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Comunitas Matutina 2 de abril 2023
Domingo de Ramos – Semana Santa
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Por: Antonio José Sarmiento Nova, SJ
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Lecturas:
- Isaías 50: 4-7
- Salmo 21: 8-9;17-20;23-24
- Filipenses 2: 6-11
- Mateo 26: 14 a 27:66 (relato de la pasión)
Vuelve Semana Santa, vuelve Jesús de Nazaret, el Cristo, el Crucificado, el Resucitado : ¿se ha ido? ¿Lo dejamos ir? ¿Lo desconocemos, lo consideramos un bonito adorno religioso? ¿O está siempre y no lo captamos o tenemos miedo de acogerlo? ¿Qué significa para nosotros hoy este personaje que, desde la notable marginalidad de su vida en Palestina, hace más de veinte siglos, ha partido en dos la historia de la humanidad? O bien, somos cristianos en general, católicos, pentecostales, ortodoxos, metodistas, luteranos, presbiterianos, bautistas, anglicanos, ¿cómo es eso en nuestras vidas? ¿Lo recibimos por herencia familiar, sociocultural, y seguimos la inercia de una sociedad donde el cristianismo sigue siendo “mayoritario”? O, de pronto, nos llegó una ráfaga del Espíritu Santo y “nos dimos la pela” y decidimos confrontar esa fe, la revisamos críticamente, optamos por un cristianismo a nuestro aire – Jesús sí, Iglesia no – o también en esa autocrítica tomamos el camino de la no creencia o el del agnosticismo, o ¿nos dejamos tomar por el Crucificado y acogimos su reto y su invitación? [1]
Cualquiera sea la postura que tengamos ante Jesús recordemos que no es “obligatorio” creer en él, seguirlo, es una oferta que se nos hace a nuestra libertad, a nuestra capacidad de optar.[2] Este presupuesto es fundamental, estamos ante alguien que justamente se caracterizó por su extraordinaria libertad, que no presionó a ninguno de sus seguidores ni forzó sus decisiones. El relato suyo – Evangelio decimos, Buena Noticia – es una narrativa libre y liberadora, que procede directamente de Dios y apunta a la plena libertad del ser humano en Él.
Sea esta Semana Santa 2023 – para quienes lo quieran y asuman felizmente – un tiempo para dejarnos encontrar por él, para que sus preguntas y exigencias nos “muevan el piso”, nos pongan en trance de autenticidad y trascendencia.
En este encuentro con Jesús no se puede subestimar el carácter marginal de su vida y del contexto en el que nació, creció y llevó a cabo su misión. Un mundo de pobres y de pobreza, un contacto directo, vivencial, con el sufrimiento de su gente, unas injusticias de marca mayor, surgidas del Imperio Romano y del Templo de Jerusalén, unos dramas de dolor profundo, unos muy problemáticos vacíos de sentido, un Dios que – según sacerdotes y rabinos – no era para las mayorías empecatadas y empobrecidas, una existencia vivida en pequeñez y con los pequeños del mundo. No es casualidad que haya nacido extramuros de la pobre aldea de Belén, que haya sido crucificado como reo merecedor de justicia en las afueras de Jerusalén. La historia de Jesús de Nazaret sucede toda en un mundo de marginalidad, y en ella es donde Dios se dice definitivamente. Esto, ¿qué tiene que ver con tu vida y con la mía?[3]
La mayor parte de su vida transcurre en silencio, en modo oculto, en su hogar de Nazaret, con sus padres José y María, en el trabajo, y en el silencio profundo de Dios, la entraña misma de su propio ser. Y después se proyecta a su ministerio público, de apenas tres años, o un poco menos, enseña sobre una novedosa lógica de vida “el reino de Dios y su justicia”, las parábolas de encantadora sencillez y cotidiana sabiduría son su recurso pedagógico, con el lenguaje simple de sus oyentes y coterráneos, sana de dolencias corporales y espirituales, ciegos, leprosos, paralíticos, pasan por su mano medicinal, y con ellos ejerce también la misericordia, la reconfiguración total de hombres y mujeres en su dignidad de hijos del mismo Padre.
Ante el establecimiento religioso judío – sacerdotes del templo de Jerusalén, maestros de la ley, fariseos – procede con conducta rigurosa y confronta “sepulcros blanqueados”, con ira santa arroja a mercaderes y dineros en el atrio del santuario, afirma en todo la soberanía de un Dios a quien él vive y entiende como Padre-Abba, compasivo y misericordioso como el que más con todas las penurias de la humanidad. Y en más de una ocasión, a pesar de su discreto silencio mesiánico, deja entrever la conciencia de divinidad que habita en él.[4] Con todo esto, el odio del Templo y de la sinagoga se hace cada vez más vehemente, y encuentran ellos los argumentos “válidos” para juzgarle y condenarle a la cruz.
