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Diciembre 30: Una familia desplazada

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Día de la sagrada familia

Ciclo A – diciembre 30 de 2022

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Por: Gabriel Jaime Pérez, SJ
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Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.» José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: «Llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto.» Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo: – «Levántate, toma al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño.» Se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a Israel. Pero, al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá. Y, avisado en sueños, se retiró a Galilea y se estableció en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los profetas, que se llamaría Nazareno (Mt 2,13-15.19-23).

Ordinariamente la liturgia celebra la fiesta de la Sagrada Familia el domingo inmediatamente posterior a la del Nacimiento de Jesús y anterior a la del 1 de enero que es la de Santa María Madre de Dios. Pero en este año, dado que el 25 de diciembre es domingo y el 1 de enero también, se celebra la fiesta de la Sagrada Familia el viernes 30 de diciembre, con las lecturas propias del Ciclo A. Detengámonos en algunos aspectos que nos presentan de la Sagrada Familia los textos bíblicos correspondientes, y tratemos de aplicarlos a nuestra vida cristiana, precisamente cuando en este tiempo de las conmemoraciones propias de la Navidad se suelen reunir por unos días los integrantes de muchas familias, y cobra especial importancia el sentido de las relaciones familiares.

 

1. Jesús perteneció a una familia desplazada y migrante

El Evangelio nos presenta al niño Jesús, María y José viviendo la suerte de una familia humilde y migrante, sometida al desplazamiento forzado. Por eso, en medio de la realidad de tanta gente pobre arrancada de su tierra por causa de la violencia dentro de su propio país, y que en gran parte ha tenido o está teniendo que migrar a otro, cobra un especial significado el relato evangélico de la huida a Egipto. El sufrimiento que desde su más tierna infancia experimentó Jesús, y que con Él también vivieron María y José, hoy podemos verlo prolongado en el de tantas familias desarraigadas de su cultura y despojadas de lo poco que tenían, al verse obligadas a abandonar sus viviendas por la destrucción de las poblaciones y la amenaza de las masacres, o simplemente a causa de la tiranía y las situaciones económicas en su propia nación.

En consecuencia, nuestra conmemoración de este domingo, en el contexto de las celebraciones navideñas, tendrá un verdadero sentido si la vivimos dispuestos a una solidaridad efectiva, en cuanto nos sea posible, con nuestros hermanos y hermanas de las familias desplazadas.

 

2. Honra a tu padre y a tu madre – Padres, no exasperen a sus hijos

Tanto la primera lectura, tomada de un libro del Antiguo Testamento escrito poco menos de dos siglos a.C., llamado el Eclesiástico -y también el Sirácida por haber sido su autor material un judío llamado Jesús Ben Sirac- (3, 3-7.14-17a); como la segunda, de la carta escrita entre los años 57 y 62 d.C. por san Pablo a la comunidad de los Colosenses (3, 12-21), habitantes de la pequeña población de Colosas, en el Asia Menor, nos recuerdan el cuarto mandamiento de la Ley de Dios: “Honrarás a tu padre y a tu madre”.

Ahora bien, en la segunda lectura encontramos un detalle interesante: la exhortación de Pablo a los padres para que traten a sus hijos como personas que merecen respeto (“padres, no exasperen a sus hijos”), tiene una actualidad especial en no pocos países donde el maltrato infantil es una de las manifestaciones más trágicas de la violencia.

Así, pues, el cuarto mandamiento de la Ley de Dios no es sólo para los hijos con respecto a padres y madres. Implica también que éstos sepan ganarse el respeto de sus hijos, con el testimonio de su ejemplo y su dedicación a ser sus primeros educadores en todos los aspectos del desarrollo integral humano.

3. La Sagrada Familia y la auténtica familia cristiana

La segunda lectura nos presenta también todo un programa para la realización de la vida familiar de acuerdo con las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo. Entre las virtudes de una auténtica familia cristiana, resalta la disposición a la comprensión y al perdón, indispensable para la armonía entre los esposos y entre padres e hijos.

Es en el seno de la familia donde la persona puede aprender o no a pedir perdón, a ser perdonada y a perdonar, con todo lo que ello implica en términos de reconciliación y a la vez de disposición a enmendarse y reparar los males ocasionados por el mal comportamiento. Si no existe en el hogar esta experiencia, muy difícilmente se darán después en la persona las virtudes de la humildad y la compasión, tan necesarias e indispensables para la convivencia pacífica en la sociedad.

Pero además el texto bíblico nos presenta una doble referencia a la celebración de la “acción de gracias”, término que corresponde en el griego del Nuevo Testamento a la palabra eucaristía (alabanza de agradecimiento). La misa de los domingos y de los días festivos debería ser una actividad constante de la vida familiar, además de la oración diaria en familia, por ejemplo, a la hora de sentarse a la mesa para compartir el alimento, dándole gracias al Señor y pidiéndole que nos disponga a compartir lo que tenemos con los más necesitados.

Dispongámonos entonces a participar con la debida frecuencia en la celebración del sacramento de la eucaristía, que no sólo nos da la oportunidad a todos de escuchar en comunidad lo que nos dice el Señor en las sagradas escrituras, sino también de ser alimentados con la Palabra de Dios hecha carne en la persona de Jesucristo, cuya vida resucitada nos alimenta y nos fortalece espiritualmente para vivir en verdadera com-unión, siguiendo el ejemplo de la Sagrada Familia.

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