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Marzo 27: Estaba perdido y lo encontramos

IV Domingo de Cuaresma
Ciclo C – marzo 27 de 2022 Por: Gabriel Jaime Pérez, SJ Se acercaban a Jesús los publicanos y pecadores para escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ese acoge a los pecadores y come con ellos». Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; el menor dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la herencia”. El padre les repartió los bienes. Días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible y empezó él a pasar necesidad. Y tanto le insistió a un habitante de aquel país, que lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Sentía ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos, y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: “Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros”. Se puso en camino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, lo recibió con abrazos y besos. Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus criados: “Saquen en seguida el mejor traje y vístanlo; pónganle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traigan el ternero cebado y mátenlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado”. Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: “Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”. Él se indignó y se negaba a entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: “Mira: en tantos años como te sirvo sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando viene ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”. El padre le dijo: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”» (Lucas 15, 1-3.11-32).
Esta parábola es conocida como la del hijo pródigo o derrochador, pero tiene en realidad tres protagonistas. Deberíamos llamarla parábola del padre misericordioso, el hijo arrepentido y el hermano insensible, reconociendo como protagonista principal a Dios que perdona y nos invita a perdonar. El contexto de la parábola lo marca la murmuración de los escribas y fariseos contra Jesús porque acogía a publicanos y pecadores. Los publicanos o recaudadores de impuestos al servicio del imperio romano se aprovechaban de la gente al cobrar más de lo establecido para sacar ellos su propia tajada. Por eso eran despreciados por quienes presumían de justos y procuraban estar lejos de ellos para no contaminarse. Jesús, en cambio, se acerca a los pecadores y les ofrece la posibilidad de rehacer sus vidas.
El Evangelio de hoy nos invita, por una parte, a sentir la misericordia infinita de Dios, reconociendo humildemente nuestra necesidad de salvación; y por otra, a tener la misma actitud misericordiosa de Dios, siempre dispuesto a perdonar a quien se arrepiente de su mala conducta.
 
1. Me pondré en camino… y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti 
El menor de los dos hijos pide y recibe su parte de la herencia, la malgasta y llega a una situación que lo lleva a examinar su vida y recapacitar, disponiéndose a volver y a pedirle perdón. Este examen y esta contrición, junto con la confesión que se propone realizar, son los tres primeros pasos de un proceso efectivo de conversión.
El hijo arrepentido de la parábola es para cada uno de nosotros una figura de lo que puede también acontecer en nuestras vidas cuando nos hemos alejado de Dios. Pero Dios mismo nos ofrece siempre la oportunidad de recapacitar y volver a Él, es decir, de convertirnos reorientando nuestra vida, poniéndonos en camino hacia su casa, que simboliza la comunidad de la cual nos apartamos cuando nos dejamos llevar por nuestros egoísmos y nuestros apetitos desordenados.
 
2. Su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, lo recibió con abrazos y besos…
Dios es un Padre infinitamente misericordioso. Este es el mensaje central de toda la predicación de Jesús. Él espera que el pecador recapacite y se arrepienta, siempre está dispuesto a recibirlo y perdonarlo. Jesús, con su actitud de acercamiento a los pecadores, nos muestra cómo se comporta Dios con sus hijos. Por eso lo podemos reconocer como el revelador del Padre, de Dios misericordioso que se nos ha hecho visible en Él.
Desde el momento en que el hijo arrepentido se propone volver a la casa del padre, es perdonado. Lo que acontece cuando regresa es una celebración, una fiesta en la que el padre quiere que participe toda la familia. Este es el sentido del Sacramento de la Reconciliación: desde el momento en que reconocemos nuestro pecado, nos arrepentimos y decidimos volver a Dios, Él nos perdona, pero es necesario que expresemos esta disposición en el ámbito de la familia que formamos como hijos de Dios. Por eso decimos: “Yo confieso, ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado…” y este es a su vez el sentido de la confesión ante el sacerdote, que representa tanto a Dios como a la comunidad en el Sacramento de la Reconciliación, al cual se refiere la segunda lectura (1ª Corintios 5, 17-21).
 
3. Deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido
La parábola quedaría sin su sentido completo si suprimiéramos la última parte, en la que interviene el hermano mayor. Él representa la actitud insensible e intransigente de los escribas y fariseos que criticaban a Jesús por su acercamiento a los pecadores. La lección es clara y corresponde a lo que el mismo Jesús quiso enfatizar cuando les enseñó a orar a sus primeros discípulos: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos…”.
En conclusión, la enseñanza definitiva de la parábola corresponde a una frase de Jesús que encontramos en el mismo Evangelio según san Lucas: “Sean ustedes misericordiosos, como su Padre es misericordioso” (Lucas 6, 36). Pidámosle a María santísima, Madre de la Misericordia, que nos alcance esta gracia de su Hijo Jesús.

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