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Marzo 13: Transfiguración en Lucas

Lucas 9:28b-36, domingo, marzo 13 de 2022 Por: Luis Javier Palacio, SJ  Todos los evangelios se recogen desde la experiencia pascual de las comunidades cristianas; esto es, luego de que han hecho de la resurrección el elemento clave para interpretar la vida, hechos y enseñanzas de Jesús. De ahí que para muchos comentaristas la transfiguración sea una escena de resurrección adelantada en el tiempo. En ella, no se revela la naturaleza que Jesús ya posee, sino la naturaleza divina que obtendrá en el futuro, también expresada como la ascensión a los cielos. En este sentido, sería como un relato apocalíptico del fin último de su existencia. Su futuro es la resurrección a la que va indisolublemente ligada su pasión y muerte: « Moisés y Elías, que aparec ían gloriosos y le hablaban de su muerte, que había de cumplirse en Jerusalén». En la profesión de fe más antigua recogida por el apóstol Pablo, se unen la muerte y la resurrección: «F ue entregado por nuestros pecados, y fue resucitado para nuestra justificaci ón» (Rm 4:25). Es precisamente el componente de muerte lo que hace difícil la predicación de una forma de salvación que era considerada necedad por los judíos y locuras por los griegos. Lucas no utiliza el término que usa Mateo para designar el cambio del aspecto de Jesús. Mateo utiliza metamorfosis (transfiguración), mientras Lucas utiliza « su rostro se mudó , y su ropa se tornó blanca y radiante». Una descripción que se asimila a la de Moisés cuando desciende del Sinaí. « Luego, baj ó Moisés del monte Sinaí y, cuando bajó del monte con las dos tablas del Testimonio en su mano, no sabía que la piel de su rostro se había vuelto radiante, por haber hablado con él» (Ex 34:29). Así como se debía escuchar a Moisés en la proclamación del Decálogo, debían los creyentes escuchar a Jesús, según la voz del cielo. « Sali ó de la nube una voz que dijo: Este es mi Hijo elegido, escuchadle». Vale anotar que la nube tiene igualmente una estrecha relación con la experiencia de de Moisés en el monte Sinaí. También con lo divino en varias culturas. En la tradición judía, Yahvéh –al igual que Baal para los cananitas o Zeus para los griegos– era un dios de las tormentas que se escondía en las nubes.
En la interpretación judía y también en la cristiana de las Escrituras, se usa a menudo el modelo de tipo y anti-tipo. Tipo es el que viene históricamente primero y anti-tipo el que lo revela totalmente. Moisés como autor del Pentateuco[1] sería tipo del anti-tipo Jesús. Lo mejor en el judaísmo viene en el futuro, lo cual la da un carácter optimista frente a la historia. El rostro y vestiduras resplandecientes de Jesús anunciarían un futuro luminoso para él, a pesar de su pasión y muerte, y en los evangelios marcarían un aspecto de la resurrección.
En Marcos hay en la tumba vacía un joven sentado con una túnica blanca, en Juan se encuentran en el mismo sito dos ángeles vestidos de blanco, en Mateo el ángel que corre la piedra del sepulcro luce un vestido blanco como la nieve, en Lucas se presentan en el mismo lugar dos hombres con vestidos resplandecientes a las mujeres que llevan aromas. Blanco era el color del maná, blancas las vestiduras de lino del Sumo Sacerdote en funciones en el Templo, blanco el tilit (manto) para la oración del judío como símbolo de pureza, blanco el velo de los rollos de la Toráh, blancos los vestidos[2] de las mujeres que danzan en la fiesta del Yom-kippur (perdón nacional). Sobra decir que el blanco es un símbolo común en muchas religiones y culturas: rosa blanca, elefante blanco, blanco para la vida y negro para la muerte, bandera blanca de la paz. Aunque haya diferencias entre las diversas culturas o incluso entre las mismas personas, el simbolismo del color se cuenta entre los más universales. En varios países asiáticos el blanco es señal de luto. Pero en general el blanco simboliza la pureza y la perfección, así como lo absoluto (es la reunión de todos los colores) y el color más asociado con todo lo sagrado (los animales para el sacrificio solían ser blancos). También es común la creencia que los espíritus y los fantasmas son blancos, ya que sería un color que no oculta nada.
