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Abril 18: Entendieron las escrituras

Lucas 24:35-48, domingo, abril 18 de 2021 Por: Luis Javier Palacio, SJ  Los discípulos de Jesús tendrán un conocimiento medio de las Escrituras como las tendría un judío ordinario que asistía el sábado a la sinagoga. No eran especialmente instruidos como lo eran los rabinos, los maestros de la fe o los fariseos. Por otro lado, los evangelios son recogidos de las comunidades cristianas que debían tener un conocimiento igualmente vago. El evangelio nos dice en varias ocasiones que los discípulos entendieron las Escrituras luego de la experiencia pascual, pues esta sería la clave de lectura de lo específico de Jesús. Lógicamente que no es fácil lo que se entienda por comprender[1] las Escrituras, pues estamos acostumbrados a darles un único sentido según lo establezca el magisterio eclesiástico. Pero no era esa la situación del judaísmo. No tiene dogmas ni concilios, ni una interpretación oficial, de manera que las Escrituras tenían, según se decía, setenta rostros que siempre daban alternativas, como un caleidoscopio. No se trataba de un texto de matemáticas con una única respuesta, sino una literatura para dar sentido a la vida en sus acontecimientos diarios. No hablaban tanto de Yahvéh cuanto de la manera de relacionarse con él. Hablaban de Yahvéh poéticamente y de lo humano, por medio de relatos. Es el caso de los salmos que eran el sudor espiritual del pueblo y cantos populares para sus fiestas principales. Muchos padres de la iglesia los leyeron como tratados teológicos y los benedictinos los tomaron como su oración principal. Los salmos tienen, pues, poesía y teología o mejor: hacen teología cantando alegrías, tristezas, reclamos, alabanzas, historias, leyendas y cuentos de la historia de Israel o de sus personajes. 
Algunos escritores, como San Justino, se acercaron a las Escrituras Hebreas por la vía de la filosofía estoica e inauguraron la visión del cristianismo como una escuela de pensamiento filosófico. De alguna forma lo facilitaba el que Juan hubiera hablado del logos (palabra, verbo) encarnado y no de davar (palabra en hebreo) que significaba “acción de Yahvéh”. Jesús concebido como la verdad filosófica; las Escrituras Griegas (Nuevo Testamento), como la verdad absoluta y las Escrituras Hebreas (Antiguo Testamento), como sombra de Nuevo. Pero las Escrituras no buscaban servir tanto a la verdad como a la vida.En ellas debía leerse la propia vida; el enfoque era muy diferente del que luego se les dará. Los judíos no recibían la palabra de Yahvéh de manera acrítica. La palabra de Yahvéh no podía ser recibida en plenitud por ningún individuo particular o comunidad judía, pues la recepción humana era siempre limitada, imperfecta, interpretativa. No era el judaísmo, ni lo es el cristianismo, religión del libro sino de la interpretación del libro. Es decir que la interpretación es la clave de lectura de la Biblia; para los católicos es la interpretación oficial. Por ejemplo, las Escrituras no entienden la historia como un hecho desnudo sino siempre como interpretación del hecho. Un filósofo francés del siglo pasado, Merleau-Ponty, decía que estamos condenados a buscar sentido. No hay otra forma de llevar adelante la existencia humana. Podríamos decir que las Escrituras son una polifonía a varias voces en la cual a veces las voces concuerdan armónicamente y a veces improvisan sus “solos” o divertimentos que hasta parecen no encajar en la sinfonía general. La interpretación es más una condición del judío creyente que un acto consciente de su inteligencia; una forma de ser más que un método.
