COTHENET, Edouard. Las Cartas de Pedro. Verbo Divino. Estella, 1984. GIL ARBIOL, Carlos. Los protagonistas de los orígenes: conflictos y encuentros que abrieron la historia. Pablo en el libro de los Hechos. Aula de Teología de la Universidad de Cantabria. Santander, 5 de noviembre de 2013. DICASTERIO PARA LA EVANGELIZACIÓN DE LOS PUEBLOS. Con Pedro y Pablo siguiendo al Maestro. Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano, 2024. GALOT, Jean. El primado de Pedro según el Nuevo Testamento. En Theologica Xaveriana número 146; páginas 245-256. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 2003.

[4] 2 Timoteo 4: 17

[5] AGUIRRE MONASTERIO, Rafael (Editor) Así empezó el cristianismo. Verbo Divino. Estella, 2019; La mesa compartida. Estudios del Nuevo Testamento desde las Ciencias Sociales. Sal Terrae. Santander, 1994. THEISSEN, Gerd. El movimiento de Jesús. Historia social de una revolución de los valores. Sígueme. Salamanca, 2005; La religión de los primeros cristianos. Sígueme. Salamanca, 2004. RICHARD, Pablo. Orígenes del cristianismo: memoria para una reforma de la Iglesia. En Espiga número 23; páginas 53-77. Departamento Ecuménico de Investigaciones DEI. San José de Costa Rica, enero-junio 2012. STEGEMANN, E.W. Historia social del cristianismo primitivo: los inicios en el judaísmo y las comunidades cristianas en el mundo. Verbo Divino. Estella, 2001.

[6] Lucas 24: 17-21

[7] REYNIER, Chantal. Para leer a San Pablo. Verbo Divino. Estella, 2009. BARBAGLIO, Giuseppe. Jesús de Nazaret y Pablo de Tarso: una confrontación histórica. Secretariado Trinitario. Salamanca, 2009. VIDAL, Senén. El proyecto mesiánico de Pablo. Sígueme. Salamanca, 2008. ALVAREZ CINEIRA, D. Pablo y el Imperio Romano. Sígueme. Salamanca, 2009. BOCKMUEHL, Markus. Simón Pedro en la Escritura y en la memoria. Sígueme. Salamanca, 2014. MARTÍNEZ SAGRERA, María. La cara oculta de Pedro. Mensajero. Bilbao, 2016. MARTINI, Carlo María. La libertad de los cristianos según la Primera Carta de Pedro. Sal Terrae. Santander, 2007. BERGER, Klaus. Los primeros cristianos. Sal Terrae. Santander, 2017. PIKAZA, Xabier. Compañeros y amigos de Jesús. La Iglesia antes de Pablo. Sal Terrae. Santander, 2016.

[8] Mateo 16: 18

[9] 2 Timoteo 4: 6-7

[10] BIDEGAÍN, Ana María (Compiladora). Obispos de la Patria Grande. Pastores, Profetas y Mártires. Consejo Episcopal Latinoamericano CELAM. Bogotá, 2018. PAPA FRANCISCO con CARLO MUSSO. Esperanza: la autobiografía. Plaza & Janés. Barcelona, 2025. MAIER, Martin. Oscar Romero: mística y lucha por la justicia. Herder. Barcelona, 2005. HORNMAN, Wim. El obispo rojo. Sígueme. Salamanca, 1977. CARDENAL JOSEPH BERNARDIN. El don de la paz (Confesiones del Cardenal Joseph Bernardin). Planeta. Barcelona, 1998. ZANATTA, Loris. Bergoglio, una biografía política. Editori Laterza. Bari-Roma, 2025. TOSCANI, Xenio. Paolo VI. Una biografía. Studium. Roma, 2014.

[11] Mateo 16: 13.

[12] Mateo 16: 16

[13] Filipenses 2: 5-8

[14] COMISION TEOLOGICA INTERNACIONAL. La apostolicidad de la Iglesia y la sucesión apostólica. Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano, 1973. BEINERT, Wolfgang. Apostólico: anatomía de un concepto. En https://www.seleccionesdeteologia.net/assets/pdf/180_03.pdf CONGREGACION PARA LA DOCTRINA DE LA FE. El primado del sucesor de Pedro en el misterio de la Iglesia. Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano, 2003. TILLARD, Jean-Marie. El Obispo de Roma: estudio sobre el papado. Sal Terrae. Santander, 1986. TEJA, Ramón. ACERBI, Silvia. El primado del Obispo de Roma. Trotta. Madrid, 2020.

[15] Juan 15: 13.

Compartir en redes

Homilías del autor

Homilías

10
JUL

“Cuál de esos tres te parece que se hizo prójimo del hombre asaltado por los bandidos? El maestro de la ley contestó: el que tuvo compasión de él. Jesús le dijo: pues ve y haz tú lo mismo”

Ver más
6
JUL

“Si entran en un pueblo y los acogen, coman lo que les pongan; curen los enfermos que haya en él y díganles: El Reino de Dios está cerca de ustedes”

Ver más
22
JUN

“Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”

Ver más
15
JUN

“Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes”

Ver más
8
JUN

“En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu”

Ver más
Ir al contenido
Jesuitas Colombia
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.