fbpx

Julio 25: “(…) mucha gente lo seguía porque habían visto las señales milagrosas”

Domingo XVII del tiempo ordinario – Ciclo B (Juan 6, 1-15) – 25 de julio de 2021 Por: Hermann Rodríguez Osorio, SJ
herosj@hotmail.com “Si apuestas al amor, // ¡cuántas traiciones! // ¡cuántas tristezas! // ¡cuántos desengaños! // te quedan cuando el amor se aleja, // como en las noches negras // sin luna y sin estrellas. // Amigo, cuánto tienes, cuánto vales, // principio de la actual filosofía. // Amigo, no arriesgues la partida, // tomemos este trago, // brindemos por la vida. // Brindemos por la vida // pues todo es oropel”.
Esta es la estrofa final de una canción muy conocida en Colombia, compuesta por el maestro Jorge Villamil. Seguramente, inspirada en experiencias de decepción y desengaño muy profundas que todos hemos tenido en la vida: amistades que parecían sólidas y sinceras, desaparecen con el asomo de un fracaso en el camino. Amores que se juraban fidelidad hasta el final, se esfuman con el viento y las tempestades. Alianzas y pactos, aparentemente sagrados, que se quiebran ante los problemas de una de las dos partes. Relaciones que nunca resultan, por mucho que inviertes en ellas…
Estas experiencias de desengaños y desilusiones, que se repiten en nuestras relaciones cotidianas, aparecen muchas veces también en nuestras relaciones con Dios. Parecería que buscamos al Señor porque tenemos un interés particular que nos mueve, y cuando no nos responde como esperábamos, nos decepcionamos de sus promesas y de sus palabras. “Interés, cuánto valés”, dice el refrán popular. En este sentido, podemos caer muy fácilmente en una espiritualidad narcisista, a través de la cual nos buscamos a nosotros mismos, persiguiendo sólo el propio beneficio y la satisfacción de sentirnos bien. En lugar de ser una espiritualidad que nos exija salir de nuestro propio amor, querer e interés, buscamos relaciones cómodas con Dios, relaciones de conveniencia.
Dada la brevedad del Evangelio según san Marcos, cuya lectura continua veníamos haciendo, la liturgia de la Palabra de este domingo, y de los cuatro siguientes, girará en torno a la multiplicación de los panes y al discurso eucarístico que sigue en el Evangelio de san Juan, o Cuarto Evangelio, como se le suele conocer.
Aunque la fuerza del texto está en la generosidad de Jesús al multiplicar el pan y los peces para una muchedumbre hambrienta, me ha llamado la atención lo que dice el evangelista a propósito de la razón por la que seguían al Señor: “Mucha gente lo seguía, porque habían visto las señales milagrosas que hacía sanando a los enfermos”. Esto ayuda a entender la actitud de Jesús al final de este pasaje, cuando dice: “Pero como Jesús se dio cuenta de que querían llevárselo a la fuerza para hacerlo rey, se retiró otra vez a lo alto del cerro, para estar solo”. Más vale estar solo que mal acompañado, diríamos hoy. Jesús debió sentir que su apuesta por el amor y la generosidad no había sido bien recibida. ¿Qué buscaban los que querían llevárselo a la fuerza para hacerlo rey? A lo mejor pensó para sí mismo: “¡cuántas traiciones! ¡cuántas tristezas! ¡cuántos desengaños!”. Jesús debió sentir que la gente le decía: “Amigo, cuánto tienes, cuánto vales”, con una filosofía que no parece que fuera sólo de hoy, sino de todos los tiempos… y me pregunto si no es así mi propio seguimiento.

Compartir en redes

Homilías del autor

Homilías

28
JUL

“(…) mucha gente lo seguía porque habían visto las señales milagrosas”

Ver más
28
JUL

“Comieron todo lo que quisieron”

Ver más
28
JUL

Compartir es multiplicar

Ver más
21
JUL

“(…) iba y venía tanta gente, que ellos ni siquiera tenían tiempo para comer”

Ver más
21
JUL

“Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato”

Ver más
Ir al contenido