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Marzo 27: “Lo viejo ha pasado; ha comenzado lo nuevo”

Cuaresma – domingo IV C
(27-marzo-2022) Por: Jorge Humberto Peláez, SJ
jpelaez@javeriana.edu.co  Lecturas:

Libro de Josué 5, 9ª. 10-12
II Carta de san Pablo a los Corintios 5, 17-21
Lucas 15, 1-3. 11-32

Ya nos acercamos a las celebraciones pascuales, la entrega de Jesucristo para redimirnos y establecer una alianza nueva y definitiva entre el amor misericordioso de Dios y la humanidad. Este IV domingo de Cuaresma tiene, como sentimiento dominante, la alegría. Se trata de una alegría muy profunda al constatar cómo el amor de Dios transforma la vida de las personas y de las comunidades.
Los colombianos deberíamos leer, una y mil veces, estos textos, pues el pesimismo impregna las conversaciones que tenemos en nuestros hogares y con los amigos. Pesimismo por la inseguridad creciente; pesimismo por la incertidumbre electoral, por los conflictos internacionales que pueden arrastrar a una destrucción de proporciones apocalípticas. Las lecturas, que giran alrededor de la alegría, son una vacuna altamente eficaz contra el pesimismo. Los invito a explorar estos textos.
¿Cuál es el motivo de alegría que aparece en este relato del Libro de Josué? Finalmente, después de cuarenta años de penalidades en el desierto, llegan a la tierra prometida. Celebran la cena pascual para agradecer este inmenso regalo. Se acabaron las agobiadoras jornadas con escasez de agua. Ya no continuarán con la dieta de maná, sino que podrán alimentarse con los deliciosos productos de la región. ¡Aleluya! Acamparon en la llanura de Jericó, descansaron y celebraron.
Un ejercicio que hace mucho bien a la salud física y emocional es hacer memoria de los momentos gratos de la vida, de la gente maravillosa que hemos encontrado en el camino. Traer a la memoria y agradecer produce grandes beneficios.
El Salmo 33 es un hermoso canto de agradecimiento: “Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor; que los humildes lo escuchen y se alegren”. Todo es don. Todo es gracia. Hemos recibido muchas bendiciones, se nos han abierto oportunidades muy especiales. No nos quedemos atrapados en la caverna de los malos recuerdos. Abramos las ventanas del alma y dejemos que la luz de la alegría y de la paz nos ilumine. Como el pueblo de Israel que acampaba en la llanura de Jericó, tenemos mucho que agradecer a Dios y a la vida.
Vayamos ahora a la II Carta del apóstol Pablo a los Corintios. Sus palabras nos llenan de optimismo y esperanza: “Hermanos: Si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo. Todo procede de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación”.
Los seres humanos nos quedamos patinando en el pasado. Seguimos dando vueltas a la ofensa que nos hicieron hace veinte años y de allí no salimos. Pero estas palabras de san Pablo nos motivan a hacer una lectura completamente diferente: “Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo”. Si tomamos en serio la Pascua de Jesucristo, su paso de la muerte a la vida, podremos dejar atrás esas heridas afectivas que nos incapacitan, esas rabias que nos intoxican, y mirar el presente y el futuro con otros ojos. Es como volver a nacer. Es la frescura de una nueva creación.
Ahora vayamos al texto del evangelista Lucas, que reproduce la parábola del hijo pródigo, uno de los textos más enternecedores del Nuevo testamento.
Algunos catequistas mal orientados han favorecido una imagen equivocada de Dios, como juez implacable que descarga toda su ira contra la miseria humana. Jesucristo, revelador del Padre, nos presenta una imagen absolutamente diferente. El Dios que se nos manifiesta en esta parábola desea ardientemente abrazar al hijo que estaba perdido y compartir con él su amor, su ser y todo lo que tiene.
¿Cómo reacciona el padre al oír la confesión de su hijo? “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”. En lugar de recriminarlo y ahondar su humillación, organiza una fiesta de bienvenida. Esta reacción del padre de la parábola trasmite un potente mensaje a la acción pastoral de la Iglesia: La experiencia del sacramento de la reconciliación no puede ser una especie de cámara de tortura, en la que el sacerdote actúa como verdugo. El referente es la ternura con que acoge este padre a su hijo descarriado.
Los ministros del sacramento representamos la misericordia infinita de Dios, y a través de nuestras palabras debemos ayudar a que la persona sane sus heridas y se abra a la acción transformadora del Espíritu. La absolución que recibe el penitente debe ser el comienzo de un camino de alegría. La reconciliación obrada por Cristo en la cruz no es compatible con destructores sentimientos de culpa. Por el contrario, debe ser un nuevo comienzo. Como nos lo dice san Pablo: “Lo viejo ha pasado; ha comenzado lo nuevo”.
Que este IV domingo de Cuaresma con su vigoroso mensaje de alegría y esperanza nos prepare para la celebración de los misterios pascuales.

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