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Agosto 14: “He venido a arrojar un fuego sobre la tierra, ¡y cuánto desearía que ya hubiera prendido!”

Comunitas Matutina 14 de agosto 2022
Domingo XX del Tiempo Ordinario ciclo C Por: Antonio José Sarmiento Nova, SJ Lecturas:

Jeremías 38: 4 – 10
Salmo 39: 2 – 4 y 18
Hebreos 12: 1 – 4
Lucas 12: 49 – 53

La Palabra de Dios que se consigna en los textos bíblicos y en la Iglesia, que la interpreta y contextualiza en los diversos momentos de la historia y en las particularidades sociales y eclesiales, es una palabra que confronta y exige, ella no es una piadosa reflexión de religiosidad ocasional y superficial. Es, como dice sabiamente el Concilio Vaticano: “Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo afirma el Espíritu Santo, se sigue que los libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para salvación nuestra. Por tanto, toda la Escritura, inspirada por Dios, es útil para enseñar, reprender, corregir, instruir en la justicia; para que el hombre de Dios esté en forma, equipado para toda obra buena”.[1] Quiere esto decir que esa Palabra tiene la capacidad de transformar al ser humano, incluso cuando con severidad denuncia todo lo que es incompatible con el proyecto dignificante y liberador de Dios; notables ejemplos tiene la historia cristiana de creyentes y comunidades que han relatado con su vida la profecía definitiva, incluso en condición martirial, la forma suprema del testimonio de la fe.[2]
La iglesia y las iglesias se validan en su autenticidad cuando se mantienen fieles al espíritu de Jesús, cuando son proféticas, cuando están en permanente plan de salida misional, cuando se dedican sin reservas al servicio de la humanidad, llevando la Buena Noticia de salvación, y trabajando para que esta configure seres humanos libres a partir de una experiencia profunda del amor de Dios. La expresión hebrea dabar tiene el significado de la Palabra eficaz, que viene del mismo Dios, y su eficacia se hace patente en transformaciones cualitativas –conversiones del ser humano que la acoge y se deja tomar por ella–.[3]
Por esta razón es imperativo estar siempre en proceso de vuelta a los orígenes de la fe, cuando en la vida de los cristianos se evidencia el talante de profecía y libertad, de enfático rechazo de la manipulación de Dios y de la mediación religiosa, de negativa crítica a la dominación del ser humano. Desafortunadamente los seres humanos “blanqueamos” nuestras distorsiones del plan de Dios, pretendemos legitimar esos errores atribuyéndole cosas que son egoísmos nuestros, muy graves, por cierto. A esto debemos oponernos con total libertad de espíritu, haciendo actual aquello de que “la Verdad nos hará libres”,[4] aunque nos implique conflicto y contradicción.[5]
Si lo nuestro en materia de convicciones cristianas es la seriedad para seguir el camino de Jesús, vamos a ver claramente que él se presenta como signo de contradicción, tal como lo plantea el texto de Lucas que consideramos en este domingo: “¡He venido a arrojar un fuego sobre la tierra, ¡y cuánto desearía que ya hubiera prendido!”.[6] Jesús vive un ministerio que provoca grandes incomprensiones.[7] La suya no es una misión de ingenua conciliación y de un pacifismo que más bien es evasión de la fuerza liberadora del Evangelio. Tal expresión, de claro contexto apocalíptico, [8] se refiere a la misión de Jesús que consiste en poner fin a los aspectos pecaminosos e injustos del mundo para que surja el reino de Dios, tarea que no es de buen recibo por parte de quienes son los “dueños” del poder.[9] Ven en el profeta a un enemigo de sus intereses y, en consecuencia, a alguien indeseable a quien hay que someter y eliminar.
La mentalidad apocalíptica, propia del tiempo de Jesús, tenía ante sí la imagen de una gran confrontación entre las fuerzas del bien y las del mal, tipificadas aquellas en Jesús, y las últimas en el imperio romano y en la institución religiosa judía, que encarnaban la dominación de conciencias, cuerpos y bienes, utilizando recurrentemente a Dios como legitimador de ese sistema que iba en contravía del proyecto de Jesús de perdonar, de incluir, de sanar, de liberar, de dar nuevas alternativas de vida y dignidad a los eternamente oprimidos.
