fbpx

Abril 23: Lo reconocieron al partir el pan

_______________________________________________________________________________________________________________

III Domingo de Pascua

Ciclo A – Abril 23 de 2023

_______________________________________________________________________________________________________________

Por: Gabriel Jaime Pérez, SJ
_______________________________________________________________________________________________________________

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traen ustedes?». Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:

«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado allí estos días?». Él les preguntó: «¿Qué?». Ellos le contestaron: «Lo de Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel y ya ves: hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron». Entonces Jesús les dijo: «¡Qué necios y torpes son para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?» y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le dijeron: -«Quédate con nosotros, porque ya cae la tarde». Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron:«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba y nos explicaba las Escrituras?». Y, levantándose al momento, volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que decían: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón». Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan (Lucas 24, 13-35).

Las lecturas de hoy (Hechos 2, 14.22-33); Salmo 16 (15); 1 Pedro 1, 17-21; Lucas 24, 13-35) nos invitan a meditar sobre este mensaje: Jesús vive y camina con nosotros, nos alimenta en la Eucaristía con su vida resucitada y nos anima para que comuniquemos a los demás nuestra experiencia pascual.

1.  Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos

-Se acercó y se puso a caminar con ellos. Aquellos dos discípulos no eran de los doce apóstoles iniciales, de los cuales habían quedado once después del suicidio de Judas Iscariote. Lucas podría haber sido el otro que caminaba con Cleofás. Así lo plantea, por ejemplo, el teólogo jesuita Alfonso Salmerón (+1585) -uno de los primeros compañeros con quienes Ignacio de Loyola fundó la Compañía de Jesús- en sus “Comentarios a la Historia de los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles” (Tratado XIV).

Sin embargo, hay opiniones fundadas en contra, pues este evangelista, colaborador del apóstol Pablo (cf. Col 4,14), nacido en Siria -específicamente en Antioquía- era o judío de la diáspora o pagano antes de convertirse a la fe cristiana, y en la introducción de su Evangelio se excluye de quienes fueron testigos directos de Cristo. “… según nos lo transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y luego servidores de la palabra, también yo, después de haber investigado con exactitud todos esos sucesos desde su origen, me he determinado a escribírtelos ordenadamente” (Lc 1, 1-3).

De todos modos, cualquiera que fuese aquel otro discípulo, lo aplicable para nuestra vida es que también a nosotros nos pueden surgir sentimientos de desánimo cuando las cosas no nos han salido como esperábamos, y en medio de estas situaciones, Jesús resucitado viene a caminar con nosotros y necesitamos de la fe para reconocer su presencia que puede manifestarse de muchas maneras, pero especialmente cuando escuchamos la Palabra de Dios y nos alimentamos de ella. Esto es lo que ocurre en la primera parte de la Eucaristía al escuchar las lecturas bíblicas y reflexionar sobre su sentido.

2.  “Quédate con nosotros”

Este es el título de la carta apostólica que escribió el Papa san Juan Pablo II al proclamar el año 2005 – último de su pontificado- como “Año de la Eucaristía”. Como los discípulos que se dirigían a Emaús, también nosotros necesitamos que el Señor permanezca con nosotros. Él ya se hizo presente en la historia como Palabra de Dios, Dios hecho hombre, mostrándonos con sus enseñanzas y su ejemplo el camino hacia la verdadera felicidad: el sendero de la vida al que se refiere el Salmo [16 (15), 11]. Ahora necesitamos que Él mismo nos alimente con su vida resucitada, y por eso le decimos, como los discípulos de Emaús: “Quédate con nosotros”.

Aquellos dos discípulos “ya cerca de la aldea donde iban” -probablemente en una posada-, tal como se acostumbraba hacer con los huéspedes le ofrecieron pan y vino a quien todavía no habían reconocido. Nosotros, en el ofertorio de la Eucaristía, después de escuchar la Palabra de Dios, ofrecemos el pan y el vino para compartirlo, y como ocurrió con aquellos discípulos, nuestra disposición a compartir nos prepara para reconocer la presencia real de Cristo resucitado entre nosotros.

3.  “Contaron lo que les había pasado y cómo lo habían reconocido al partir el pan”

La Fracción del Pan era el nombre que los primeros cristianos le daban a la Eucaristía (Hechos 2,42). Al repetir en la consagración del pan y del vino lo que Jesús dijo que hiciéramos en su memoria, nosotros no sólo recordamos lo que hizo en la cena pascual con sus discípulos la víspera de su pasión, sino que con este rito se actualiza sacramentalmente su sacrificio redentor y su paso de la muerte a la vida; una vida nueva que se hace presente en medio de nosotros, nos alimenta espiritualmente y nos impulsa a vivir en com-unión, como sucedió con aquellos dos discípulos que, después de su experiencia con Jesús resucitado, fueron a reunirse con los demás para compartir con ellos lo que habían vivido.

El apóstol Pedro dice en la segunda lectura: Por medio de Cristo, ustedes creen en Dios, el cual lo resucitó y lo glorificó; así que ustedes han puesto su fe y su esperanza en Dios” (1 Pedro 17, 21)”. Invocando la intercesión de María, la madre de Dios, hecho hombre, y madre nuestra, que seguramente fue la primera a quien Jesús le manifestó su presencia gloriosa, dispongámonos a salir de la Eucaristía animados por el Espíritu Santo (Hechos 2, 33) y dispuestos así a dar razón de nuestra esperanza (1 Pedro 3,15) compartiendo con alegría y optimismo nuestra experiencia pascual. Así sea.

Preguntas para la reflexión:

  1. ¿Qué mociones o sentimientos espirituales suscita en mí la lectura de este pasaje del Evangelio?
  2. ¿Qué significa para mí reconocer a Jesús resucitado “al partir el pan”?
  3. ¿Cómo veo que debo aplicar en mi vida la relación entre partir el pan y compartir mi vivencia pascual?
Compartir en redes

Homilías del autor

Homilías

28
JUL

“(…) mucha gente lo seguía porque habían visto las señales milagrosas”

Ver más
28
JUL

“Comieron todo lo que quisieron”

Ver más
28
JUL

Compartir es multiplicar

Ver más
21
JUL

“(…) iba y venía tanta gente, que ellos ni siquiera tenían tiempo para comer”

Ver más
21
JUL

“Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato”

Ver más
Ir al contenido