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Agosto 22: Señor, ¿a quien iríamos? Tú tienes las palabras que dan vida eterna”

COMUNITAS MATUTINA 22 DE AGOSTO 2021
DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B Por: Antonio José Sarmiento Nova, SJ Lecturas:

Josué 24: 1-2 y 15-18
Salmo 33
Efesios 5: 21-32
Juan 6: 60-69

Josué,[1] el líder de Israel a quien corresponde guiar a su pueblo en el momento final de su peregrinación por el desierto y en el ingreso a la tierra de la promesa, organiza la gran asamblea de Siquem como la reunión en la que se constituye el nuevo pueblo, es el punto de partida que configura a Israel en su identidad teológica, social, cultural: “Si les resulta duro servir al Señor, elijan a quién quieren servir: a los dioses que sirvieron sus padres al otro lado del río o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitan, que yo y mi casa serviremos al Señor. El pueblo respondió: ¡lejos de nosotros abandonar al Señor para ir a servir a otros dioses! Porque el Señor, nuestro Dios, es quien nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto, quien hizo ante nuestros ojos aquellos grandes prodigios, nos guardó en todo nuestro peregrinar y entre todos los pueblos que atravesamos”.[2]
Todo el Antiguo Testamento versa sobre Dios tomando en serio a estas tribus hebreas, primero sometidas en Egipto como esclavos en ese poderoso imperio, luego atravesando el desierto con todas las inclemencias, desencantos, fatigas inherentes a una experiencia como esa, a veces confiando plenamente en su Dios, otras renegando de Él, como es la vida de la mayoría de seres humanos. El tránsito por la vida oscila entre la felicidad y el sufrimiento, ambigüedad inevitable de nuestra condición. Ahora, con el liderazgo de Josué, termina la dramática experiencia del desierto y empiezan ellos a ver el cumplimiento de las promesas de Yahvé.
La libertad es el tema clave del Éxodo, la experiencia que tiene este pueblo de un Dios absolutamente comprometido con su liberación, siendo esta una característica teologal determinante, es el Dios que no admite esclavitudes para su gente. Este es el Dios de los padres, el Dios que permanece fiel en esta tarea liberadora.[3]
Las tribus que discurrieron por el desierto eran de una gran diversidad, a menudo problemática, como consta en varios pasajes del texto, pero ahora se aglutinan en torno a la fe en el único Dios liberador. La alianza de estas tribus tiene su raíz en la fe monoteísta. Al mismo tiempo, esta profesión creyente supone una postura crítica ante los dioses extraños, imágenes distorsionadas de Dios que someten y esclavizan a sus creyentes, dioses de muerte, dioses que frenan la evolución de las personas, dioses que llevan al fracaso. Afirmar al único y verdadero Dios es tomar partido por la libertad y por la dignidad, es lo que se asume en la asamblea de Siquem.[4]
Comprometerse con Dios, comprometerse con Jesús, no es capitular ni deponer la dignidad ni la posibilidad de decidir la vida. Una interpretación de la fe cristiana, bastante viciada de legalismos y de ritualismos, permanece en muchas prácticas y mentalidades del cristianismo. Se identifica a los creyentes como personas sumisas, pasivas, incapaces de tomar la rienda de su vida bajo el peso de los mandatos de obispos y de sacerdotes, con un estilo fúnebre que no cautiva a nadie que se diga medianamente inteligente.[5]
La genuina asunción de la fe es liberadora en su esencia.[6] Hacer vínculos con Dios, alianza como la de los israelitas, es dar el salto de esperanza a la aventura de la libertad, es inadmisible dar soporte a yugos, humillaciones, sometimientos indignos, en nombre suyo. La conciencia y vivencia de esta liberación es la que da arraigo a los israelitas en la asamblea fundante de Siquem.[7] Es un paradigma que trasciende todos los tiempos de la historia para ser referente de la configuración de nuestras comunidades de fe.
Estos relatos del Antiguo Testamento no los tomamos simplemente como referencias a hechos sucedidos en la remota antigüedad. Nos hablan de cómo corresponder al Dios que nos toma en serio, tomándolo también a Él con la misma seriedad, es decir, optando por ser libres con todo lo que esto demanda de responsabilidad con la historia y con las interminables causas de justicia y de reivindicación de la dignidad humana. El asunto cristiano, si bien aspira a una plenitud más allá de la historia, no puede desentenderse del compromiso con esta, porque lo que está en juego es el sentido de la vida de la humanidad, su derecho a vivir dignamente.[8]
