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Enero 22: «Conviértanse – Síganme – Estén bien unidos»

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III Domingo del Tiempo Ordinario

Ciclo A – Enero 22 de 2023

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Por: Gabriel Jaime Pérez, SJ
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Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaúm, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías:

«Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una gran luz; a los que habitaban en tierras de sombras de muerte, una luz les brilló.» Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: «Conviértanse, porque está cerca el reino de los cielos.» Pasando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos: Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano, que echaban las redes en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: «Vengan y síganme, y los haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos: Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, que estaban en la barca arreglando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron. Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del Reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo (Mateo 4, 12-23).

Este relato nos sitúa en la región de Galilea, al norte de Israel. Allí se habían establecido dos tribus hebreas descendientes de los hijos de Jacob llamados Zabulón y Neftalí, y como lo indica la primera lectura citada por el Evangelio (Is 8, 23b – 9,3), era habitada también por «gentiles», gentes que no profesaban la religión judía. El lago de Galilea, llamado asimismo Tiberíades o de Genesaret, era llamado mar por su profundidad (48 metros) y su extensión (21 km). La pesca era la principal actividad en las ciudades de sus orillas, y en una de ellas, llamada Cafarnaúm -hoy en ruinas-, se estableció Jesús al iniciar su vida pública.

 
1.- Conviértanse, porque está cerca el Reino de los Cielos

Convertirse, en el sentido del verbo en griego, significa cambiar de mentalidad y reorientar la vida hacia Dios. Es un cambio que se compara con el paso de la oscuridad a la luz. En este sentido, es significativo el texto de Isaías en la primera lectura, citado por el evangelista: el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande, habitaban en tierras de sombras y una luz les brilló. Mateo habla de “sombras de muerte”, lo cual implica que el paso de la oscuridad a la luz es como el paso de la muerte a una nueva vida.

Convertirnos, entonces, es disponernos a que Dios actúe de tal manera en nosotros, que su luz disipe nuestras sombras. Jesús agrega el porqué de su invitación a la conversión: “porque está cerca el Reino de los Cielos”. “Reino de los Cielos” significa lo mismo que Reino de Dios, pues el Evangelio según san Mateo fue dirigido originariamente a los judíos, que evitaban por respeto pronunciar el nombre de Dios.

Cuando Jesús habla de este Reino se refiere a la voluntad de Dios que quiere establecer en la humanidad un porvenir de justicia, de amor y de paz que había sido anunciado por los profetas. En este sentido, el reino de Dios equivale al poder del Amor. Y cuando dice que el Reino de Dios está cerca, manifiesta que Dios mismo en persona -Él mismo como Dios hecho hombre- ha venido para hacerlo realidad.

 
2.- Vengan y síganme… y dejaron las redes y lo siguieron

 Jesús comienza llamando a unos pescadores que luego formarían parte de sus doce apóstoles -palabra que significa enviados-, y proclama seguido por ellos el Evangelio del Reino, es decir la Buena Noticia, que es lo que literalmente significa en griego la palabra eu-angelion, consistente en el anuncio de la cercanía de Dios que se hace presente en la historia humana y en la de cada persona en particular, haciendo posible la convivencia constructiva y dándonos una esperanza cierta de felicidad, de acuerdo con el anhelo expresado en el Salmo 27 (26): “Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida”.

Al pasar por donde están a aquellos pescadores, Jesús les dice: “Vengan y síganme”. También el Señor ha pasado y vuelve a pasar por la vida de cada uno y cada una de nosotros, y nos invita a seguirlo, a colaborar en la realización del Reino de Dios en la sociedad en que vivimos. ¿Cómo podemos responder a ese llamado de Jesús? La respuesta depende de nuestra disposición a dejar las redes, o sea a des-en-redarnos de cuanto nos impide seguirlo de verdad: inclinaciones egoístas, apegos serviles, afectos desordenados.

 
3.- Bien unidos, con un mismo pensar y sentir

Ahora bien, para que nuestra colaboración en la realización del Reino de Dios sea efectiva, tenemos que disponernos a trabajar en unidad, en una auténtica com-unidad. Jesús formó con sus primeros discípulos y discípulas una comunidad que fue la base de lo que sería la Iglesia. Pero muy pronto sobrevinieron las discordias, señaladas por el apóstol san Pablo en la segunda lectura (1 Corintios 1, 10-13.17): “Me he enterado -dice- de que hay discordias entre ustedes. Y por eso les hablo así, porque andan divididos”.

El problema de las divisiones entre los cristianos ha seguido existiendo, y hoy, en lugar de estar, como recomendaba san Pablo, “bien unidos con un mismo pensar y sentir”, los creyentes en Jesucristo nos encontramos disgregados en distintas iglesias separadas, e incluso en no pocos lugares enfrentadas. Es más, dentro de la misma Iglesia Católica existe actualmente una división entre quienes aceptamos el Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965), que fue iniciado por el papa san Juan XXIII y concluido por el papa san Pablo VI para procurar la renovación de la Iglesia de acuerdo con los signos de los tiempos, y quienes lo rechazan con una oposición fanática a cualquier cambio, cerrándose en un tradicionalismo que condena todo intento de actualización e incluso se niega a la posibilidad de un diálogo constructivo no sólo con las otras confesiones cristianas e incluso con las otras religiones -que es lo que constituye el ecumenismo-, sino también entre los mismos católicos, y han llegado hasta incentivar supuestos enfrentamientos entre el recientemente fallecido papa emérito Benedicto XVI, a quien proclaman su líder, y el actual papa Francisco, cuyo pontificado consideran inválido

Por eso, teniendo en cuenta que del 18 al 25 de enero -fiesta de la conversión de san Pablo- la Iglesia Católica dedica una semana a la oración por la unidad de los cristianos, pidamos por la unión de quienes creemos en Jesucristo como Dios hecho hombre y estamos llamados a seguirlo en comunión -es decir, en común unión-, como nuestro Maestro y Salvador. Así sea.

 

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