Hoy celebramos la fiesta de los santos apóstoles Pedro y Pablo, pilares de la Iglesia y quienes fueron incansables en el anuncio de la buena noticia. Es también el día en el cual se nos invita a orar por el Papa, pastor universal de la Iglesia, León XIV.
El Evangelio nos presenta una escena profundamente significativa. Pedro, durante la pasión había negado tres veces a Jesús. Se dejó llevar del miedo, de pensar que, posiblemente, también lo iban a crucificar si reconocía ser uno de los discípulos de Jesús.
Después de la resurrección Jesús se manifestó varias veces a los discípulos para fortalecerlos en la fe y fueran sus testigos por todas partes. Era la misión que surgía de haber sido llamados, aunque en ciertos momentos se sintieran débiles. Una de esas manifestaciones la narra el texto del Evangelio de esta fiesta. Es la triple pregunta que le hace Jesús a Pedro. ¿Me amas? La respuesta es clara: “tú lo sabes”. Y tres veces le repite la misión “apacienta mis ovejas”. ¿Qué pudo pasar en el interior de Pedro? A una triple negación responde ahora con una triple profesión de amor.
En la segunda lectura escuchamos el relato que hace Pablo del llamado que le hizo el Señor, la manera como lo reconoció y el cambio que tuvo en su vida. De perseguidor de los cristianos a anunciador del Evangelio. Esa es la incondicionalidad en dar respuesta al llamamiento recibido.
La primera lectura nos cuenta ese milagro realizado por Pedro, curando a ese lisiado de nacimiento. Pedro le dice “no tengo oro ni plata, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda”. La profunda convicción de lo que el Señor realizaba por medio de los Apóstoles hace que Pedro lo tome de la mano y lo cure.
Hace casi dos meses fue elegido el Papa León XIV. Es el pastor universal, quien, siguiendo los pasos de los Apóstoles, anuncia la Buena Noticia. Un pastor que nos va mostrando el camino para ser fieles en el seguimiento del Señor, para vivir nuestra fe de una manera radical, para ser signo de esperanza en un mundo complejo y aquejado de serios problemas, donde la guerra y la violencia no cesan. Se nos invita a orar por nuestro Papa, para que sea la voz de los sin voz, para que llame al mundo a una conversión del corazón.
Hoy más que nunca necesitamos vivir la radicalidad e incondicionalidad en nuestro compromiso cristiano. Estamos llamados a hacer una triple profesión de fe y amor, como la de Pedro, a orillas del Tiberíades, para hacer que este mundo sea cada vez más un entorno donde la fraternidad, la justicia, la paz y la reconciliación estén presentes por el esfuerzo y el compromiso de todos.
Vale la pena que nos preguntemos cómo estamos viviendo nuestro compromiso de seguimiento del Señor como bautizados y que pensemos seriamente qué más podemos hacer para que este seguimiento sea vida en nosotros, teniendo en cuenta las realidades en las cuales vivimos y nuestro quehacer diario. Es la invitación que hoy recibimos. ¿La aceptamos?