Por ejemplo: ¿cuál es el Pozo de Siquem después de las protestas sociales de los últimos meses en Colombia? ¿Cómo leemos, en clave cristiana, estos acontecimientos, promovidos por un pueblo enojado, muy enojado, con el sistema que no permite el acceso a la vida justa y digna?[9] ¿Creemos que esta notable reacción popular es una señal de inmadurez colectiva, deseosa de alterar la armonía de la sociedad? ¿O nos inclinamos a señalar las fallas estructurales de un sistema que para estar “en equilibrio” necesita generar multitudes empobrecidas? ¿Cuál es nuestra postura como seguidores de Jesús?
Hoy remata el capítulo sexto de Juan, que hemos proclamado durante cinco domingos consecutivos. Sus palabras chocan con la mentalidad vigente. Hace veinte siglos parecía inadmisible que alguien pudiera comunicar un mensaje tan exigente y tan liberador: “Muchos de los discípulos que lo oyeron comentaban: este discurso es bien duro, ¿quién podrá escucharlo? Jesús, conociendo por dentro que los discípulos murmuraban de ello, les dijo: ¿Esto los escandaliza? ¿Qué será cuando vean a este Hombre subir adonde estaba antes? Es el Espíritu quien da vida y la carne no vale nada. Pero hay algunos de ustedes que no creen”.[10]
Muchos, en nuestros ambientes cristianos, siguen en el plan de endulzar el mensaje de Jesús, convirtiéndolo en una propuesta inocua, inofensiva, baja en potencia profética. Nunca olvidemos que su palabra desquicia, cuestiona permanentemente todo lo que somos y hacemos, nunca con el objeto de frustrar nuestra vida, siempre con el ánimo de erigirnos en seres humanos adultos. Queremos seguirlo y queremos ser como él.[11] No nos contentamos con los laureles que el mundo ofrece para disminuír la fuerza del Evangelio, nuestro anhelo es caminar la difícil y tortuosa vía del pueblo de Dios en la historia, como la que vivieron aquellos israelitas caminantes por el desierto en pos de la promesa.
Examinemos nuestras eucaristías y celebraciones de la fe, examinemos nuestra catequesis, examinemos nuestras prácticas pastorales, examinemos el ejercicio del ministerio y también la presencia de los laicos en la vida eclesial, examinemos el influjo cristiano en la estructuración social y preguntémonos con coraje si en ello alienta el Espíritu del Señor Resucitado, el que da la vida del Padre, el que da la libertad, el que salva, el que nos alimenta con su carne y con su sangre para que también nosotros alimentemos al prójimo con la nueva humanidad.
Como en el discurso de Nicodemo y en el de la Samaritana (también de Juan), la referencia al Espíritu es clave para entender y vivir a Jesús: “Le contestó Jesús: te aseguro que, si uno no nace de agua y Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios. De la carne nace carne, del Espíritu nace espíritu. No te extrañes si te he dicho que hay que nacer de nuevo”.[12] Todo el capítulo sexto viene diciendo que él es el pan, ahora nos dice que son sus palabras las que nos dan la Vida, y lo significa en la donación de su carne y de su sangre como alimento de la nueva vitalidad teologal.
Tal nivel de exigencia hace que sus discípulos le abandonen. Hasta ahora eran los judíos los que le rechazaban, ahora también su gente se escandaliza y acobarda: “Desde entonces muchos de sus discípulos se echaron atrás y ya no andaban con Él. Así que Jesús dijo a los Doce: ¿también ustedes quieren marcharse?”.[13] En este capítulo, Juan ha intentado aclarar las condiciones de pertenencia a la comunidad de Jesús, la dedicación al bien del ser humano mediante la ofrenda de todo el ser y el quehacer, el mesianismo triunfal queda definitivamente excluído. Jesús no busca la gloria humana, ni la quiere para sus seguidores, tomar su ruta implica dejar de lado las ambiciones personales.
Cuando Pedro, concluyendo el capítulo, dice: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú dices palabras de vida eterna. Nosotros hemos creído y reconocemos que tú eres el Consagrado de Dios”,[14] supone que el primero de los discípulos, y estos mismos, vivieron su proceso de ruptura, renunciaron a su búsqueda de intereses limitados, captaron los alcances de este programa de vida y decidieron dejarlo todo para entregarse por completo a la Buena Noticia.
 