Son muchas las interpretaciones de la pasión de Jesús, muchas las mentalidades religiosas que se corresponden con ellas. Esta realidad sucedida hace un poco más de veinte siglos aspira a seguir siendo significativa en nuestro tiempo porque tiene el peso suficiente para transformar nuestra vida en la misma perspectiva en la que él orientó su existencia, vida de Dios en él, vida de Dios en nosotros, humanidad y divinidad sucediendo en dramática y esperanzadora simultaneidad.[5]
Pocos aspectos de su vida han sido tan distorsionados como su muerte. Le endilgaron la interpretación de que a Dios le encanta el sufrimiento humano y que por eso hay que aceptarlo sin chistar, además de buscarlo voluntariamente. En esta óptica se piensa en un Dios que exige la muerte de su propio hijo como satisfacción para perdonar los pecados de la humanidad, concepción totalmente contraria a la originalidad de su proyecto.[6]
Es consciente de lo que le va a suceder y acepta su destino, porque este drama tiene total coherencia en relación con toda su vida y con su predicación, no en el sentido de adivinación del futuro sino en el de la consistencia teologal de todo su ser y quehacer: revelar la misericordia de Dios y hacerla efectiva preferentemente en los condenados de la tierra, y en los humanos que no se conforman con una vida a medias, convirtiéndose en esperanza para todos, y desarmando la hipocresía de la religión de los sacerdotes del templo. Jesús no está sometido ciegamente a un fatalismo predeterminado por Dios, su pasión y su muerte resultan de sus opciones y de la incapacidad de los judíos para entender el contenido de su misión. Jesús asume el drama de su muerte con entereza, si bien, en cuanto humano, experimenta angustia y repugnancia, según lo relatan los evangelios en la oración en el huerto de Getsemaní, y va a la muerte para dar vida de Dios, vida en abundancia, su muerte es la del pro-existente, del que sale de sí mismo a favor de los demás – salvíficamente – en nombre de Dios.[7]
Jesús murió por ser fiel a Dios y al ser humano necesitado de sentido y de salvación de los poderes de la muerte, del pecado y de la injusticia,[8] nos deja claro que amar como Dios ama es más importante que la vida biológica, no murió para lograr por primera vez que Dios nos amara sino para demostrar que ese Dios a quien llamamos Padre y Madre nos ama desde siempre, y que su intención es – con ese mismo enfático “siempre” – desbordarse en vida y plenitud con todos los seres humanos, incluyendo aquellos que, en acto de respetable libertad, deciden vivir sin estar inscritos en su camino.
Cuando constatamos el mal que recae sobre tantos inocentes surge la pregunta por la posibilidad de la intervención de Dios, o también una gran indignación por su silencio. ¿Qué pasa?: “El Señor Yahvé me ha abierto el oído, y no me resistí ni me hice atrás. Ofrecí mi espalda a los golpes, mi cara a los que mesaban mi barba, y no hurté mi rostro a insultos y salivazos” [9] dice este llamado tercer cántico del Siervo doliente de Yahvé, con el que el profeta Isaías prefigura el mesianismo crucificado de Jesús, en el que reconocemos la verdadera indignación-denuncia ante la malignidad del poder que destruye al inocente.[10]
La entrada de Jesús en Jerusalén, montado sobre un asno y aclamado por sus seguidores, no es un acto triunfal como el de un poderoso que ingresa al “hall” de la fama. Es un gesto profético, indicación que hace el evangelista para resaltar su misión en medio de los pobres: “Hosanna al hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor! Hosanna en las alturas! Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió. ¿Quién es este? Se preguntaban. Y la gente decía: este es el profeta Jesús,
Jesús crucificado es el lenguaje contundente de Dios en el que suceden plenamente su humanidad y su divinidad, asumiendo lo más humano de nosotros – la muerte – y situándola en la perspectiva de Dios: “Pero Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el espíritu”. [11] En la pasión, Jesús se vacía totalmente de sí mismo – esto es lo que significa la palabra griega kenosis. Ese vaciamiento es dar todo de sí para afirmar que sólo esa “locura de la cruz” es la garantía amorosa que decide la salvación nuestra, si acogemos su oferta: “Por eso Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra, en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre” .[12]
[1] NOLAN, Albert. Jesús hoy: una espiritualidad de libertad radical. Sal Terrae. Santander, 2007; Quién es este hombre? Jesús, antes del cristianismo. Sal Terrae. Santander, 2011. GONZÁLEZ FAUS, José Ignacio. El rostro humano de Dios: de la revolución de Jesús a la divinidad de Jesús. Sal Terrae. Santander, 2015. MARTIN, James. Jesús. Mensajero. Bilbao, 2014. SEGUNDO, Juan Luis. La historia perdida y recuperada de Jesús de Nazaret. Sal Terrae. Santander, 1990. MACHOVEC, Milán. Jesús para ateos. Sígueme. Salamanca, 1978. SILVA, Sergio. Hay razones para creer en Jesús? Buscando respuestas en los escritos paulinos del Nuevo Testamento. Universidad Alberto Hurtado. Santiago de Chile, 2012. LOPEZ-DORIGA, Enrique. Quién eres, Jesús de Nazaret. Buena Prensa. México, D.F., 2016. BERMEJO RUBIO, Fernando. La invención de Jesús de Nazaret: la historia, ficción, historiografía. Siglo XXI Editores.México, D.F., 2019. DUNN, James D. Redescubrir a Jesús de Nazaret: lo que la investigación sobre el Jesús histórico ha olvidado. Verbo Divino. Estella, 2006. CROSSAN, John Dominic. El Jesús de la historia, vida de un campesino mediterráneo judío. Crítica. Barcelona, 2000.