No es accidente que los personajes judíos de la escena sean Moisés y Elías. Además de lo que ellos significan como guía para Moisés y profetismo para Elías, de ambos existía la tradición de que no habrían muerto. Aunque se hablaba de la tumba de Moisés que solo Yahvéh conocería, su tránsito de esta vida permanecía en el misterio. Elías habría sido arrebatado por un carro de fuego (la Merkabá) al cielo. Otro dato que apunta a una escena de resurrección. Pero lógicamente que los relatos religiosos son a menudo susceptibles de múltiples lecturas. Si para unos el relato del rostro y los vestidos resplandecientes prefiguran la resurrección, para otros prefigura la exaltación, para otros la ascensión, para otros la entronización y finalmente para otros la parusía (segunda venida). En todos los casos apuntaría a un triunfo sobre las realidades del momento. El escenario « subi ó a una montaña a orar» lo asocia con el Sinaí. En la visión del mundo de los antiguos, las cimas de las montañas estarían cercanos al cielo y por tanto cercanas a la residencia de los dioses. Por tal razón, los templos para la adoración están básicamente en las cimas de las montañas. El mismo Jerusalén estaría en el monte Sión o monte Moriáh. Que la Transfiguración hubiera sido en el monte Tabor es una tradición de los cristianos bizantinos con poco asidero en la realidad. Primero porque el monte está bastante desviado de la ruta a Jerusalén y segundo porque para ese tiempo había una fortaleza romana asentada allí. En Lucas la montaña tiene menos sentido. La Bienaventuranzas son sermón del llano en Lucas; en Mateo es sermón del monte.
En el mundo greco-romano se esperaba que las almas de los muertos descendieran al inframundo llamado Hades por los griegos y Sheol por los judíos. Pero individuos especiales ascenderían a los cielos[3]. También en el mundo greco-romano muchos creían que los dioses eran seres de luz que podían verse como estrellas en la noche. Los judíos se referían a lo mismo como ángeles. « Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomar án mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos» (Mc 12:25). También Pablo utiliza similar imagen para hablar del cuerpo de los resucitados. « Hay cuerpos celestes y cuerpos terrestres; pero uno es el resplandor de los cuerpos celestes y otro el de los cuerpos terrestres» (1 Co 15:40). Esto no solo lo decía la creencia popular sino que lo sostenía la filosofía griega. Esta influyó en el judaísmo, no solamente por la invasión de Alejandro Magno sino por judíos que entraron en contacto con dicha cultura. Libros como los Macabeos, la Sabiduría, los Proverbios, reflejan influjo griego. En el mundo greco-romano se conocían varias maneras para que un humano se volviera divino y los cuatro evangelios presentan a Jesús como divino en estas maneras. En el evangelio de Juan es Jesús la encarnación del logos (verbo, palabra) pre-existente; en Mateo y Lucas es la vez hijo de Dios (Espíritu Santo) y de su madre María; en Marcos es un mortal lleno del Espíritu que asciende al cielo para su deificación o “angelificación”. Los tres relatos de transfiguración (Marcos, Mateo y Lucas) son, en este sentido, el pre-anuncio de que la vida de Jesús trasciende su pasión y su muerte como debe trascenderlas la vida del cristiano.
 
[1] Hoy ningún estudioso serio afirma tal cosa, aunque se sigue atribuyendo a Moisés. El Pentateuco = cinco primeros libros de la Biblia (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio abarca siglos de la historia judía.
[2] En varios sacramentos católicos se usa el vestido blanco con sentido similar (pureza, virginidad) como bautismo, primera comunión y matrimonio.
[3] Para los romanos, por ejemplo, muchos semidioses, tales como Rómulo y Heracles y muchos emperadores habrían ascendido a los cielos.

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