Con la imagen del conflicto familiar quiere enfatizar el carácter dramático de su misión: “Porque desde ahora habrá cinco en una familia y estarán divididos: tres contra dos y dos contra tres”,[10] su proyecto no es el de una cómoda conformidad religiosa ni el de una silenciosa adaptación a eso que para él es claramente injusticia y negación de la voluntad de Dios, siempre compasiva, misericordiosa y reivindicadora.
La primera lectura, del profeta Jeremías, es una alusión a esta animadversión que los perversos sienten por las gentes de conciencia limpia y de trabajo comprometido para denunciar todo lo que disuelve la dignidad de las creaturas: “Aquellos notables dijeron al rey: hay que condenar a muerte a ese hombre, porque con eso desmoraliza a los guerreros que quedan en esta ciudad y a toda la plebe, diciéndoles tales cosas”.[11] Los estudiosos del texto bíblico llaman a este pasaje la pasión de Jeremías . El profeta tiene que pasar toda suerte de ignominias y persecuciones por causa de la palabra de Dios que debe anunciar. Nos conecta con los mártires de nuestro tiempo, con aquellos que, siguiendo a Jesús, se han enfrentado a los poderes del mundo para provocar el conflicto que genera el surgimiento de una nueva humanidad.[12]
En el texto evangélico que nos ocupa este domingo parece que Jesús cambia el tono de su mensaje. La Buena Noticia en su origen nos parece promotora de paz, de conciliación, de una serenidad que es fruto de la experiencia profunda de Dios. Sin embargo, ahora se nos presenta en términos de confrontación y de contradicción: “¿Piensan ustedes que he venido a traer paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división”.[13] Este trabajo de denuncia y anuncio no resulta simpático para el “orden establecido” porque lo desajusta en todo su sistema, evidenciando su malignidad. Pone a unos y a otros en confrontación y en polarización, también en escándalo. Está claro que Jesús no es un predicador religioso que adormece conciencias y que distribuye píldoras espirituales para formar personas sumisas y adaptadas a un sistema petrificado, carente de vida, vertical y abandonado a una inercia sociocultural. Este último es el cristianismo de conservación, el que gusta a los poderosos porque mantiene sujetos que no protestan.
El destacado relato vital de Monseñor Romero[14] –ahora san Romero de América–, tan querido por los pobres de El Salvador y del mundo y por las gentes deseosas de justicia, es una consecuencia de la misión de Jesús, tal como la presenta el evangelio de este domingo, una sacudida de las conciencias, una crítica potente a la religiosidad que se evade de la historia, una denuncia del adormecimiento de tantos cristianos que permanecen en silencio ante los manejos de los injustos.
Las palabras de la carta a los Hebreos nos resultan esclarecedoras para lo que ocupa nuestra reflexión de hoy: “Por tanto, también nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con constancia la carrera que se nos propone, con los ojos fijos en Jesús, que inicia y lleva a la perfección de la fe”.[15]
La “nube de testigos” está constituida por todos aquellos seguidores de Jesús, hombres y mujeres que siguen el mismo itinerario de denuncia, a sabiendas de que en este ejercicio les va la vida. Ellos son los pioneros de un nuevo orden de vida, el de Dios, y representan a los millones de excluidos por el pecado del mundo, se convierten en voz de los sin voz. Su profecía rompe con la tranquilidad, pone el dedo en la llaga, remite a un hondo examen de conciencia, plantea otra escala de valores.[16]
Constatar estas indignidades es un llamamiento a “prender el fuego” de la justicia, del reino de Dios, a llamar con palabras claras –aunque sean de contradicción– el desorden establecido, a seguir a Jesús en su misión de erradicar el mal y de afirmar, aún con riesgo de la propia vida, que la voluntad del Padre no es la de entronizar una religiosidad “opio del pueblo”, sino un modo de vida profundamente teologal y humano, que nos haga conscientes de la indispensable projimidad que debe estar en la raíz de nuestras opciones y conductas.
