Comunitas Matutina 27 de marzo 2022
IV domingo de Cuaresma ciclo C Por: Antonio José Sarmiento Nova, SJ Lecturas:
Josué 5: 9-12
Salmo 33: 2-7
2 Corintios 5: 17-21
Lucas 15: 1-3 y 11-32
Vivimos tiempos de sensibilidad alterada, la campaña electoral para la presidencia de la república refleja posturas polarizadas,[1] muchas de ellas con el penoso sabor del odio y de la intransigencia; nuestro accidentado proceso de paz con la guerrilla de las FARC deja ver una notable incapacidad para el perdón y la reconciliación, bien por parte de muchos en la sociedad civil que no admiten mano tendida para este grupo armado, bien porque las disidencias de los mismos se empeñan en mantener vigente su asedio a las poblaciones, su negocio de narcotráfico, su cultura de muerte y de tierra arrasada. También una mirada de fondo a nuestro corazón puede ayudarnos a mirar con sentido crítico cuánto rencor y resentimiento albergamos, en las rencillas familiares, en las relaciones de pareja que se deshacen, en los hogares donde el maltrato es la desafortunada manifestación de cada día. Nos aterramos con la violencia grande de la guerra, pero no advertimos la nuestra, el maltrato doméstico, laboral, cultural, religioso, educativo. De todo esto emergen enemistades, animadversiones, intolerancias extremas.[2] Es claro que la permanencia de estas rivalidades causa serias averías en la dinámica de la sociedad y una notable aridez espiritual. ¿Tendremos capacidad para construir una cultura del perdón y de la reconciliación? ¿Nos atreveremos a la osadía de hacer borrón y cuenta nueva para ingresar en una época sin venganzas e intolerancias?
Sobre este reconocimiento, ciertamente dramático, de la interminable fila de pendencias, rivalidades, agresiones, venganzas, poderes destructivos, aniquilación del otro, surgen preguntas de fondo sobre la condición humana, sobre el legítimo derecho a la convivencia pacífica, a la amistad social,[3] al equilibrio entre justicia y perdón. ¿Qué aporta a esto la fe cristiana?
El texto central de este domingo es el popularmente conocido como del “hijo pródigo”, que nos trae el capítulo 15 de Lucas, y hace parte de la memoria de la humanidad. En la interpretación más común de esta parábola lo típico es atribuir todo el protagonismo a ese hijo ingrato. Pero el mensaje nuclear no es ese. Hay un giro radical: Jesús lo que quiere es remitirnos a percibir el verdadero ser de Dios, la misericordia sin límites es el elemento constitutivo de su personalidad.[4] Esta parábola es una referencia fundamental a Dios como padre compasivo y misericordioso,[5] Nos llama a descubrir la verdad de nosotros mismos en Él y a verificar si estamos abiertos a dejarnos tomar por esta lógica de perdón y de reconciliación.
Solemos movernos con caricaturas de Dios: bonachón, permisivo, abuelo complaciente, iracundo, que espera nuestra equivocación para descargar sobre nosotros su ira y su venganza, también un ser autoritario y caprichoso que decide arbitrariamente y no permite discusiones con respecto a las determinaciones de su voluntad. Desde un detenido análisis psicológico podemos ver en estas imágenes falseadas de Dios unas imágenes igualmente falseadas de nosotros mismos. El psicoanálisis tiene aquí uno de sus ámbitos más complejos para escudriñar los entresijos de nuestro siquismo.[6]
Lo habitual en la interpretación de esta parábola es identificarnos con el hijo menor: pretende que tomemos conciencia de nuestros pecados y nos convirtamos, con acento demasiado moralizante. Es una propuesta insuficiente porque la parábola no va dirigida a los pecadores sino a los fariseos que murmuraban de Jesús porque acogía a los pecadores: “Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle. Los fariseos y los escribas murmuraban: este acoge a los pecadores y come con ellos”[7].
El comentario evidencia un escándalo mayúsculo, la conducta de Jesús es ciento por ciento incompatible con los criterios que manejaban sus contemporáneos en materia de pecado y de pecadores. Su conducta con estos, perdón, nueva oportunidad, rescate del sentido de la vida, resignificación existencial a partir de la misericordia, es una provocación al moralismo vigente en el rígido mundo religioso del judaísmo de su tiempo.
