XIII Domingo del Tiempo Ordinario
Ciclo B – Junio 27 de 2021 Por: Gabriel Jaime Pérez, SJ En aquel tiempo Jesús atravesó de nuevo en barca el lago de Genesaret hasta la otra orilla, se reunió mucha gente a su alrededor y Él se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: -Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella para que se cure y viva. Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente […]. Y llegaron de la casa del jefe de la sinagoga para decirle: -Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestar más al Maestro? Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: -No temas, basta que tengas fe. No permitió que lo acompañara nadie más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo: -¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida. Y se reían de Él. Pero Él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la tomó de la mano y le dijo: -Talitá kumi (que significa “Contigo hablo, levántate”). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía como doce años. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase, y les dijo que le dieran de comer (Marcos 5, 21-24 y 35b-43).
El mensaje central de este relato es la invitación a creer en la acción resucitadora de Dios, a la cual se refieren también la primera lectura (Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24) y el Salmo 30. Quienes creemos en Él somos invitados a compartir esta misma fe, y al compartirla, a disponernos para compartir con las personas necesitadas lo que tenemos, como nos lo dice el apóstol san Pablo en la segunda lectura (2 Corintios 8, 7. 9. 13-15).
1. No temas, basta que tengas fe.
La sinagoga era en aquél tiempo y sigue siendo hoy para los judíos el lugar destinado a las reuniones de la comunidad, para escuchar las sagradas escrituras, orar e instruirse acerca de las prescripciones morales y rituales de la Ley de Dios promulgada a través de Moisés. Ante la noticia que le dan sus familiares al jefe de la Sinagoga de Cafarnaum -el puerto pesquero de Galilea donde Jesús inició su vida pública y su predicación-, diciéndole que ya su hija ha muerto, Jesús lo invita a no desanimarse. Los otros Evangelios que también traen este relato, lo identifican con el nombre de Jairo, cuyo significado en hebreo es “iluminado”, y en griego “el que se alegra”. Las palabras “no temas, basta que tengas fe”, son dirigidas también hoy a nosotros, especialmente en las situaciones difíciles, en las que se oscurece el horizonte de nuestra vida.
2. Jesús les dice a quienes lloran: -La niña no está muerta, está dormida.
Luego entra donde está la niña, la toma de la mano y le dice: – Levántate.
Los relatos de milagros de resucitación obrados por Jesús (éste de la hija de Jairo, el del hijo de la viuda de Naím y el de Lázaro en Betania) -como también los que habían realizado los profetas Elías y Eliseo -narrados en el primer libro de los Reyes-, y los que cuenta el libro de los Hechos de los Apóstoles que realizaron los apóstoles Pedro y Pablo-, difieren del misterio de la resurrección gloriosa a una vida eterna. La vida terrenal de esas personas, después de haber sido revividas, iba a terminar definitivamente algún día. Sin embargo, todos podemos tener la esperanza en una vida eterna después de nuestra existencia en este mundo, y éste es precisamente el núcleo del mensaje pascual de la resurrección de Cristo, prenda de nuestra resurrección futura y que proclamamos en la Eucaristía.
Jesús dice que la niña está dormida. En otro Evangelio -el de Juan-, con respecto a la muerte de su amigo Lázaro, les dirá a sus discípulos “Nuestro amigo Lázaro se ha dormido, pero voy a despertarlo” (Juan 11, 11). La Iglesia emplea también en su liturgia la metáfora del sueño para referirse a la muerte, cuando al rezar por los difuntos en la Eucaristía decimos: “Acuérdate también Señor de nuestros hermanos y hermanas que durmieron en la esperanza de la resurrección”, pidiéndole por ellos al Dios que “creó al ser humano para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser”, como dice el libro de la Sabiduría en la primera lectura.
Con la resucitación de la hija de Jairo, el Evangelio nos invita a reconocer el poder creador y renovador del Espíritu de Dios, que se manifiesta presente en Jesús. Animados por la fe en este poder vivificador de Dios, podemos decir, a pesar de nuestras experiencias dolorosas, la frase del Salmo que invita a la esperanza en una nueva vida: Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío.
3. Vida después de la vida
Los relatos bíblicos de resucitación nos presentan hechos que podrían ser asimiladas a los que presentan las narraciones contemporáneas de personas que han vuelto a la vida y dicen que Dios les ha dado “una segunda oportunidad”, después de haber sido declaradas muertas.
Tales relatos, como los de un famoso libro que recopila hechos de esta índole bajo el título Vida después de la vida, tienen en común la experiencia de una especie de túnel y la visión de una luz al final que atrae a quienes están dejando la vida material. De todos modos, tanto la vuelta a esta vida terrena como el paso definitivo a la eternidad, siguen siendo misterios que sólo podemos comprender a la luz de la fe.
Conclusión
“No temas, basta que tengas fe”. Dejemos que esta frase del Señor de la vida se convierta en un aliento de esperanza en medio del dolor que nos produce la separación de nuestros seres queridos que parten de este mundo. Y pidámosle constantemente, invocando la intercesión de María santísima, que fortalezca en nosotros la fe en el paso -o sea la “pascua”-, después de esta vida material, a una vida nueva en la eternidad para participar plenamente de la gloria de Jesucristo resucitado.