“Él, en vista del gozo que se le proponía, soportó la cruz sin miedo a la ignominia y está sentado a la diestra del trono de Dios. Fíjense en quien soportó tal contradicción de parte de los pecadores, para que no desfallezcan faltos de ánimo”,[17] es el ejemplo original del Señor Jesús, a quien debemos mirar para seguir sin temor la contradicción salvadora de su cruz, “el fuego que enciende otros fuegos”, expresión original de otro fiel seguidor suyo, san Alberto Hurtado. [18]
Seguir el camino de Jesús no es integrarse a una funcionalidad religiosa de piedad individual, adaptada sin sobresaltos a unos cumplimientos estipulados por la autoridad de sacerdotes y pastores. Con él se conmueven los cimientos de la tierra, es “piedra en el zapato” que socava ese adormecimiento, que plantea una escala de valores que va en contravía de las lógicas acomodadas y desentendidas del reto de la máxima autenticidad espiritual y ética.
 
[1] CONCILIO VATICANO II. Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación VERBUM DEI, número 11. Biblioteca de Autores Cristianos BAC. Madrid, 1996; página 171. ROMERO SÁNCHEZ, Luis Manuel. La eficacia liberadora de la palabra de Jesús. Verbo Divino. Estella, 2010. PONTIFICIA COMISION BIBLICA. La interpretación de la Biblia en la Iglesia. Librería Editrice Vaticana. Roma, 1993. ARENAS MOLINA, Enrique. Barro en manos del alfarero. En https://www.uniagustiniana.edu.co/sites/default/files/2020-05/ReflexionesRector_11.pdf
[2] PELLITERO, Ramiro. La fuerza del testimonio cristiano. En https://www.core.ac.uk/download/pdf/83562743.pdf  FUENTES FUENTES, Jorge Alberto. Profecía y martirio. La experiencia martirial de la Iglesia en América Latina a la luz de Apocalipsis 11:1-13. En revista Salmanticensis número 66 páginas 303-411. Universidad Pontificia de Salamanca, 2019. TOJEIRA, José María. El martirio ayer y hoy: testimonio radical de fe y justicia. UCA Editores. San Salvador, 2005.
[3] LEVORATTI, Armando J. El poder de la Palabra de Dios; en Comentario Bíblico Internacional, páginas 3-8. Verbo Divino. Estella, 2000. KLAPPERT, B. Artículo PALABRA en COENEN,L. Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, páginas 254-275. Sígueme. Salamanca, 1999. ARTOLA, Antonio María & SÁNCHEZ CARO, José Manuel. Biblia y Palabra de Dios. Verbo Divino. Estella, 1990. MANNUCCI, V. La Biblia como Palabra de Dios. Desclée de Brower. Bilbao, 1997. GARAVITO VILLARREAL, Daniel de Jesús. La revelación y la actividad humana: recepción teológica de la constitución Dei Verbum en clave hermenéutica de la apropiación. Tesis para optar al grado de doctor en teología. Pontificia Universidad Javeriana-Facultad de Teología. Bogotá, 2013. TORRES QUEIRUGA, Andrés. La revelación de Dios en la realización del hombre. Cristiandad. Madrid, 1987.
[4] Juan 8: 31
[5] SANHUEZA, Krety. Jesucristo prototipo de justicia y de martirio a favor de los pobres y marginados. Publicado en revista CUESTIONES TEOLOGICAS. Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín. Volumen 43, número 99. Páginas 175 a 197. 2016. LOIS FERNÁNDEZ, Julio. Cristo y la opción por el pobre. En https://www.seleccionesdeteologia.net/selecciones/llib/vol49/193/193_Lois.pdf  BOFF, Leonardo. Teología desde el lugar del pobre. Sal Terrae. Santander, 1986. SOBRINO, Jon
[6] Lucas 12: 49
[7] PAGOLA, José Antonio. Jesús: aproximación histórica. PPC. Madrid, 2007. En este libro sugerimos la lectura del capítulo 13 Mártir del Reino de Dios, páginas, 371-408. LEGASSE, Simon. El proceso de Jesús. Desclée de Brower. Bilbao, 1994.TAMAYO-ACOSTA, Juan José. Por eso lo mataron: el horizonte ético de Jesús de Nazaret. Trotta. Madrid, 1998. BRAVO GALLARDO, Carlos. Jesús hombre en conflicto. El relato de Marcos en América Latina. Sal Terrae. Santander, 1986.
