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Julio 11: Envío de “los doce”

Marcos 6:7-13, domingo, julio 11 de 2021 Por: Luis Javier Palacio, SJ  Los estilos literarios son comunes a todas las culturas. Por ejemplo, hay un estilo para cartas familiares, comerciales, de amor, etc. Inconscientemente, acudimos a dichos estilos cuando escribimos algo. Lo mismo pasa con la Biblia. Por ejemplo, el estilo epistolar (de carta) es el que aparece en los escritos de Pablo. Los estilos de narrativa judía los conocemos hoy mejor de lo que los conocieron muchos padres de la iglesia y escritores del pasado. Lo que para nosotros es hoy una serie de escritos sagrados, para los judíos era su literatura ordinaria. En la Biblia encontraban su poesía, su historia, su sabiduría popular, sus cuentos, sus sagas, sus novelas, sus fantasías, sus leyes, sus anhelos, sus dichos y también sus críticas (sobre todo en los profetas). El evangelio de hoy corresponde al género de envío similar a los cerca de seis relatos de envío de los evangelios. Por ejemplo, el relato de Lucas de envío de “los doce” es prácticamente igual al envío de los “setenta y dos”. Enviar de dos en dos corresponde a la vida apostólica de la comunidad luego de la resurrección, pues no es pensable que Jesús los envíe en su vida pública ya que la predicación es precisamente el misterio pascual y aún no ha sucedido. Pero además en Marcos, los discípulos no terminan de entender el mensaje de Jesús hasta el final. Cuando empieza la pasión: « abandon ándole huyeron todos»  (Mc 14:50).
Los discípulos (mathetes, aprendices en griego) son los constantes compañeros de Jesús. Son testigos de su misericordia con los enfermos. Van con Jesús cuando este se retira de la multitud. Reciben enseñanzas privadas que no se dan a los de “fuera”. Aunque tres veces les habla Jesús de la pasión tres veces no lo entienden. Marcos es el único evangelio en donde Pedro recibe el título de Satanás por no aceptar la pasión. Enviar de dos en dos pudo haber sido inaugurado por Pablo o haber sido recibido por él: « ¿No tenemos derecho a llevar con nosotros una mujer cristiana, como los demás apóstoles y los hermanos del Señor y Cefas? ¿Acaso únicamente Bernabé y yo no tenemos derecho a ser mantenidos por la comunidad? »  (1 Co 9:5-6). En los Hechos de los Apóstoles hay varios envíos por binas o parejas siendo la más conocida esta de Pablo y Bernabé. Igualmente los “setenta y dos” en Lucas son enviados en parejas. Cuando Mateo hace la lista de “los doce” los nombra por parejas. Para algunos es un reflejo de lo que decía el judaísmo sobre la credibilidad de un testigo: lo que afirmen dos (no uno) se tendrá por cierto.
En los dos relatos de repartición de panes, uno a los gentiles y otro a los judíos, Jesús no da el pan directamente a la gente sino a través de los discípulos. Aunque es el evangelio más antiguo (antes había escrito Pablo) ya escribe para creyentes que han respondido al evangelio: no describe las condiciones del discipulado sino sus consecuencias. Los discípulos ya se encontraban en su acción misionera, predicando en pobreza, contando con la hospitalidad de la gente, expulsando demonios, atendiendo con la unción a los enfermos. Los discípulos son llamados a formar una nueva casa, tribu, clan (no existía en el judaísmo el concepto de familia que tenemos hoy) que era un substituto de la casa, tribu o clan que antes los acogía. Marcos y Mateo son los más radicales en señalar la ruptura con el parentesco natural para formar uno nuevo. Cuando informan a Jesús que sus parientes lo buscan, responde: «“¿Quién es mi madre y mis hermanos?”. Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: “Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”» (Mc 3:33-35). Sin embargo, la manera como Marcos interpreta el discipulado y la vida de la comunidad creyente no parece haber tenido mucho influjo en Mateo y Lucas puesto que cambian la imagen caracterizada por la solidaridad, mutualidad y servicio y muestran más preocupación por asuntos de institucionalización, autoridad y ministerio. Esto es más claro en Mateo que en Lucas[1].  