El hecho novedoso, respecto al judaísmo, que los cristianos se vieron afrontados a integrar fue el de la resurrección de Jesús. Por más que busquen aplicarle textos de las Escrituras Hebreas, en un laudable intento de interpretación, su novedad no cabía en ellas. La muerte física, como en todas las religiones, era la barrera insuperable de la condición humana. La única esperanza judía era morir lleno de años, hijos y bienes. Los cristianos sostenían que con Jesús se había derrotado la muerte y achacaron a los judíos que no entendían sus propias Escrituras (una bofetada a su Toráh y su estilo de vida). Es una de las razones por las cuales fue más exitoso el apóstol Pablo predicando el cristianismo a los gentiles que no contaban con escrituras divinas pero que buscaban salvación. El cristianismo, sin embargo, surgirá de una combinación de judaísmo y helenismo, y diferenciarlos ha sido una tarea relativamente reciente[2]. Hoy, las diferentes interpretaciones de las mismas Escrituras Griegas (Nuevo Testamento) son un estímulo al diálogo y al ecumenismo, y no un motivo para conflictos que llegaron hasta las armas.
Los cristianos buscaron interpretar a través de Jesús buena parte de las Escrituras Hebreas como las relativas al Génesis, el Éxodo, el Levítico, los Salmos y personajes como Adán, Caín, Abel, Abrahán, Moisés, Isaac, David y los profetas. Hoy la exégesis es más cuidadosa y los enfoques son más amplios. El evangelio de hoy, en el contexto cristiano de relato de aparición, desvirtúa que el Resucitado sea un mero espíritu (pneuma, en griego). En el diálogo con la Samaritana, Jesús le dirá que Dios sí lo es. “Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad” (Jn 4:24). En las palabras que dirige Jesús en este evangelio a sus discípulos no parece que hubiera motivo para las sorpresas, para los sustos ni turbaciones pues, luego de mostrar sus manos y pies, donde tendría las huellas de la pasión, y de haber comido con ellos pez asado, les dice: “Estas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con vosotros”, como si debieran ser conscientes de la pasión, muerte y resurrección. Difícilmente esto podría ser conocido con antelación. Al contrario, era medianamente entendible desde la resurrección. Había más dificultad para los discípulos en aceptar el caso de Jesús en su tiempo que para nosotros hoy, pues tenemos mejores elementos de ilación. Lucas acude a la expresión “debía” o “era necesario” que todo esto sucediera. Pero nada en las Escrituras Hebreas mostraba tal deber o necesidad. Lo que no podían predecir los profetas, pues su función no era predecir el futuro, lo traslada Lucas como predicho por Jesús mismo. Jesús no cumple un libreto pre-escrito sino que le toca escribirlo con su propia vida. También al creyente le toca escribirlo a la manera de Jesús. Si Dios tiene un plan para cada ser humano, ese plan es Jesús, es su voluntad que pedimos se realice en el Padrenuestro. También los saduceos creían que Yavhéh determinaba todo, pero los fariseos, de quienes tomamos varios elementos, sostenían el libre albedrío, pues sin él no habría razón para premio o castigo divino. ¿Podría Jesús prever su misma resurrección en el evangelio, como Moisés narró su propia muerte en el Pentateuco? Lo prioritario en la explicación no siempre lo es en el tiempo. Para los apóstoles una cosa era integrar la resurrección a sus propias vidas, lo que constituirá sus propias experiencias pascuales, y otra era justificar que Jesús al resucitar cumplía las Escrituras Hebreas para ganarse al judaísmo. El dilema de la Pascua parecía insoluble. Sin embargo, ver en la propia resurrección la de Jesús y entender en la de Jesús la propia, será la solución del apóstol Pablo. “Si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe” (1 Co 15:14).  La Resurrección es el pivote alrededor del cual gira la interpretación cristiana de las Escrituras y la misma vida cristiana.
 
[1] La palabra utilizada es συνίημι (syniemi) que significa dejar ir, lanzar; lanzar a uno contra otro; fijar la atención en, observar, escuchar; darse cuenta de, comprender, advertir, entender.
[2] Valga citar la concepción del hombre como cuerpo y alma que hoy es criticada desde la antropología hebrea y también cristiana.

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