[8] RICHARD, Pablo. Apocalipsis: reconstrucción de la esperanza. En https://www.nuestrabiblia.org/contenido/uploads/2015/08/Apocalipsis-reconstruccion-de-la-Esperanza.pdf  ARENS, Eduardo; DÍAZ-MATEOS, Manuel; KRAFT, Tomás. Apocalipsis. En Comentario Bíblico Internacional. Verbo Divino. Estella, 2000; páginas 1679-1709. MESTERS, Carlos. El Apocalipsis: la esperanza de un pueblo que lucha. Rehue. Santiago de Chile, 1986.
[9] HORSLEY, R. Jesús y el Imperio. El Reino de Dios y el nuevo desorden mundial. Verbo Divino. Estella, 2003. AGUIRRE MONASTERIO, Rafael. La mirada de Jesús sobre el poder. En revista Teología y Vida, volumen 55 número 1; páginas 83-104. Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago de Chile, 2014. METZ, Johann Baptist. Memoria passionis: una evocación provocadora en una sociedad pluralista. Sal Terrae. Santander, 2007. CASTILLO, José María. El Reino de Dios, por la vida y la felicidad de los seres humanos. Desclée de Brower. Bilbao, 1999. FRAIJÓ, Manuel. Jesús y los marginados. Cristiandad. Madrid, 1985. ESCUDERO FREIRE, Carlos. Jesús y el poder religioso: el Evangelio y la liberación de los oprimidos. Nueva Utopía. Madrid, 2003.
[10] Lucas 12: 51
[11] Jeremías 38: 4
[12] RICCARDI, Andrea. Il secolo del martirio. Mondadori. Milán, 2000. Este libro es un completo recuento de las persecuciones sufridas por los cristianos en los contextos de las dos guerras mundiales, del régimen comunista de la Cortina de Hierro, en América Latina bajo las dictaduras inspiradas en la doctrina de la seguridad nacional, y en otros regímenes totalitarios.
[13] Lucas 12: 51
[14] BROCKMAN, James R. Monseñor Romero: la biografía del mártir de América. Sal Terrae. Santander, 2016. CAVADA, Miguel. El corazón de Monseñor Romero. Centro Monseñor Romero-UCA Editores. San Salvador, 2012. LÓPEZ VIGIL, María Piezas para un retrato. UCA Editores. San Salvador, 2014. Este libro es una bella colección de testimonios sobre el santo mártir salvadoreño. SOBRINO, Jon; MARTÍN-BARÓ, Ignacio; CARDENAL, Rodolfo. La voz de los sin voz: la palabra viva de Monseñor Romero. UCA Editores. San Salvador, 2014.
[15] Hebreos 12: 1-2
[16] PAPA JUAN PABLO II. Conmemoración ecuménica de los testigos de la fe: homilía del Santo Padre Juan Pablo II. Tercer domingo de Pascua, 7 de mayo de 2000. En https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/homilies/documents/hf_jp-ii_hom_20000507_test_fede.html  OFICINA DE DERECHOS HUMANOS DEL ARZOBISPADO DE GUATEMALA. Testigos de la fe por la paz: vidas ejemplares de la Iglesia Católica de Guatemala. Arzobispado de Guatemala, 2003. GUIDI, Nicolás Pedro. Fijando la mirada en el autor y  perfeccionador de la fe, Jesús. En https://www.revistabiblica.com/ojs/index.php/RB/article/view/113/99
[17] Hebreos 12: 3
[18] HURTADO CRUCHAGA, Alberto. Un fuego que enciende otros fuegos: páginas escogidas. Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago, 2005.

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