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IV Domingo de Pascua
Ciclo A – Abril 30 de 2023
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Por: Gabriel Jaime Pérez, SJ
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En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos que se le oponían: «Les aseguro que el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que salta por otra parte, es un ladrón y un bandido; pero el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él las va llamando por el nombre, las va sacando del redil, y cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso, añadió Jesús: «Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí fueron ladrones y bandidos, por eso las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará, y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia». (Juan 10, 1-10)
En este Domingo del Buen Pastor se nos propone orar por las vocaciones. “Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones”, dice el calendario litúrgico. ¿Qué “vocaciones”? Tradicionalmente se suele pensar sólo en las correspondientes al Sacramento del Orden: diáconos, presbíteros y obispos. Pero la misión de la Iglesia no se debe reducir al clero; hacerlo es caer en la ideología del clericalismo. Al contrario, toda persona bautizada está llamada a participar en la misión pastoral de la Iglesia, que comprende distintas formas de servicio a la comunidad, incluidos la vida religiosa consagrada, los ministerios laicales, la labor educativa y otras modalidades de acompañamiento formativo y espiritual. Por lo tanto, orar por las vocaciones implica no sólo a los ordenados, sino también a todos los que integramos el Pueblo de Dios que es la Iglesia.
1. Las imágenes del pastor y de la puerta
El libro del Génesis describe los orígenes de Israel unos 18 siglos a.C. a partir de Abraham, Isaac y Jacob, que tenían rebaños de ovejas y cabras (Gn 13,1-9; 26,12; 30,25-43). Luego, en el siglo XII a.C. (Éxodo 3,1- 10), Moisés está cuidando el rebaño de su suegro cuando Dios lo llama a ser su instrumento para liberar al pueblo de la esclavitud en Egipto y conducirlo a la tierra prometida. Dos siglos más tarde –en el X a.C.-, Dios escoge a David, quien cuidaba el rebaño de su padre, para ser ungido rey de Israel (1 Samuel 16,10- 13). A David se le atribuye, entre otros, el Salmo 23 (22) que se recita este domingo como responsorial: El Señor es mi pastor, nada me falta. Y unos seis siglos a.C., a través del profeta Ezequiel (capítulo 34), Dios reprueba a los jefes políticos y religiosos por ser malos pastores que se aprovechan de las ovejas -o sea de la gente a la que gobiernan- para sus propios intereses egoístas, y anuncia la promesa de un Mesías (Cristo= Ungido) descendiente de David, que será su “único” pastor (Ez 34,23).
En el Nuevo Testamento, los Evangelios de Mateo (18,12-14) y Lucas (15,3-7) evocan la parábola de Jesús sobre el pastor que busca la oveja perdida, la encuentra y la carga sobre sus hombros, mostrando así la misericordia de Dios. Mateo, por su parte, evoca la parábola del juicio final con la imagen de un rey delante del cual se reunirán todas las naciones, y que separará unos de otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras (Mt 25,31-32). Y en el Evangelio de Juan (todo el capítulo 10) Jesús se presenta como el Buen Pastor, contraponiendo su acción a la de los fariseos -a quienes se dirige-, falsos y por lo mismo malos pastores que con su soberbia y corrupción maltratan a la gente comportándose como ladrones y bandidos. Y esto no sólo es aplicable a los jefes religiosos de aquel tiempo, sino a todos los que también hoy ejercen indebidamente su autoridad, buscando satisfacer sus intereses egoístas en lugar del bien de la comunidad.
La imagen del pastor va unida a otro símbolo que Jesús emplea para explicar su misión: “Yo soy la puerta”. Además de ser la expresión “Yo soy” una referencia al nombre con el que se le había revelado Dios a Moisés doce siglos antes (Yavé = Yo soy), podemos aplicar la imagen de la puerta a la labor pastoral que está llamada a continuar su Iglesia: una labor que para ser auténtica y efectiva debe pasar por Él, que nos hace posible el paso de la esclavitud del pecado a la libertad de la gracia.
2. “Camina delante de las ovejas y ellas lo siguen”
Es característico de los pastores ir delante del rebaño, al contrario de los arrieros que golpean y empujan desde atrás. Por eso, Jesús se aplica con toda razón a sí mismo la imagen del pastor que camina delante de las ovejas y de esta manera les muestra el camino. Sin embargo, la imagen del pastor es mal entendida cuando se pretende hacer de la Iglesia una organización autoritaria en la que unos jefes gobiernan desde arriba a borregos pasivos. Por el contrario, debe ser una comunidad cuyos miembros, hombres y mujeres, sean reconocidos como sujetos activos, libres y responsables, y en la que quienes ejercen de distintas formas la acción pastoral sean servidores a imagen del propio Jesús, en lugar de servirse de los demás.
El Papa Francisco, el 28 de marzo de 2013, primer año de su pontificado, dijo en su homilía de la Misa Crismal del Jueves Santo -en la que se consagran los santos óleos y se renueva el compromiso de los ministros ordenados-, que éstos deben ser “pastores con olor a oveja”, resaltando el compromiso del acompañamiento con todo lo que implica como servicio a la comunidad. Pues bien, esta metáfora también puede y debe aplicarse a todas las personas que ejercen oficios de colaboración pastoral en la Iglesia.
3. “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia”.
La misión de Jesús como Buen Pastor es hacer partícipes de la vida eterna a quienes lo siguen. En la segunda lectura (1 Pe 2,20-25), Pedro les dice a quienes se han convertido a la fe en Cristo: Ustedes andaban como ovejas descarriadas, pero ahora han vuelto al pastor y guardián de sus vidas. El propio Pedro, quien como aparece en la primera lectura (Hechos 2, 14.36-41), en su discurso después de Pentecostés anuncia a Jesús resucitado como Señor y Mesías, había recibido de Él la misión de representarlo como supremo pastor visible de su Iglesia: apacienta mis corderos (…), apacienta mis ovejas (Jn 21, 15-17).
Oremos pues por todas las vocaciones a colaborar en la misión pastoral de la Iglesia, y entre ellas por las orientadas al servicio de la comunidad en el Sacramento del Orden. E invoquemos la intercesión de María, la Madre de Jesús -que además es venerada con la advocación de “Divina Pastora”-, para que todos los bautizados y confirmados atendamos al llamamiento que nos corresponde respectivamente, tal como lo hizo ella: con una disposición completa a que se haga en nosotros la voluntad de Dios.
Preguntas para la reflexión
- ¿Qué mociones suscitan en mí las imágenes del pastor y de la puerta que Jesús se aplica a sí mismo?
- ¿Cómo percibo y siento que debo realizar mi vocación a colaborar en la misión pastoral de la Iglesia?
- ¿Qué considero pertinente pedirle al Señor en esta Jornada Mundial de las Vocaciones?