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“Señor, ¿A quién iríamos? Tú tienes las palabras que dan vida eterna”

Comunitas Matutina

Domingo XXI del Tiempo Ordinario Ciclo B – (Juan 6: 68) – 25 de Agosto de 2024

Lecturas:

  1. Josué 24: 1-18
  2. Salmo 33
  3. Efesios 5: 21-32
  4. Juan 6: 60-69

 

Josué,[1] el líder de Israel a quien corresponde guiar a su pueblo en el momento final de su peregrinación por el desierto y en el ingreso a la tierra de la promesa, organiza la gran asamblea de Siquem como la reunión en la que se constituye el nuevo pueblo, es el punto de partida que configura a Israel en su identidad teológica, social, cultural: “Si les resulta duro servir al Señor, elijan a quién quieren servir: a los dioses que sirvieron sus padres al otro lado del río o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitan, que yo y mi casa serviremos al Señor. El pueblo respondió: lejos de nosotros abandonar al Señor para ir a servir a otros dioses! Porque el Señor, nuestro Dios, es quien nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto, quien hizo ante nuestros ojos aquellos grandes prodigios, nos guardó en todo nuestro peregrinar y entre todos los pueblos que atravesamos”.[2]

Todo el Antiguo Testamento versa sobre Dios tomando en serio a estas tribus hebreas, primero sometidas en Egipto como esclavos en ese poderoso imperio, luego atravesando el desierto con todas las inclemencias, desencantos, fatigas, inherentes a una experiencia como esa, a veces confiando plenamente en su Dios, otras renegando de Él, como es la vida de la mayoría de seres humanos. El tránsito por la vida oscila entre la felicidad y el sufrimiento, ambigüedad inevitable de nuestra condición. Ahora, con el liderazgo de Josué, termina la dramática experiencia del desierto y empiezan ellos a ver el cumplimiento de las promesas de Yavé.

¿Por qué atendemos el mensaje de este libro, y el texto que nos ocupa hoy, en pleno siglo XXI y en todos los tiempos de la historia? Porque Israel es el prototipo del pueblo creyente, al que pertenecemos nosotros, que hoy es la Iglesia. Es un pueblo, también nosotros, que discurre por la historia, por la realidad, y vive todo lo propio de esa condición: libertad, plenitud, fracaso, desencanto, es lo que caracteriza a cada biografía individual y colectiva. En el texto que nos ocupa, Josué, de frente al pueblo, en inmediaciones de la Tierra Prometida, lo confronta, lo pone en situación de discernimiento, no sin antes hacer un recuento del ser y hacer de Dios-Yavé en la historia de esta comunidad. También a nosotros se nos propone hoy esta disyuntiva: ¿Cuáles son las marcas de Dios en nuestros relatos de vida? ¿Cuáles nuestras crisis y frustraciones? ¿Cuáles nuestras libertades, amores y felicidades? ¿Somos conscientes del significado y alcance de optar por Dios, conscientes de las consecuencias que causa una tal decisión? [3]

La libertad es el tema clave del Exodo, la experiencia que tiene este pueblo de un Dios absolutamente comprometido con su liberación, siendo esta una característica teologal determinante, es el Dios que no admite esclavitudes para su gente. Este es el Dios de los padres, el Dios que permanece fiel en esta tarea liberadora. [4] Las tribus que discurrieron por el desierto eran de una gran diversidad, a menudo problemática, como consta en varios pasajes del texto, pero ahora se aglutinan en torno a la fe en el único Dios liberador. La alianza de estas tribus tiene su raíz en la fe monoteísta. Al mismo tiempo, esta profesión creyente supone una postura crítica ante los dioses extraños, imágenes distorsionadas de Dios que someten y esclavizan a sus creyentes, dioses de muerte, dioses que frenan la evolución de las personas, dioses que llevan al fracaso. Afirmar al único y verdadero Dios es tomar partido por la libertad y por la dignidad, es lo que se asume en la asamblea de Siquem.[5] ¡Y es lo que hay que asumir en nuestra vida!

