Hay momentos en la vida que nos permiten hacernos preguntas de fondo. No siempre encontramos las respuestas que buscamos. Algunas veces porque no lo hacemos de manera adecuada, o no buscamos en el lugar o con la persona que nos puede dar la respuesta que se ajusta a la verdad. Esto es común y es la base del conocimiento auténtico y verdadero. Algo semejante le pasó a Jesús en la escena que nos narra el evangelio de este domingo. Es un diálogo con sus discípulos sobre lo que piensa la gente para luego pasar al campo de lo personal, de la respuesta que ellos deben dar conforme a la verdad.
La pregunta sobre lo que piensa la gente acerca de Jesús la podríamos llamar, usando el lenguaje actual, un sondeo de opinión. La manera cómo los discípulos responden refleja el sentir de la gente. Unos piensan que es Juan el Bautista, otros que Elías, otros que alguno de los profetas. Hoy, algunos dirían que era un subversivo, un agitador, un iluso, un hombre buena gente un poco ingenuo. Hasta ahí, las cosas suceden normalmente. Lo que viene a continuación va al fondo de la cuestión.
La pregunta, soltada así, espontáneamente los sorprende “y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Me imagino lo que pudieron pensar los discípulos, se sentían retados, debían dar una respuesta adecuada, pero no encontraban cuál podía ser. Aparece Pedro, el espontáneo, el franco y le dice “tú eres el Mesías”. Era una verdadera profesión de fe, reconocer lo que Jesús realmente era, la misión que tenía. En otras versiones, la respuesta de Jesús reconoce esa fe de parte de Pedro. Vale la pena preguntarnos sobre la manera como vemos a Jesús, qué pensamos de Él, cuál es el significado de Jesús y su misión en la vida de cada uno de nosotros.
Es cierto que podemos quedarnos en lo externo, en lo que otros dicen, sin llegar a comprometernos, a afirmar lo que realmente significa para nosotros, lo que nos compromete. Así lo hacen muchos, se quedan en repetir las respuestas que dan otros, o dan rodeos que no comprometan, o buscan evasivas para evitar la confrontación. Se apela a la conciencia, a la verdad, para poder responder. Pienso que si yo me hubiera encontrado en la situación de los discípulos podría haber respondido más o menos de la siguiente manera “Jesús es la mayor pregunta que tengo en mi interior, y al mismo tiempo, es la respuesta a las preguntas más profundas que hay en mi interior”. Esto tiene una razón, un sentido, pues Jesús es la persona que hace que la vida que llevo, lo que hago, lo que busco en la vida, tenga razón de ser. Me siento colaborador de la misión de Cristo como sacerdote, como jesuita y como persona. No importa lo que haga, lo que cuenta es que eso que hago es el medio para hacer realidad la vocación de servicio a la cual me siento llamado diariamente por el Señor.
En la segunda parte del texto, Jesús reprocha a Pedro por tratar de disuadirlo de ir a la pasión. Le dice “apártate de mí, Satanás, porque no juzgas según Dios, sino según los hombres”. Afirma, además que el seguimiento de Jesús pasa por la cruz, que quien quiera seguirlo, como dice San Ignacio “deberá estar con Él en la pena, para después acompañarlo en la gloria”. Qué respuesta le darías tú a esa pregunta ¿quién es Jesús para ti?