Mirar en esta parábola tres arquetipos del subconsciente colectivo nos ayuda a captar con más integridad su mensaje:
El padre es nuestro verdadero ser,[8] nuestra naturaleza esencial, el rasgo de divinidad que hay en nosotros. Dios inserto en nosotros. Es el fuego del amor que transforma, sana, libera, reconcilia, perdona: “Pero el padre dijo a sus servidores: dense prisa, traigan el mejor traje y vístanlo: pónganle un anillo en el dedo y cálcenle unas sandalias. Traigan el novillo cebado, mátenlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado. Y comenzaron la fiesta”[9]. Esta presentación de Dios nos ayuda a comprender aquello que se afirma en el libro del Génesis: “Dijo Dios: hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra…”.[10]
El hijo menor muestra nuestra naturaleza egocéntrica y narcisista. Es la ola que se siente capaz de vivir sin el océano, se pretende autosuficiente y con soberbia se afirma como la medida de sí mismo, sin ninguna trascendencia vinculante. Es el ego desbordante. Pero en medio del delirio experimenta el vacío, el derroche no responde a su arrogancia, se termina esa abundancia, vienen la inseguridad y la nostalgia del retorno a su verdadero ser: “Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo al padre: Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde. Y el padre les repartió la hacienda. Pocos días después, el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano, donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. Cuando se lo había gastado todo, sobrevino una hambruna extrema en aquel país y comenzó a pasar necesidad… Entonces se puso a reflexionar y pensó: ¡cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras yo aquí muero de hambre! Me pondré en camino, iré donde mi padre y le diré, Padre, he pecado contra el cielo y contra ti…”.[11]
El hijo mayor representa otro aspecto de nuestro ego, dominado por la envidia y por la conciencia errónea de sentirse bueno y cumplidor de todos los mandatos de su padre, está junto a él pero su perfeccionismo lo hace incapaz de entrar en contacto con la esencia paterna. Es incapaz de aceptar la verdad de los demás, la búsqueda de su hermano menor deseoso de una segunda oportunidad. En este hermano mayor hay una ruptura profunda, la del que se siente bueno y superior, pero no vive la solidaridad del amor y de la compasión: “Su hijo mayor estaba en el campo. Al volver, cuando se acercaba a la casa, oyó la música y las danzas. Llamó entonces a uno de los criados y le preguntó que era aquello. El respondió: es que ha vuelto tu hermano, y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recuperado sano. Él se irritó y no quería entrar… Pero él replicó a su padre: hace muchos años que te sirvo y jamás dejé de cumplir una orden tuya. Sin embargo, nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos. Y ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado”.[12]
El aparente buen comportamiento del mayor está motivado por el miedo a perder la seguridad que viene del padre, la suya no es una conducta de convicción sino de incapacidad para comprender el verdadero ser de los demás, el de su padre generoso y compasivo, y el de su hermano menor, que en el despilfarro ha descubierto que no es en el egoísmo desmedido y en el libertinaje donde se encuentra la plenitud de la vida sino en el padre que le provee vida y dignidad.
La parábola no va dirigida a los pecadores, sino a los fariseos –ahí nos incluímos con nuestro complejo de superioridad moral– para que corramos todos el riesgo de dejarnos asumir por la misericordia de Dios.[13] El proceder de Jesús es un constante y creciente ejercicio de esa realidad.
La postura de Jesús con respecto a los pecadores despreciados por los hombres religiosos de su tiempo –prostitutas, cobradores de impuestos, condenados morales– es la de la apuesta de Dios por el ser humano, su compromiso por mantener a la creatura en el dinamismo de la vida plena, una dimensión apasionante de su experticia en hacer seres humanos,[14] infatigable en su propósito de no permitir que nada de lo nuestro se pierda.
¿Cómo traducir este proyecto de Jesús a las estructuras de nuestra sociedad? ¿Cómo entender que el perdón no es una posición débil con respecto a quien ha fallado? ¿Cómo asumir que en esta mentalidad evangélica perdonar es reivindicar a las víctimas y también a los victimarios? El ciclo de la violencia es interminable, una venganza conduce a la otra, esta no es una alternativa saludable; la propuesta de Jesús es el ciclo de la reconciliación. Esto es mucho más que la bandera de una determinada tendencia política, es la lógica de la convivencia y de la posibilidad de una vida feliz para todos. Aquí, el Evangelio es definitivo para inspirar una sociedad sana.