La iglesia latina se apoya básicamente en el evangelio de Mateo. Por siglos sostuvo que era el primero y más antiguo. Hoy se tiene por cierto que es el de Marcos. Hoy somos más cautos en asuntos bíblicos. A principios del siglo XX, la Pontificia Comisión Bíblica daba como irrefutable que: “Mateo es el primer evangelista, escribió su obra en hebreo y es el autor del evangelio que lleva su nombre. Igualmente hay que afirmar como cierto que Marcos era discípulo de Pedro, y Lucas médico y ayudante de Pablo”. Hoy no se sostienen tales afirmaciones pues los evangelios son fruto de las comunidades creyentes y sus autores convencionales y surgidos en el siglo II. La estructura eclesial jerárquica apenas empieza con el siglo II con los escritos de san Ignacio de Antioquía. El apóstol Pablo utiliza de manera intercambiable los términos de presbítero (anciano, en griego) y obispos (vigilante, en griego). Marcos, bastante crítico con los discípulos de carne y hueso, describe un discípulo ideal que para algunos autores es Jesús mismo. Pone a Jesús a vivir el evangelio y el papel del discípulo es seguirlo en la pasión. La mejor instrucción de envío de los discípulos sería la vida misma de Jesús. Esto es válido en mayor o menor medida en todos los evangelios. El personaje central es Jesús y los evangelios buscan que los cristianos sigan a Jesús haciendo lo que él hizo: misericordia. «Sed misericordiosos,  como vuestro Padre es misericordioso»  (Lc 6:36)  Los demás personajes son de reparto y a menudo no logran representar bien su papel Como lo escribía Kierkegaard con bastante ironía, pero con valor para el propio examen de conciencia: “Cristo vino al mundo como modelo, con constantes advertencias decía: ¡Sígueme! Pronto la relación se invirtió. Los hombres prefirieron adorar al modelo. Los apóstoles entonces siguieron a Cristo y enseñaron a sus oyentes: ¡Sígannos! Pronto la relación se invirtió y adoraron a los apóstoles. Así comenzó todo a desvanecerse. No hay sino una cosa que es la revelación divina, un solo género de adoración que Dios exige: el discipulado. Pero el hombre solo desea responder de una manera: adorando a los modelos.” 
Hay algo que se conserva en el texto de envío de hoy y es el llamado a la conversión[2], que implica a los mismos discípulos. La mejor definición de iglesia en este sentido es una iglesia siempre en reforma, siempre en renovación. En el envío de hoy, se menciona menos lo que pueden llevar para la misión (bastón y sandalias) y más lo que no deben llevar para la misión (pan, bolsa, dinero, dos túnicas). El género literario de envío emparenta el envío en Marcos con los envíos en Mateo y Lucas, aunque con simpáticas simpáticas diferencias. Ni en Mateo ni en Lucas hay bastón. Marcos y Lucas excluyen el pan. Los tres sinópticos excluyen la bolsa. Los tres sinópticos excluyen las monedas o la plata. Mateo y Lucas excluyen las sandalias. En los sinópticos se excluye una segunda túnica. Todos estas pequeñas diferencias las podemos reducir a que el evangelio debe predicarse en pobreza para hacerlo creíble. Pues el reinado de Dios es con los pequeños, de los pequeños y para los pequeños.  
 
[1] La carta a los colosenses, que hoy se tiene por pseudo-paulina (no auténtica de pablo) así como la primera de Pedro utilizan un lenguaje de apoyo a las estructuras de autoridad y subordinación más que a describir los que están en puestos de autoridad como servidores (diáconos) o siervos de los demás.
[2] El poder sobre espíritus impuros corresponde al diagnóstico de enfermedades mentales en la época. Sordera, mudez, tartamudez, epilepsia eran posesión demoníaca y otras enfermedades eran castigo divino. Un poco más adelante, luego de la Transfiguración, los discípulos fracasan con el mudo. «He dicho a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido.» (Mc 9:18) 

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