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Abril 11: Domingo de la Divina Misericordia

Domingo II de Pascua, Ciclo B – abril 11 de 2021 Por: Gabriel Jaime Pérez, SJ Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «La paz esté con ustedes». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también yo los envío». Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos». Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «La paz esté con ustedes». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que creen sin haber visto». Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre. (Jn 20,19-31).
Las lecturas bíblicas de hoy (HCH 4, 32-35; Salmo 117; I JN 5, 1-6; JN 20, 19-31) nos invitan a reafirmar nuestra fe en Jesús resucitado, a reavivar nuestra esperanza confiados en su misericordia y a construir una comunidad de amor misericordioso. 
 
1. Reafirmar nuestra fe en Jesús resucitado
Las apariciones de Jesús resucitado que narran los Evangelios son experiencias de fe. Si bien los evangelistas se refieren a ver, oír y tocar, la realidad que indican es de orden espiritual. Por eso Jesús resucitado entra en el recinto con las puertas cerradas y realiza acciones que les permitan a sus discípulos reconocerlo en su vida nueva, no condicionada por la materia, el espacio o el tiempo, sino diferente de la que tenía antes de su muerte. En este sentido, la referencia a las señales dejadas por los clavos y la lanza significan que se trata del mismo Jesús que murió en la cruz, pero ahora presente en una forma nueva, con un “cuerpo glorioso”
En el pasaje del Evangelio de hoy encontramos cinco veces, en distintas formas, el verbo “creer”. Y la frase “Dichosos los que creen sin haber visto” viene dirigida también a nosotros como una invitación a creer sin exigir pruebas físicas, reconociendo a Cristo resucitado en su nueva realidad espiritual. Movidos por esta fe, podemos entonces decir –como Tomás– lo que la devoción católica suele expresar, interiormente o en voz alta, enseguida de la consagración del pan y del vino: “Señor mío y Dios mío” (Juan 20, 28). 
 
2. Reavivar nuestra esperanza, confiados en su misericordia  
“Todo el que ha nacido de Dios vence al mundo”. En el lenguaje del cuarto Evangelio, las tres cartas el Apocalipsis atribuidos al apóstol Juan, el término mundo corresponde a las fuerzas del mal que se oponen a Dios. Y la expresión nacido de Dios se refiere al sacramento del Bautismo, por el cual entramos a participar del misterio pascual de Jesús, que es su paso a una vida nueva. Por eso la frase “todo el que ha nacido de Dios vence al mundo” (2.ª lectura) constituye una invitación a la esperanza  en que, a pesar de las fuerzas del mal que nos rodean, si procuramos vivir como hijos de Dios, y por lo mismo como hermanos entre nosotros, somos capaces de vencerlas gracias al poder del Espíritu Santo. 
También es un mensaje de esperanza el triple saludo de Cristo resucitado en el Evangelio: “La paz esté con ustedes”. Este saludo, dado en nombre de Cristo por quien preside la Eucaristía y comunicado entre quienes participan en ella, tiene un significado especial en medio de las situaciones de zozobra que sumen a tantas personas en el miedo, como les sucedió a los primeros discípulos después de los hechos del Calvario. Desde la fe en Jesucristo que “vive y reina”, quienes creemos en Él expresamos la esperanza en un porvenir de paz. 
Y la paz que nos da Cristo resucitado es la que proviene de la reconciliación con Dios y entre nosotros, como resultado del perdón pedido por quien se acoge a su misericordia y concedido gracias al Espíritu Santo que Él nos comunica: “Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados…” Pero, ¿qué significa “a quienes se los retengan, les quedan retenidos”?, pues sencillamente que el perdón supone el arrepentimiento. Quien no esté sinceramente dispuesto a rectificar su conducta, no puede ser perdonado. Este texto es reconocido por la Iglesia Católica como el fundamento del sacramento de la Reconciliación. El papa Juan Pablo II, cuya primera encíclica se tituló Rico en Misericordia, estableció el II Domingo de Pascua precisamente como el Domingo de la Divina Misericordia para resaltar que Jesús, en virtud de su pasión, muerte y resurrección, nos revela el amor compasivo de Dios, siempre dispuesto a perdonar, y les confiere a sus apóstoles, y a quienes continúen su misión pastoral en el sacerdocio ministerial (obispos y presbíteros), el servicio sacramental de la reconciliación. Benedicto XVI reafirmó la manifestación de la misericordia divina en su primera encíclica (Dios es Amor) y el Papa Francisco proclamó el Año de la Misericordia (2016), diciendo que Jesucristo es el Rostro de la Misericordia , atributo esencial de Dios.
 
3. Construir una comunidad de amor misericordioso  
Los primeros creyentes en Cristo resucitado formaron una comunidad a partir del ágape, palabra griega con la cual se dice en el Nuevo Testamento que es Dios es amor (1.ª Juan 4, 8-16). La palabra ágape se suele traducir también como caridad. Una caridad auténtica, distinta de la caricatura en que se convierte al reducirla a dar de lo que sobra, sin un compromiso con la construcción de una sociedad justa y equitativa.
La primera comunidad cristiana como comunidad de amor (1.ª lectura) fue un testimonio vivo del mensaje pascual: que Jesús resucitado actúa a través de quienes creen en Él. Y sigue actuando precisamente por su misericordia, palabra que significa literalmente tener un corazón compasivo ante la miseria o desgracia que padecen quienes necesitan ser salvados. Y en este sentido, todos necesitamos, en mayor o menor grado, esa compasión de Dios. Pero, asimismo, también nosotros somos invitados por Jesús a practicar la misericordia.  Por eso nuestra participación en la Eucaristía implica el compromiso de realizar en nuestra vida cotidiana lo que significamos en este sacramento: comunicar la presencia de Jesucristo resucitado, partiendo el pan y por lo mismo com-partiendo como hermanos la misericordia de Dios, especialmente con nuestros hermanos más necesitados física, emocional y espiritualmente. Pidámosle a María santísima, Madre de la Misericordia, que nos alcance de su Hijo la gracia de ser misericordiosos como Dios mismo es misericordioso.

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