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¿Entonces qué debemos hacer?

El mensaje del domingo

III Domingo de Adviento. Ciclo C – Diciembre 15 de 2024

Lecturas: Sofonías 3,14-18; Cántico de Isaías 12, 2-6; Filipenses 4, 4-7; Lucas 3,10-18

Al acercarse a Juan para recibir su bautismo, la gente le preguntaba: «¿Entonces qué debemos hacer?» Él contestó: «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». Llegaron también a bautizarse unos publicanos -los que cobraban impuestos para Roma- y le preguntaron: «¿Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros?» Él les contestó: «No exijan más de lo establecido». Unos soldados le preguntaron: «¿Y qué debemos hacer nosotros?» Él les contestó: «No hagan extorsión ni se aprovechen de nadie, sino conténtense con su salario». El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y les dijo a todos: «Yo los bautizo a ustedes con agua; pero viene uno que puede más que yo, y no merezco desatar la correa de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego; trae su aventador en la mano para limpiar el trigo y separarlo de la paja; guardará el trigo en su granero, pero quemará la paja en un fuego que nunca se apagará». Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba a la gente y anunciaba la Buena Noticia (Lucas 3,10-18).

 

1. La palabra de Dios anuncia “la Buena Noticia”

El término eu-angelion, que significa “buena noticia” o “buena nueva”, aparece por primera vez en la versión griega del libro de Isaías, cuya segunda parte -que comprende los capítulos 40 a 55-, es llamada “Libro de la Consolación de Israel”. En este libro, que parece haber sido escrito por un discípulo de Isaías en tiempos del cautiverio de los judíos en Babilonia -siglo VI antes de Cristo-, cuando ellos anhelaban la liberación de aquella esclavitud, se encuentra la siguiente exclamación poética: “Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz y trae la buena nueva, que anuncia la salvación y dice a Sión: ¡Ya reina tu Dios!” (Isaías 52, 7).

Unos seis siglos después, el mismo término es empleado por los escritos del Nuevo Testamento llamados precisamente “Evangelios”. Así el de Marcos (1,1), al iniciar su relato, lo titula “Buena noticia de Jesucristo, Hijo de Dios”. El de Mateo (5, 23) lo llama “Buena noticia del Reino”, para indicar que, en Jesús, Dios hecho se hace presente en la historia humana el Reino de Dios. Y cuando el término “buena noticia”” aparece en el de Lucas indicando el contenido de la predicación de Juan el Bautista, tal como lo acabamos de escuchar en el Evangelio de hoy, lo que nos da a entender es que este contenido es, en definitiva, la persona de Jesús, cuyo nombre significa “Yahvé salva”, y en quien se cumplen los antiguos anuncios proféticos.

 

2. Por eso nos invita a estar alegres

Lo que resalta en las lecturas bíblicas de este domingo es que la Buena Noticia proveniente de Dios es un motivo de alegría. En la primera lectura y en el cántico responsorial-, la tónica predominante es una invitación al júbilo, al gozo por el acontecimiento de la liberación del destierro en Babilonia: “Regocíjate, grita de júbilo (…), alégrate de todo corazón” (primera lectura, del profeta Sofonías). “Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación…; gritad jubilosos” (Cántico tomado del libro de Isaías).

En el Nuevo Testamento, el motivo del gozo es la presencia salvadora de Jesucristo, a quien sus primeros discípulos reconocieron como “el Señor”: “Estén siempre alegres en el Señor; les repito, estén siempre alegres” (segunda lectura, de la carta a los Filipenses). En esta exhortación del apóstol san Pablo hay dos detalles que caracterizan la alegría propia de quienes acogen debidamente la Buena Noticia: por una parte, se trata de una alegría en el Señor, que es la verdadera -no la falsa y aparente de quienes, alejándose de Dios, buscan satisfacer sus impulsos instintivos en los excesos del licor y de las pasiones desenfrenadas -; y por otra, es una alegría permanente, no fugaz como los goces mundanos que desconocen los valores espirituales

 

3. Y a disponernos para que se renueve en nosotros la gracia recibida en el Bautismo

Juan el Bautista distinguía entre el bautismo realizado por él y el que iba a realizar nuestro Señor Jesucristo. El de Juan era un rito que, como lo decía él mismo al responder a quienes le preguntaban qué debían hacer, implicaba la conversión a Dios manifestada en la disposición a compartir lo que se tiene con los desposeídos y a obrar honradamente, y así estar preparados para recibir al Señor que viene.

Ahora bien, el bautismo en el nombre de Jesús -como también en el nombre del Padre y del Espíritu Santo- sería el sacramento o signo sensible del inicio de su acción re-creadora, salvadora y transformadora en cada persona que acogiera la Buena Noticia presente en Él, en sus enseñanzas y en su misma vida ordenada por entero al cumplimiento de la voluntad de Dios. El contenido de la voluntad de Dios es el mismo que indicaba Juan Bautista ante la pregunta “qué debemos hacer”, pero ya no desde la expectativa de la salvación anunciada, sino desde la fe en Jesucristo que ya ha venido al mundo como Dios hecho hombre y en el sacramento del Bautismo nos ha comunicado su Espíritu para purificarnos y disponernos a compartir nuestros bienes con los necesitados, a obrar con justicia reconociendo eficazmente la dignidad y los derechos de todas las personas y a colaborar activa y efectivamente en la construcción de la paz.

 

Conclusión

En conclusión, acoger la Buena Noticia es acoger al propio Jesucristo en nuestra vida, lo cual exige de nosotros una disposición a ser liberados de nuestro egoísmo y de nuestras inclinaciones desordenadas, a compartir lo que tenemos con los necesitados, dejando que actúe en nosotros la energía santificadora del Espíritu Santo, simbolizada en el fuego que quema la maleza. Dejémonos pues purificar en este tiempo de Adviento, para que, al celebrar la Navidad que se avecina invocando la intercesión de María y José, se renueve en nosotros la gracia de Dios que recibimos cuando fuimos bautizados.

 

Preguntas para la reflexión
  1. ¿Qué significa para mi acoger la “Buena Noticia” a la luz de lo escuchado en las lecturas de hoy?
  2. ¿Cuál siento que debe ser mi actitud desde la fe para acoger y comunicar con alegría la “Buena Noticia”?
  3. ¿Cómo debo proceder en mi vida de acuerdo con la respuesta de Juan a la pregunta “qué debemos hacer”?
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