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Junio 12: Dios trino y uno

Santísima Trinidad
Ciclo C – junio 12 de 2022 Por: Gabriel Jaime Pérez, SJ En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Muchas cosas me quedan por decirles, pero no pueden cargar con ellas por ahora; cuando venga el Espíritu de la Verdad, los guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye, y les comunicará a ustedes lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que les irá comunicando- Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso les he dicho que tomará de lo mío y lo anunciará a ustedes” (Juan 16, 12-15).
Las lecturas de hoy (Proverbios 8, 22-31; Salmo 8; Romanos 5, 1-5; Juan 16, 12-15) nos invitan a renovar nuestra fe en el misterio inefable de Dios: Dios Padre que ha creado el universo con su sabiduría infinita, Dios Hijo hecho hombre en la persona de Jesús que con su testimonio de vida, sus enseñanzas y su sacrificio redentor nos ha revelado la misericordia divina, y Dios Espíritu Santo, la Energía procedente del Padre y del Hijo, que nos vivifica, nos renueva, nos ilumina, nos fortalece y nos une en comunidad.
Cuenta san Agustín (354-430 d.C.) que, cuando meditaba sobre la Trinidad caminando por la playa, vio a un niño que intentaba vaciar toda el agua del mar en un caracol, y comprendió así que la mente humana es incapaz de abarcar el misterio de Dios. Por eso recurrimos a símbolos para poder expresar de algún modo lo que es Dios y que sólo percibimos al reconocer desde la fe sus modos de obrar.
 
1. La Santísima Trinidad en la Biblia
El lenguaje bíblico, al intentar describir a Dios -no para definirlo, porque el Infinito es indefinible-, lo hizo con una palabra que en su sentido completo corresponde a lo que mejor puede caracterizar lo que es Dios: Dios es Amor (1 Juan 4, 8.16). Pero si Dios es Amor, tiene que ser plural, pues para que exista el amor tiene que haber alguien que ama, alguien que es amado y que le corresponda también amando, y la relación misma de amor entre ambos. Este es justamente el sentido del misterio de la Trinidad divina: un solo Dios que es pluralidad y diversidad de personas en la perfecta unidad de una comunidad de amor.
En algunos textos bíblicos del Antiguo Testamento hay varias referencias a la Trinidad de Dios:

En Génesis 1,26 Dios habla en plural: Hagamos al hombre a nuestra imagen, como semejanza nuestra.
En Génesis 18,1-5 Dios se le presenta a Abraham en tres personajes a los que recibe como si fuera un solo ser: Señor, si te he caído en gracia, no pases de largo.
En Isaías 6,3, al narrar su vocación, el profeta ve místicamente a los ángeles que dicen Santo, Santo, Santo el Señor del Universo, y luego Dios le dice: ¿A quién enviaré? ¿Quién irá de parte nuestra?

Pero en los Evangelios aparecen más claramente los nombres y la acción de las Tres Personas:

En el relato de la Encarnación (Lucas 1,26-38), el Padre habla por la voz del Ángel, Gabriel y el Hijo se hace carne en el seno de la Virgen por obra y gracia del Espíritu Santo.
En el Bautismo de Jesús (Mc 1, 9-11), el Padre le dice al Hijo “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”, mientras el Espíritu Santo se posa sobre Él en la figura de una paloma.
En la Transfiguración, el Padre dice “Este es mi Hijo Amado, a quien he elegido, escúchenlo” (Mt 17,5), y el Espíritu Santo está representado en la nube que cubre a Jesús y los apóstoles.
En la Última Cena, Jesús hace varias referencias a la Santísima Trinidad (Jn 14,23-26).
E inmediatamente antes de su Ascensión, Jesús les dice “Vayan, pues, y enseñen a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28, 19).

 
2. Los símbolos de la Santísima Trinidad
Muchos símbolos se emplean para tratar de expresar el misterio de Dios uno y trino:

El sol, fuente de energía, luz y calor. El Padre es la fuente, el Hijo es la luz que nos revela a Dios Padre y el Espíritu Santo es el fuego que enciende la llama del amor.
El triángulo: tres ángulos y lados distintos, pero una sola figura geométrica. Y aunque ninguno de ellos es lo que son los otros dos, los tres forman un mismo y único ser.
La flor de lis (lirio), debido a sus tres pétalos.
El trébol, empleado en Irlanda por san Patricio (387-461 d.C.).
Y san Ignacio de Loyola (1491-1556) cuenta en su Autobiografía (No. 28) que, en Manresa, donde vivió la experiencia de sus Ejercicios Espirituales, “veía la Trinidad en figura tres teclas”, con lo cual parece referirse a la armonía perfecta de Dios que es Amor y se comunica así a sus creaturas.

 
3. Nuestra fe en la Trinidad nos debe impulsar a la realización de lo que ella significa
En la liturgia de la Eucaristía abundan las referencias a la Santísima Trinidad:

“La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con ustedes”, es el saludo del celebrante después de hacer la señal de la cruz invocando a Dios uno y trino.
En el himno del “Gloria”, que se reza o canta los días domingos y festivos, alabamos a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En la oración anterior a las lecturas invocamos al Hijo, que vive y reina con el Padre en la unidad del Espíritu Santo, y en el Credo proclamamos nuestra fe en la Santísima Trinidad.
Después de la alabanza al tres veces Santo, el celebrante le pide a Dios Padre que santifique con su Espíritu el pan y el vino para que sean el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Al terminar la plegaria eucarística, reconocemos la gloria de Dios trino: “Por Cristo, con Él y en Él…”
Y al finalizar la Eucaristía, el celebrante da la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Joseph Ratzinger, quien luego sería el papa Benedicto XVI (2005-2013), en su libro titulado El Dios de los Cristianos, escribió: “¿Cuántas veces hemos hecho la señal de la cruz sin recapacitar? Pues bien, otras tantas hemos invocado al Dios trino y uno. Por su sentido originario, esa invocación es renovación bautismal, aceptación de las palabras con las que nos hicimos cristianos y apropiación de lo que, en el bautismo, se infundió en nuestra vida. En aquella ocasión se derramó agua sobre nosotros mientras eran pronunciadas las palabras: “Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
Renovemos nuestra fe en el misterio de Dios, reactivando nuestro compromiso de realizar lo que significa que, por haber sido creados a su imagen, también nosotros, empezando por la familia, llamada a seguir el modelo de la unidad trinitaria, cumplamos cada día mejor la voluntad de Dios uno y trino, que quiere que seamos, y nos hace posible ser, si lo dejamos obrar en nuestra vida, una auténtica comunidad de Amor.

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