Comprometerse con Dios, comprometerse con Jesús, no es capitular ni deponer la dignidad ni la posibilidad de decidir la vida. Una interpretación de la fe cristiana, bastante viciada de legalismos y de ritualismos, permanece en muchas prácticas y mentalidades del cristianismo. Se identifica a los creyentes como personas sumisas, pasivas, incapaces de tomar la rienda de su vida, con un estilo fúnebre que no cautiva a nadie que se diga medianamente inteligente. La genuina asunción de la fe es liberadora en su esencia.[6] Hacer vínculos con Dios, alianza como la de los israelitas, es dar el salto de esperanza a la aventura de la libertad, es inadmisible dar soporte a yugos, humillaciones, sometimientos indignos, en nombre suyo. La conciencia y vivencia de esta liberación es la que da arraigo a los israelitas en la asamblea fundante de Siquem. Es un paradigma que trasciende todos los tiempos de la historia para ser referente de la configuración de nuestras comunidades de fe y de vida.

Estos relatos del Antiguo Testamento no los tomamos simplemente cómo referencias a hechos sucedidos en la remota antigüedad. Nos hablan de cómo corresponder al Dios que nos toma en serio, tomándolo también a Él con la misma seriedad, es decir, optando por ser libres con todo lo que esto demanda de responsabilidad con la historia y con las interminables causas de justicia y de reivindicación de la dignidad humana. El asunto cristiano, si bien aspira a una plenitud más allá de la historia, no puede desentenderse del compromiso con esta, porque lo que está en juego es el sentido de la vida de la humanidad, su derecho a vivir dignamente.

Hoy remata el capítulo sexto de Juan, que hemos proclamado durante cinco domingos consecutivos. Sus palabras chocan con la mentalidad vigente en ese contexto judío que definitivamente no lo entendía y se oponía con vehemencia a sus palabras y conducta. También a sus discípulos les resultó muy costoso asumirlo, captar la lógica de su proyecto. Jesús rompe los mapas mentales, los esquemas habituales de religiosidad, los modos de relacionarse con Dios, las prioridades de la vida.[7] Hace veinte siglos parecía inadmisible que alguien pudiera comunicar un mensaje tan exigente y tan liberador: “Muchos de los discípulos que lo oyeron comentaban: este discurso es bien duro, ¿Quién podrá escucharlo? Jesús, conociendo por dentro que los discípulos murmuraban de ello, les dijo: ¿Esto los escandaliza? ¿Qué será cuando vean a este Hombre subir adonde estaba antes? Es el Espíritu quien da vida y la carne no vale nada. Pero hay algunos de ustedes que no creen”.[8]

Muchos, en nuestros ambientes cristianos siguen en el plan de endulzar el mensaje de Jesús, convirtiéndolo en una propuesta inocua, inofensiva, baja en potencia profética. Nunca olvidemos que su palabra cuestiona permanentemente todo lo que somos y hacemos, nunca con el objeto de frustrar nuestra vida, siempre con el ánimo de erigirnos en seres humanos adultos. Queremos seguirlo y queremos ser como él. No nos contentamos con los laureles que el mundo ofrece para disminuir la fuerza del Evangelio, nuestro anhelo es caminar la difícil y tortuosa vía del pueblo de Dios en la historia, como la que vivieron aquellos israelitas caminantes por el desierto en pos de la promesa.

Examinemos nuestras eucaristías y celebraciones de la fe, examinemos nuestra catequesis, examinemos nuestras prácticas pastorales, examinemos el ejercicio del ministerio, de la vida consagrada, y también la presencia de los laicos en la vida eclesial, examinemos el influjo cristiano en la estructuración social, y preguntémonos con coraje si en ello alienta el Espíritu del Señor Resucitado, el que da la vida del Padre, el que da la libertad, el que salva, el que nos alimenta con su carne y con su sangre para que también nosotros alimentemos al prójimo con la nueva humanidad.

