¿Cómo será la elección del sucesor del Papa Francisco?
La historia de la Iglesia Católica está llegando a los dos mil años. Esto explica los cambios tan profundos que se han dado en sus estructuras a lo largo del tiempo. Sin embargo, el Espíritu que la anima y la conduce actualmente, es el mismo que la vio nacer. Continuidad en la inspiración fundamental y evolución permanente en sus formas, es la característica que podríamos señalar al hablar de la elección del Obispo de Roma, que la Iglesia entera reconoce como cabeza de la Iglesia Católica. Vicario de Cristo, Sumo Pontífice, Santo Padre, Su Santidad, Papa, Jefe del Estado Vaticano, son formas de llamar al Obispo que sea elegido por los cardenales de la Iglesia como Obispo de la ciudad Eterna. De hecho, no hay escalafones superiores dentro de la jerarquía de la Iglesia, por encima del episcopado. Es decir, más que Obispo, no hay nada. Y lo especial del que sea elegido como Obispo de Roma es que se le reconoce un ‘primado’ sobre la Iglesia universal, es decir, ‘católica’. Por eso, el Obispo de Roma nombra a un delegado suyo para que gobierne la iglesia local de Roma, de manera que él pueda ocuparse completamente de la administración, orientación y dirección de la Iglesia Universal. La pregunta que asalta a muchos cristianos hoy es: ¿Cómo será la elección del sucesor del Papa Francisco? ¿Cuáles son los procedimientos para escoger al sucesor de San Pedro en la conducción de la Iglesia Católica? ¿Quién determinó estos procesos y desde cuándo están vigentes? ¿Quién controla la legitimidad y la validez de esta elección? Queremos ayudar a despejar estos y otros interrogantes que no son tan secretos y misteriosos como a veces pensamos. En primer lugar, hay que tener en cuenta que las normas que se seguirán para la elección del sucesor de Francisco, fueron establecidas por san Juan Pablo II en la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis (El pastoreo del rebaño universal del Señor), sobre la vacante de la Sede Apostólica y la elección del Romano Pontífice, publicada el 22 de febrero de 1996, y la Carta Apostólica en forma Motu Proprio, Normas Nonnullas, del Papa Benedicto XVI sobre algunas modificaciones de las normas relativas a la elección del Romano Pontífice, del 22 de febrero de 2013, seis días antes de su renuncia oficial, que tuvo lugar el 28 de febrero del mismo año. Desde luego, estas normas no fueron inventadas completamente por los papas Wojtyla y Ratzinger, pero sí fueron revisadas y actualizadas por ellos y son las que están vigentes actualmente en la Iglesia. Estos documentos ofrecen las directrices y normas necesarias para que la Iglesia viva en paz y armonía este momento de cambio, tan significativo para la vida de tantos millones de católicos que habitamos este planeta. Es decir, que a pesar de la enorme tradición que ha sido acumulada durante años de historia, la Iglesia nunca ha dejado de actualizar las normas que rigen sus propios procesos internos; por esto, no es raro que después del cónclave que elegirá al sucesor del papa Francisco, se realicen otras revisiones de los procedimientos que se observarán en adelante. Cón-clave, significa “reunión bajo llave”. Esta palabra fue utilizada por primera vez por el Papa Gregorio X en 1274 al proclamar una nueva legislación que determinaba que la elección del Papa fuera realizada en un lugar en el que los cardenales pudieran estar encerrados con todas las garantías para su seguridad. El cónclave debe comenzar entre quince y veinte días después de la muerte del anterior Pontífice y en él deben reunirse los cardenales, aunque solo tendrán voto los que no hayan cumplido los 80 años. Los cardenales de la Iglesia hoy son 252, aunque los que no han cumplido 80 años son solamente 135. De estos 135, hay 108 cardenales creados por Francisco, 22 por su predecesor Benedicto XVI y cinco por Juan Pablo II. Para esta ocasión, los cardenales, venidos de los cinco continentes, se hospedarán en la casa Santa Marta, construida por Juan Pablo II al interior de la Ciudad del Vaticano y lugar en el que vivió y murió el papa Francisco. Sin embargo, las reuniones para la elección se harán, como se han hecho desde hace muchos años, en la Capilla Sixtina, construida por Sixto IV en el siglo XV. Una vez reunidos los cardenales “bajo llave”, ninguno de ellos puede abandonar la reunión a no ser por motivos de enfermedad o por motivos de peso, aceptadas por la mayoría de sus compañeros de encierro. Todos los colaboradores que deben ayudar en la estadía de los cardenales durante estos días, deben prometer que no dirán nunca nada de lo que ellos puedan saber de la elección que se va a realizar. El primer día de encuentro, los cardenales celebran la eucaristía en la Basílica de San Pedro. Por la tarde, entran a la Capilla Sixtina en procesión solamente los cardenales electores, cantando el himno del siglo IX: Veni, Creator Spiritus (Ven, Espíritu Creador). Los cardenales hacen un juramento de mantener en secreto todo lo que suceda dentro de la reunión y prometen no aceptar interferencias en la elección y observar las reglas que han sido establecidas para la elección del Papa. Luego, el maestro de ceremonias invita a todos los que no son colaboradores o cardenales electores, a abandonar la sala con la expresión en latín: Extra omnes, que significa, Todos fuera. Este mismo maestro de ceremonias, junto con el subsecretario de Estado, cierran las puertas de la Capilla Sixtina. Normalmente, se realizan dos votaciones por la mañana y dos por la tarde. El proceso de la votación comienza cada mañana con la elección de tres encargados de los escrutinios para ese día, tres enfermeros que reciben los votos de los cardenales que no están en la sala por estar enfermos, y tres revisores que se encargan del conteo de los votos, todos ellos cardenales electores. Esto hace que las precauciones contra cualquier tipo de fraude sean estrictas. Cada uno de los cardenales escribe