Cuaresma – domingo V C
(3-abril-2022) Por: Jorge Humberto Peláez, SJ
jpelaez@javeriana.edu.co Lecturas:
Libro de Isaías 43, 16-21
Carta del apóstol Pablo a los Filipenses 3, 8-14
Juan 8, 1-11
Después de leer los textos bíblicos de este V domingo de Cuaresma, descubrimos que están animados por un mismo espíritu. Nos hablan, en contextos diferentes, de la realidad nueva que acompaña la manifestación de Dios en la historia. Vayamos descubriendo cómo se expresa esta realidad nueva en cada uno de los textos.
Empecemos por el relato del profeta Isaías. Allí leemos: “No recuerden lo de antaño, no pensemos en lo antiguo; miren que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notan?”
¿Qué es lo nuevo que realiza Dios? Por esos designios inescrutables de su sabiduría, el Absolutamente Trascendente decidió irrumpir en la historia de la humanidad, a partir de la escogencia de un pastor de ovejas y cabras, y le comunica que desea establecer un pacto o alianza muy especial con él y sus descendientes. Algo extraordinariamente nuevo sucede; Dios decide auto-manifestarse a un hombre, a una familia, a un pueblo. Abrahán se pone en camino hacia una tierra desconocida. Más adelante sucede algo absolutamente novedoso, como fue la selección de Moisés como líder del pueblo de Israel para librarlo de la esclavitud. Dios, a través de una columna de fuego y humo, guía a este pueblo a través del desierto. Poco a poco, con profunda sabiduría y mucha paciencia, Dios va manifestando su plan de salvación. ¡Algo absolutamente novedoso y único en la historia espiritual de la humanidad!
En su Carta a los Filipenses, Pablo comparte con entusiasmo la novedad que ha descubierto mediante su fe en Jesucristo. Nos dice Pablo: “Hermanos: Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por Él lo perdí todo, y todo lo considero basura”. Con estas emotivas palabras, Pablo nos comparte la radical transformación que ha producido en él este encuentro en la fe con Jesucristo resucitado. Todo cambia de color, de significado. El encuentro con Jesucristo cambia su lectura de la realidad; lo que era importantísimo, baja de categoría y se convierte en basura. Este texto de Pablo nos muestra que la fe no consiste en un conjunto de dogmas o doctrinas, ni en un código ético. La fe en Jesucristo y la participación en su Pascua llevan a morir a una realidad vieja, el pecado, y nacer a una vida nueva mediante la inmersión en las aguas del bautismo.
Creer en Jesucristo debe abrirnos a su acción salvadora, es no poner obstáculos a la acción del Espíritu, es ver el mundo con ojos diferentes, y comprometernos con la construcción del Reino. ¡Hombres y mujeres transformados, renovados!
El evangelista Juan narra el conmovedor encuentro de Jesús con una mujer acusada de adulterio. Según la Ley de Moisés, esta mujer debería morir apedreada por los vecinos. Podemos imaginar la intensidad de la escena: el terror de la mujer, la ira del pueblo que quería lapidarla, la intención torcida de tender una trampa a Jesús, y la absoluta dignidad de Jesús que contrastaba con la exaltación de los demás actores.
La actuación de Jesús sigue un guion cuidadosamente diseñado para crear suspenso; ante la pregunta que le hacen, guarda silencio, se inclina y escribe algo en el suelo. Ante la insistencia de esta multitud enfurecida, Jesús comenta: “El que esté sin pecado, que tire la primera piedra”. A partir de estas palabras de Jesús, han quedado desautorizados todos aquellos que se auto-proclaman jueces, van acusando y dictando sentencia. Esta actuación de Jesús introduce una profunda novedad en las relaciones sociales. No podemos seguir clasificando a los miembros de la sociedad en buenos y malos, justos y pecadores. ¡Todos somos pecadores! ¡Todos necesitamos convertirnos!
Este discurso discriminador entre buenos y malos es muy fuerte en el mundo de la política, particularmente en un contexto electoral. Buenos son los que piensan como nosotros, y debemos contar con todas las garantías de la ley. Los otros, los que consideramos malos, deben ser privados de sus derechos y excluidos del juego electoral. Jesús derriba esta falsa barrera pues nadie está libre de pecado.
El clímax de la escena lo alcanza Jesús cuando preguntó a la mujer: “¿Dónde están tus acusadores? ¿Ninguno te ha condenado? Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más”. Esta escena de Jesús pone en evidencia una realidad transformadora que nos llena de alegría, como es la misericordia infinita de Jesús. Vino para perdonar y no para condenar; vino para rescatar a la oveja perdida.
El mundo sería muy diferente si los seres humanos aprendiéramos a usar el lenguaje de la tolerancia. Pero este lenguaje es un dialecto extraño que pocos utilizan. Lo más generalizado es el lenguaje altisonante de la venganza, de la descalificación. En Colombia, los llamados padres de la patria creen que la lucha contra el crimen consiste en el aumento de las penas. Pero, ¿de qué sirve hablar de cadena perpetua y otros castigos durísimos si hay una enorme impunidad y si las cárceles son escuelas donde se adquieren nuevas y perversas competencias para el crimen?
En este V domingo de Cuaresma hemos identificado, como hilo conductor de los textos, las realidades nuevas y transformadoras que genera la fe. Así nos lo dice el profeta Isaías, lo testimonia Pablo en su Carta a los Filipenses y nos lo enseña Jesús en su encuentro con la mujer adúltera.