Como en el discurso de Nicodemo y en el de la Samaritana (también de Juan), la referencia al Espíritu es clave para entender y vivir a Jesús: “Le contestó Jesús: te aseguro que, si uno no nace de agua y Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios. De la carne nace carne, del Espíritu nace espíritu. No te extrañes si te he dicho que hay que nacer de nuevo”.[9] Todo el capítulo sexto viene diciendo que él es el pan, ahora nos dice que son sus palabras las que nos dan la Vida, y lo significa en la donación de su carne y de su sangre como alimento de la nueva vitalidad teologal.[10]

Tal nivel de exigencia hace que sus discípulos le abandonen. Hasta ahora eran los judíos los que le rechazaban, ahora también su gente se escandaliza y acobarda: “Desde entonces muchos de sus discípulos se echaron atrás y ya no andaban con El. Así que Jesús dijo a los Doce: ¿También ustedes quieren marcharse?”.[11] En este capítulo, Juan ha intentado aclarar las condiciones de pertenencia a la comunidad de Jesús, la dedicación al bien del ser humano mediante la ofrenda de todo el ser y el quehacer, el mesianismo triunfal queda definitivamente excluido. Jesús no busca la gloria humana, ni la quiere para sus seguidores, tomar su ruta implica dejar de lado las ambiciones personales y disponerse a la donación total de la vida, pan-carne partido y compartido, vino-sangre que se derrama, sacramento de Dios que nos implica ontológica y existencial en el ser y en el proceder de Jesús, para que nosotros seamos también instrumentos sacramentales de esa vitalidad.

Cuando Pedro, concluyendo el capítulo, dice: “Señor, ¿A quién vamos a acudir? Tú dices palabras de vida eterna. Nosotros hemos creído y reconocemos que tú eres el Consagrado de Dios”,[12] supone que el primero de los discípulos, y estos mismos, vivieron su proceso de ruptura, renunciaron a su búsqueda de intereses limitados, captaron los alcances de este programa de vida, y decidieron dejarlo todo para entregarse por completo a la Buena Noticia.

No lo olvidemos: seguir a Jesús no es una tranquila y rutinaria acomodación a una religiosidad formal, demanda rupturas, compromete la totalidad de la vida, desarma esquemas preestablecidos, cambia las motivaciones y las prioridades. ¿Estamos dispuestos a ello?

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Bibliografía

[1]DE LEON AZCARATE, Juan Luis. Comentarios a la nueva Biblia de Jerusalén: Josué, Jueces. Desclée de Brower. Bilbao, 2010. ANDIÑACH, Pablo R. Una introducción al libro de Josué. En Biblioteca digital de la Pontificia Universidad Católica Argentina. Buenos Aires, 2011. SANCHEZ, E. Josué en Comentario Bíblico Latinoamericano volumen 1; páginas 611-632. Verbo Divino. Estella, 2005. ABADIE, Philippe. El libro de Josué: crítica histórica. Verbo Divino. Estella, 2004. NAVARRO, Mercedes. Los libros de Josué, Jueces y Rut. Ciudad Nueva. Madrid, 1995.

[2] Josué 24: 15-17

[3] SERRA MARTÍNEZ, José Luis. Encontrar a Dios en todas las cosas. Curso de discernimiento. Buena Prensa. Ciudad de México, 2019. TORRES ADAME, Fabiola. Cómo hablar de Dios al hombre postmoderno? Una mirada desde el cristianismo. En Análisis número 51; páginas 37-55. Universidad de Santo Tomás. Bogotá, 2018.CRUZ LOPEZ, Diego Fernando. La revelación de Dios: camino de interpretación y de acción humana en el contexto de la comunidad “Pueblo de Dios”. En Reflexiones Teológicas  número 12; páginas 11-34. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, enero-junio 2014. BAENA BUSTAMANTE, Gustavo. Fenomenología de la Revelación. Verbo Divino. Estella, 2011. GUTIERREZ MERINO, Gustavo. El Dios de la vida. Centro de Estudios y Publicaciones CEP. Lima, 1986.ARMSTRONG, Karen. Una historia de Dios: 4.000 años de búsqueda en el judaísmo, el cristianismo, el Islam. Paidós. Barcelona, 2016.