[1]DE LEON AZCARATE, Juan Luis. Comentarios a la nueva Biblia de Jerusalén: Josué, Jueces. Desclée de Brower. Bilbao, 2010. ANDIÑACH, Pablo R. Una introducción al libro de Josué. En Biblioteca digital de la Pontificia Universidad Católica Argentina. Buenos Aires, 2011. SANCHEZ, E. Josué en Comentario Bíblico Latinoamericano volumen 1; páginas 611-632. Verbo Divino. Estella, 2005. ABADIE, Philippe. El libro de Josué: crítica histórica. Verbo Divino. Estella, 2004.
[2] Josué 24: 15-17
[3] SANZ GIMÉNEZ-RICO, Enrique. Cercanía del Dios distante: imagen de Dios en el libro del Exodo. Tesis para optar al grado de doctor en teología. Universidad Pontificia de Comillas. Madrid, 2001. PIXLEY, Jorge. Exodo: una lectura evangélica y popular. Edición digital de Servicios Koinonía. México D.F., 1983.
[4] LA CASA DE LA BIBLIA. El verdadero Israel, testigo del Dios liberador. Guía para una lectura comunitaria del Pentateuco y los Libros Históricos. Verbo Divino. Estella, 2004. HENAO MESA. Jairo Alberto. Dios narrado desde lo político. En revista Cuestiones Teológicas volumen 41 número 95 enero-junio 2014, páginas 191-215. Facultad de Teología, Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín.
[5] GARCÏA RUEDA, Sara. Cristianismo auténtico y cristianismo adulterado: la crítica de Nietzsche. Tesis para optar al grado de Master en Ciencias de las Religiones. Universidad Complutense. Madrid, 2019.
[6] IBAÑEZ, Alfonso. Gustavo Gutiérrez: el Dios de la vida y la liberación humana. En revista Espiral volumen IX número 26 enero-abril 2003, páginas 10-28. Universidad de Guadalajara, México. GUTIERREZ, Gustavo. El Dios de la vida. CEP. Lima, 1989.
[7] COSTADOAT, Jorge. Vigencia de la teología latinoamericana de la liberación: a cinco décadas de su origen. En Theologica Xaveriana volumen 71 año 2021 páginas 1-26. Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Teología. Bogotá. SEGUNDO, Juan Luis. Libertad y Liberación. En ELLACURÏA, Ignacio & SOBRINO, Jon, editores. Mysterium Liberationis. Conceptos fundamentales de la Teología de la Liberación, volumen 1 páginas 373-392. Trotta. Madrid, 1990. 
[8] ALFARO, Juan. Esperanza cristiana y liberación del hombre. Herder. Barcelona, 1983.
[9] GIMËNEZ BELIVEAU, Verónica (compiladora). La religión ante los problemas sociales: espiritualidad, poder y sociabilidad en América Latina. CLACSO, Buenos Aires, 2020. ETXEBERRIA, Xabier. Derechos humanos y cristianismo. Universidad de Deusto, Instituto de Derechos Humanos. Bilbao, 1999. LALINDE ORDÓÑEZ, Sebastián. Elogio a la bulla: protesta y democracia en Colombia. Centro de estudios de derecho, justicia y sociedad De Justicia. Bogotá, 2019.
[10] Juan 6: 60-63
[11] COSTADOAT, Jorge. Seguimiento de Cristo en América Latina. En revista Gregorianum volumen 93 número 3 2012, páginas 573-592. Pontificia Universidad Gregoriana, Facultad de Teología. Roma.
[12] Juan 3: 5-7
[13] Juan 6: 66-67
[14] Juan 6: 68-69

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