[2] DUQUOC, Christian. Jesús, hombre libre. Sígueme. Salamanca, 1980. JUSTO, Emilio J. La libertad de Jesús. Sígueme. Salamanca, 2014; La libertad en perspectiva teológica. En Revista Razón y Fe tomo 277, número 1432, páginas 173-183. Compañía de Jesús España. Madrid, 2018. GUERRA, Santiago. Jesús, hombre libre. En https://www.revistadeespiritualidad.com/upload/pdf/216articulo.pdf AGUIRRE MONASTERIO. Rafael. La mirada de Jesús sobre el poder. En Revista Teología y Vida volumen 55 número 1, páginas 83-104. Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago, marzo 2014.
[3] MEIER, John P. Jesús, un judío marginal: nueva visión del Jesús histórico. (Obra en 5 volúmenes). Verbo Divino. Estella, 1999. SCANNONE, Juan Carlos. La teología del pueblo: raíces teológicas del Papa Francisco. SOBRINO, Jon. Fuera de los pobres no hay salvación. UCA Editores. San Salvador, 2009. CASTILLO, José María. Víctimas del pecado. Trotta. Madrid, 2004; Los pobres y la teología: que queda de la teología de la liberación. Desclée de Brower. Bilbao, 1997. FABRIS, Rinaldo. La opción por los pobres en la Biblia. Verbo Divino. Estella, 1992. SOBRINO, Jon. Bajar de la cruz a los pobres: cristología de la liberación. En https://www.core.ac.uk/download/pdf/47263242.pdf GUTIÉRREZ MERINO, Gustavo. Donde está el pobre, está Jesucristo. En Revista Angelicum número 84, páginas 539-553. Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino. Roma, 2007. FRAIJÓ, Manuel. Jesús y los marginados: utopía y esperanza cristiana. Cristiandad. Madrid, 1985. ARANGUREN GONZALO, L.A. & SEGOVIA BERNABÉ, J. No te olvides de los pobres. Notas para apuntalar el giro social de la Iglesia. Sal Terrae. Santander, 2015. CONGAR, Yves Marie. El servicio de la pobreza en la Iglesia. Estela. Barcelona, 1964.
[4] COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL. La conciencia que Jesús tenía de sí mismo y de su misión. Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano, 1985. IZQUIERDO, César. La formidable cuestión de la conciencia divina de Jesús. En Revista Scripta Theologica número 35, páginas 691-728. Universidad de Navarra. Pamplona, 2003. GUIJARRO OPORTO, Santiago & RODRÍGUEZ LAIZ, Ana . La unción mesiánica de Jesús (Marcos 14: 3-9). En Revista Salmanticensis número 60,páginas 43-66. Universidad Pontificia de Salamanca, 2013. KASPER, Walter. La pretensión de Jesús, capítulo VII del libro Jesús , el Cristo. Sígueme. Salamanca, 1994; páginas 122-137. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Olegario. La divinidad, parte VI del Capítulo VII El origen: el Hijo de Dios en su libro Cristología. Biblioteca de Autores Cristianos BAC. Madrid, 2001; páginas 400-409.
