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Junio 5: Llenos del Espíritu Santo

Domingo de Pentecostés
Ciclo C – junio 5 de 2022 Por: Gabriel Jaime Pérez, SJ Juan 20, 19-23. Al llegar la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, los discípulos se habían reunido con las puertas cerradas por miedo a las autoridades judías. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo: “¡Paz a ustedes ! ” (…) Y sopló sobre ellos, y les dijo: “ Reciban el Espíritu Santo” (…).
Hechos 2, 1-11. Cuando llegó la fiesta de Pentecostés, todos los creyentes se encontraban reunidos en un mismo lugar. De repente, un gran ruido que venía del cielo, como de un viento fuerte, resonó en toda la casa donde ellos estaban. Y se les aparecieron lenguas como de fuego que se repartieron, y sobre cada uno de ellos se asentó una. Y todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu hacía que hablaran. Vivían en Jerusalén judíos cumplidores de sus deberes religiosos, que habían venido de todas partes del mundo. La gente se reunió al oír aquel ruido, y no sabía qué pensar, porque cada uno oía a los creyentes hablar en su propia lengua. Eran tales su sorpresa y su asombro, que decían: —¿Acaso no son galileos todos estos que están hablando? ¿Cómo es que los oímos hablar en nuestras propias lenguas? Aquí hay gente de Partia, de Media, de Elam, de Mesopotamia, de Judea, de Capadocia, del Ponto y de la provincia de Asia, de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia cercanas a Cirene. Hay también gente de Roma que vive aquí; unos son judíos de nacimiento y otros se han convertido al judaísmo. También los hay venidos de Creta y de Arabia. ¡Y los oímos hablar en nuestras propias lenguas de las maravillas de Dios!
1 Corintios 12, 3b-7.12-13. Nadie puede decir: «¡Jesús es Señor!», si no está hablando por el poder del Espíritu Santo. Hay en la iglesia diferentes dones, pero el que los concede es un mismo Espíritu. Diferentes maneras de servir, pero todas por encargo de un mismo Señor. Y diferentes manifestaciones de poder, pero es un mismo Dios el que, con su poder, lo hace todo en todos (…). El cuerpo humano, aunque está formado por muchos miembros, es un solo cuerpo. Así también Cristo. Y de la misma manera, todos nosotros, judíos o no, esclavos o libres, fuimos bautizados para formar un solo cuerpo por medio de un solo Espíritu; y a todos se nos dio a beber de ese mismo Espíritu.
Con el nombre Pentecostés –en griego quincuagésimo o número cincuenta-, se celebraba 50 días después de la Pascua la Fiesta de las 7 Semanas, en la que los judíos ofrecían los primeros frutos de las cosechas y conmemoraban la promulgación de los 10 mandamientos. Ese mismo día los 12 apóstoles, reunidos con María la madre de Jesús y otros discípulos y discípulas (Hechos 1, 14-26), recibieron el Espíritu Santo. Pero ¿qué es el Espíritu Santo y qué significa para nuestra vida?
 
1. El Espíritu Santo es el aliento de Dios “dador de vida”
El primer relato de la creación (Gn 1, 2) dice que en el principio un viento de Dios se movía (“aleteaba”) sobre las aguas, y el segundo (Gn 2, 7) dice que Yahvé Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida. El Espíritu Santo es así Dios mismo como Aliento que comunica la vida.
El relato de los Hechos de los Apóstoles habla de un viento fuerte y unas lenguas de fuego; el Salmo 104
(103) se refiere al aliento de Dios dador de vida, y el Evangelio de Juan al soplo de Jesús resucitado sobre sus apóstoles. En Biblia encontramos los siguientes símbolos del Espíritu Santo:

El aire, aliento, viento o soplo (en hebreo ruah -femenino-, en griego pneuma, en latín spiritus) que da la
El fuego, energía divina que transforma, purifica, dinamiza, da luz y
El agua, elemento esencial y signo de vida, expresa el nuevo nacimiento realizado en el sacramento del
El óleo, signo de fortaleza, empleado en el Bautismo, la Confirmación, el Orden y la Unción de
La paloma mencionada luego del diluvio (Gn 8, 11) y en el bautismo de Jesús (Mc 1,7-11; Jn 1,32-34)), anuncia una nueva creación. La imposición de las manos representa precisamente a una paloma con las alas

 
2. El Espíritu Santo hace posible la comunicación
Pentecostés es el paso de la confusión a la comunicación. La soberbia opresora de Babel produce la confusión (Gén 11,1-9); en cambio la intención de construir una comunidad fraterna por obra del Espíritu Santo produce la comunicación, porque el lenguaje del amor es comprensible por todos (Hechos 2, 1-11).
El Evangelio indica que, cuando Jesús resucitado se les manifestó a sus discípulos, ellos estaban reunidos con las puertas cerradas por miedo a las autoridades judías. El acontecimiento del Calvario había ocasionado en ellos un aislamiento que les impedía comunicarse con la gente. Sólo la comunicación del Espíritu Santo, que llegaría a su plenitud el día de Pentecostés, les haría posible salir del encierro para anunciar la Buena Noticia, cumpliendo así la misión que el Señor les había encomendado.
En cuanto a nosotros, no sólo el aislamiento físico que hemos padecido durante más de dos años por motivo de la pandemia, sino también todas las demás circunstancias que nos han hecho o nos pueden estar haciendo sentir miedo a causa de situaciones sociales y políticas, son ocasión de reconocer la necesidad de que el Espíritu Santo haga posible también en la sociedad actual el lenguaje del amor en su sentido más profundo: el de la reconciliación y la solidaridad con los necesitados que manifestó la primera comunidad cristiana.
 
3. El Espíritu Santo obra el nacimiento de la Iglesia e impulsa su desarrollo
Pentecostés es el nacimiento de la Iglesia por obra del Espíritu Santo que les dio a los primeros discípulos la energía necesaria para cumplir la misión de proclamar la Buena Noticia a todas las gentes. Y es por eso mismo el nacimiento del Cuerpo Místico de Cristo, del que Jesús es la cabeza y nosotros somos los miembros, y que es animado por el Espíritu Santo. De este Espíritu provienen, como dice Pablo (1 Cor 12- 13), los dones o carismas para los servicios o ministerios que Dios asigna a cada cual según su vocación. Pero los dones del Espíritu Santo, que son 7, están disponibles para quien quiera pedirlos. Por tanto, unidos como los primeros discípulos en oración con María, la madre de Jesús y Madre de la Iglesia, podemos decir:
Ven Espíritu Santo, enciende en nuestros corazones el fuego de tu amor y concédenos tus siete dones:

Sabiduría para discernir, conocer la voluntad de Dios y tomar decisiones acordes con ella.
Entendimiento para comprender el sentido de la Palabra de Dios y su acción salvadora.
Ciencia para descubrir lo que Dios nos comunica en su creación y con motivo de los acontecimientos.
Consejo para orientar a otros cuando necesitan ayuda y acompañamiento.
Fortaleza para vencer el miedo y luchar sin desanimarnos contra el mal, las tentaciones y las dificultades.
Piedad para reconocernos y reconocer a todos como hijos de Dios, y obrar en consecuencia fraternalmente.
Respeto para cumplir los mandamientos de Dios, temiendo y evitando las ocasiones de caer en el peecado. Amén.

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