VIII Domingo del Tiempo Ordinario
Ciclo C – febrero 27 de 2022 Por: Gabriel Jaime Pérez, SJ En aquel tiempo dijo Jesús a los discípulos esta parábola: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano. No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón lo habla la boca» (Lucas 6, 39-45).
Jesús acostumbraba enseñar empleando parábolas, es decir, comparaciones tomadas de la vida cotidiana. Unas son narraciones simbólicas que representan tanto la forma de actuar de Dios como los comportamientos humanos. Otras, como la que nos trae este pasaje evangélico, son como un mosaico de imágenes, metáforas o alegorías con las que ilustra sus enseñanzas.
1. ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?
Esta imagen está relacionada con la alegoría de la mota y la viga en el ojo, con la cual Jesús nos invita a tomar conciencia de la necesidad que cada quien tiene de examinar su propia conducta, antes de pretender corregir a los demás. Como sucedía en aquel tiempo, también en el presente abundan los juicios inmisericordes de quienes se creen buenos contra quienes consideran pecadores. Estos juicios cuentan hoy con el amplificador de las redes sociales, escenarios del chismorreo que acaba con la reputación de muchos, como también de las fake news o falsas noticias que pretenden hacer creer lo que no corresponde a la realidad. Y esto es signo de una ceguera espiritual que impide reconocer los propios errores o defectos y tratar a los demás como hermanos, hijos del mismo Creador.
Jesús contrapone la imagen del ciego que guía a otro ciego, a la actitud del verdadero discípulo. La palabra discípulo significa el que aprende. No es verdadero discípulo quien pretende “sabérselas todas”, creyendo que no tiene nada que aprender y por eso se la pasa criticando y queriendo corregir a los demás. Esta actitud es la de los “sobrados” y corresponde al primero de los siete pecados capitales, que es la soberbia, del latín super-bia, que es la actitud del que pretende estar sobre o por encima de los demás.
2. ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo…
Jesús emplea el apelativo “hipócrita” para referirse a quien pretende juzgar a los demás creyéndose superior a ellos, fingiendo o aparentando ser lo que no es. Decía el papa Francisco en una de sus homilías en la capilla de su lugar de residencia, la Casa de Santa Marta en Roma (23 de junio de 2014): “El apelativo ‘hipócrita’ que Jesús da varias veces a los doctores de la ley, en realidad es dirigido a cualquiera, porque quien juzga lo hace en seguida, mientras que Dios para juzgar se toma su tiempo. Quien juzga se equivoca, simplemente porque toma un lugar que no es suyo. Pero no sólo se equivoca, también se confunde. Está tan obsesionado con lo que quiere juzgar de esa persona, ¡tan, tan obsesionado!, que esa idea no le deja dormir. Y no se da cuenta de la viga que tiene”.
“Y quien juzga –prosigue el Papa– se convierte en un derrotado, termina mal, porque la misma medida será usada para juzgarle a él. El juez que se equivoca de sitio porque toma el lugar de Dios, termina en una derrota. ¿Y cuál es la derrota? La de ser juzgado con la medida con la que él juzga. El único que juzga es Dios y a los que Dios da la potestad de hacerlo. Jesús, delante del Padre, ¡nunca acusa! (…) Y ¿quién es el acusador? En la Biblia se llama acusador a Satanás. Jesús nos juzgará, sí: al final de los tiempos, pero mientras tanto intercede, defiende”. Por lo tanto, también nosotros deberíamos tomarnos el tiempo de analizar nuestra propia situación antes que pretender juzgar precipitadamente a las personas. Y deberíamos así imitar a Jesús, siempre dispuesto a salvar antes que a condenar.
3. Cada árbol se conoce por su fruto… Lo que rebosa del corazón, lo habla la boca
Con esta otra imagen Jesús nos invita a reflexionar sobre nuestra propia realidad, examinándonos constantemente. En este sentido, tendríamos que preguntarnos si somos de los que se pasan la vida juzgando y criticando a los demás, señalando al prójimo en lugar de mirarse a sí mismos para corregir lo que está mal la propia conducta.
Sólo cuando realmente reconozcamos con humildad nuestra propia realidad, podremos entonces contribuir efectivamente al mejoramiento de la sociedad. Pues si lo que rebosa de nuestro corazón son intenciones sinceras, lo que expresemos tanto de palabra como con nuestras obras será acorde con la voluntad de Dios, que es voluntad de amor misericordioso.
Conclusión
El próximo miércoles, por medio de la señal de la cruz marcada con ceniza sobre la frente, inicia el tiempo de la Cuaresma en el cual, a través de la frase “conviértete y cree en el Evangelio”, se nos invita a reconocer que necesitamos convertirnos antes que querer convertir al prójimo. Pidámosle al Señor que nos dé la humildad requerida para reconocer nuestra propia realidad antes que juzgar a los demás. Y a María santísima y san José, modelos de discreción humilde, que nos alcancen de Él esa virtud que necesitamos para construir una verdadera comunidad fraterna de acuerdo con su voluntad.