[5] DESTRO, Adriana & PESCE, Mauro. La muerte de Jesús: investigación de un misterio. Verbo Divino. Estella, 2001. BOVON, François. Los últimos días de Jesús: textos y acontecimientos. Sal Terrae. Santander, 2007. LEGASSE, Simón. El proceso de Jesús: la pasión en los cuatro evangelios. Desclée de Brower. Bilbao, 1996. SCHÜRMANN, Heinz. El destino de Jesús: su vida y su muerte. Sígueme. Salamanca, 2003.
[6] VARONE, François. El Dios “sádico”: ama Dios el sufrimiento? Sal Terrae. Santander, 1985. ESTRADA DÍAZ, Juan Antonio. El sufrimiento: silencio o ausencia de Dios? En Revista Iberoamericana de Teología volumen IX número 17, páginas 55-85. Universidad Iberoamericana. México D.F., julio-diciembre 2013. CONCILIUM REVISTA INTERNACIONAL DE TEOLOGÍA. Tema monográfico Sufrimiento y Dios, número 366. Verbo Divino. Estella, junio 2016. PAPA JUAN PABLO II. Carta Apostólica Salvifici Doloris sobre el sentido cristiano del sufrimiento humano. Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano, 1984. RAMOS MEJÍA, Sebastián. La cuestión del sufrimiento de Dios: una aproximación al pensamiento teológico contemporáneo. Tesis para optar al título de Doctor en Teología. Universidad de Navarra. Pamplona, 2005. HOPING, Helmut. La muerte de Jesús y el problema del Dios sufriente. En https://www.studylib.es/doc/6604537/la-muerte-de-jesus-y-el-problema-del-dios-sufriente
[7] TORRES SERRANO, Juan Manuel. La pro-existencia : un modo de ser y de hablar de Dios en el contexto latinoamericano. En Revista Iberoamericana de Teología volumen VI número 10, páginas 25-48. Universidad Iberoamericana. México D.F., enero-junio 2010. VIVES PÉREZ, Pedro Luis. Jesucristo, salvador absoluto y plenitud de sentido. Aportaciones de la soteriología contemporánea a la significatividad de la fe cristiana. En Revista Scripta Fulgentina año XXVIII número 55-56,páginas 89-104. Instituto Teológico San Fulgencio. Murcia, 2018. SOBRINO, Jon. El Señor, el señorío de Cristo, esperanza y teodicea en su libro La fe en Jesucristo: ensayo desde las víctimas. Trotta. Madrid, 1999; páginas 225-248.
[8] El teólogo Jon Sobrino (nacido en 1938) ha dedicado su reflexión a la cristología hecha desde el contexto de las víctimas; nacido en España, reside desde su juventud en El Salvador, donde ha vivido directamente las condiciones de dramática pobreza que afectan a la mayoría de la población, junto con una brutal guerra civil que azotó al pequeño país entre 1980 y 1992. Sus obras más destacadas en este sentido son “Jesucristo Liberador: lectura histórico-teológica de Jesús de Nazareth” y “La fe en Jesucristo: ensayo desde las víctimas”, ambas publicadas por la editorial Trotta de Madrid.
[9] Isaías 50: 5-6
[10] SANHUEZA, Krety. Jesucristo, prototipo de justicia y de martirio a favor de los pobres y marginados. En Revista Cuestiones Teológicas volumen 43 número 99, páginas 175-197. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín, enero-junio 2016. GUTIÉRREZ MERINO, Gustavo. Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente. Sígueme. Salamanca, 1986. GNOCCHI, Carlo. Pedagogía del dolor inocente. En https://www.teologoresponde.org/wp-content/uploads/2014/03/dolor_inocente.pdf ALONSO LASHERAS-RIVERO, Alfonso. El sufrimiento como lugar para una reflexión teológico-moral. Una propuesta pastoral desde un Dios “tododebilidoso”. Trabajo de grado para optar al título de licenciado en teología moral. Universidad Pontificia de Comillas. Madrid, 2016. BONHOEFFER, Dietrich. Resistencia y sumisión. Sígueme. Salamanca, 1983. GAVRILYUK, P.L. El sufrimiento del Dios impasible. Sígueme. Salamanca, 2012. GOMES, P.R. O Deus im-potente. O sofrimento e o mal em confronto con a Cruz. Loyola. Sao Paulo, 2007. GRESHAKE, Gisbert. Por qué el Dios del amor permite que suframos? Sígueme. Salamanca, 2008. KITAMORI, K. Teología del dolor de Dios. Sígueme. Salamanca, 1975. SANZ GIMÉNEZ-RICO, Enrique. No te bajes de la cruz. Subir al encuentro del Dios de Jesús Crucificado. En Revista Sal Terrae número 92, páginas 219-229. Madrid, 2004.
[11] Mateo 26: 50
[12] Filipenses 2: 9-11