[4] PIXLEY, Jorge. Exodo: una lectura evangélica y popular. Edición digital de Servicios Koinonía. México D.F., 1983. ANDIÑACH, Pablo R. El libro del Exodo. Sígueme. Salamanca, 2006. ASOCIACION BIBLICA ESPAÑOLA. El libro del Exodo. En Reseña Bíblica número 82 (monográfico). Verbo Divino. Estella, verano 2014.

[5] LA CASA DE LA BIBLIA. El verdadero Israel, testigo del Dios liberador. Guía para una lectura comunitaria del Pentateuco y los Libros Históricos. Verbo Divino. Estella, 2004. HENAO MESA. Jairo Alberto. Dios narrado desde lo político. En  Cuestiones Teológicas volumen 41 número 95 ; páginas 191-215. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín, enero-junio 2014. AGUIRRE MONASTERIO, Rafael. Dios liberó a Israel de la esclavitud de Egipto. Aula de Teología de la Universidad de Cantabria. Santander, 2 de noviembre de 2010. LA CASA DE LA BIBLIA. El verdadero Israel, testigo del Dios liberador. Verbo Divino. Estella, 2004. PIXLEY, Jorge. La Historia de Israel vista desde los pobres. En https://www.nuestrabiblia,org/contenido/uploads/2015/05/La-Historia-de-Israel.pdf

[6] IBAÑEZ, Alfonso. Gustavo Gutiérrez: el Dios de la vida y la liberación humana. En  Espiral volumen IX número 26 ;  páginas 10-28. Universidad de Guadalajara, enero-abril 2003. DEPARTAMENTO ECUMENICO DE INVESTIGACIONES. La lucha de los dioses: los ídolos de la opresión y la búsqueda del Dios liberador. DEI. San José de Costa Rica, 2003. MESTERS, Carlos. Dios, dónde estás? Una Introducción práctica a la Biblia. Verbo Divino. Estella, 2006.

[7] MARTÍNEZ LOZANO, Enrique. Jesús rompe nuestros esquemas. En https://www.fedulta.com/es/buscadoravanzado/item/745-Jesus-rompe-nuestros-esquemas.html ZAMORA ANDRADE, Pedro Pablo. Seguir a Jesús, el Señor, y proseguir su proyecto. Verbo Divino. Estella, 2021. OSPINA ARIAS, Diego Fernando. El seguimiento transformante de Cristo Jesús, categoría fundante de la teología moral fundamental. Trabajo de grado para optar al título de Doctor en Teología. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 2014. CASTILLO, José María. El seguimiento de Jesús. Sígueme. Salamanca, 2005. COSTADOAT, Jorge. Seguimiento de Cristo en América Latina. En Gregorianum volumen 93, número 3; páginas 573-592. Pontificia Universidad Gregoriana. Roma. 2012. LARRÚ, Juan de Dios. El seguimiento de Cristo en el corazón de la moral cristiana. En Teología y Catequesis número 55, páginas 13-17. Universidad Eclesiástica San Dámaso. Madrid, 2023. MONTERO, Domingo J. Tentaciones en el seguimiento de Cristo. Verbo Divino. Estella, 2022.

[8] Juan 6: 60-63

[9] Juan 3: 5-7

[10] GARRIDO, José Rafael. El pan de vida. Reflexión acerca del capítulo 6 del Evangelio de Juan. En https://www.academia.edu/27239135/El_Pan_de_Vida_Reflexion_acerca_del_Capitulo_6_del_Evangelio_de_Juan ARQUIDIOCESIS DE DENVER. Juan 6. En https://www.archden.org/-wp-content/uploads/2023/07/John-6-booklet_ESP_v2.pdf MOLONEY, Francis J. El evangelio de Juan. Verbo Divino. Estella, 2015. BEUTLER, Johannes. Comentario al evangelio de Juan. Verbo Divino. Estella, 2016. CARDONA RAMÍREZ, Hernán. Jesús de Nazaret en el Evangelio de San Juan. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín, 2012.

[11] Juan 6: 66-67

[12] Juan 6: 68-69

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