[1] ALCÁNTARA, Manuel & RIVAS, Cristina. Las dimensiones de la polarización partidista en América Latina. En revista Política y Gobierno, volumen XIV número 2, páginas 349-390. Centro de Investigación y Docencia Económicas AC. México D.F., 2007. VALBUENA ARIZA, John. Política colombiana y juego de tronos: polarización y estrategias de poder. En https://www.repository.usta.edu.co/bitstream/handle/11634/12514/2018jhonvalbuena.pdf?sequence=1
[2] NARVÁEZ, Leonel. Entre economía política del odio y cultura ciudadana del perdón. Fundación para la Reconciliación, 2016. En https://www.fundacionparalareconciliacion.org/wp-content/uploads/2018/09/Entre-economia-politica-de-odio-y-cultura-politica-del-perdon.pdf BYUNG-CHUN, Han. La expulsión de lo distinto. Herder. Barcelona, 2017. BERMÚDEZ, Silvia & MELI, Yamila. El odio y su fundamento pulsional. En https://www.redalyc.org/pdf/3691/369139949018.pdf BONNETT, Piedad. Apuntes sobre el discurso del odio en la sociedad contemporánea. En Revista Desde el jardín de Freud número 19, enero-diciembre 2019, páginas 177-186.
[3] PAPA FRANCISCO. Carta Encíclica Fratelli Tutti sobre la amistad social. Tipografía Vaticana. Roma, 2020.
[4] JUAN PABLO II. Carta Encíclica Dives in misericordiae Rico en misericordia. Tipografía Vaticana. Roma, 1980. KASPER, Walter. La misericordia: Clave del evangelio y de la vida cristiana. Sal Terrae. Santander, 2014. RAMIS, Francesc. Lucas, evangelista de la ternura de Dios, diez catequesis para descubrir al Dios de la misericordia. Verbo Divino. Estella, 1997. NOWEN, Henry. La compasión en la vida cotidiana. Lumen. Buenos Aires, 1996. SOBRINO, Jon. El principio misericordia: bajar de la cruz a los pueblos crucificados. Sal Terrae. Santander, 1992. SEVILLA, Cristóbal. La misericordia de Dios en tiempos de crisis. Verbo Divino. Estella, 2015.
[5] CABELLO MORALES, Pedro. Como vuestro Padre es misericordioso: La misericordia en el evangelio de Lucas. En Revista Isidorianum número 25/50 páginas 287-334. Facultad de Teología San Isidoro. Sevilla, 2016. BARTOLOMÉ, J. La alegría del Padre: estudio exegético de Lucas 15. Verbo Divino. Estella, 2000. CONTRERAS, Francisco. Un padre tenía dos hijos: Lucas 15:11-32. Verbo Divino. Estella, 1999.
[6] ARIAS, Juan. El Dios en quien no creo. Sígueme. Salamanca, 1988. McFAGUE, Sallie. Modelos de Dios: teología para una era ecológica y nuclear. Sal Terrae. Santander, 1987.RUSTER, Thomas. El Dios falsificado: una nueva teología desde la ruptura entre cristianismo y religión. Sígueme. Salamanca, 2011. MARTÍNEZ DE LA LAMA, Enrique. Dios deformado: imágenes falsas de Dios. CCS. Madrid, 2000.
[7] Lucas 15: 1-2. DROUZY, M. Jesús come con los pecadores. En https://www.seleccionesdeteologia.net/selecciones/llib/vol4/16/016_drouzy.pdf AGUIRRE MONASTERIO, Rafael. La mesa compartida. En https://www.redicces.org.sv/jspui/bitstream/10972/1105/1/RLT-1995-035-B.pdf
[8] SCHYLLEEBECKX, Edward. Los hombres, relato de Dios. Sígueme. Salamanca, 1994.
[9] Tengamos presente la encíclica “Rico en misericordia” (Dives in misericordia), de Juan Pablo II, promulgada en el adviento de 1980. El Papa Wojtyla hace un completísimo recorrido por la comprensión bíblica del ser de Dios, ejercido desde la misericordia, fuerza que reconfigura al ser humano. El empeño del Padre no es condenar y castigar de modo implacable, lo suyo es rehacer al ser humano, abatido por el ejercicio erróneo de su libertad.
[10] Génesis 1: 26
[11] Lucas 15: 11-14;17-18
[12] Lucas 15: 25-27; 29-30
[13] RINCÓN CASTRO, Marcela del Pilar. Volver a casa: hermenéutica de la propia vida desde Lucas 15: 11-32. Trabajo de grado para optar al título de Magister en Teología. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Teología. Bogotá, 2020. NOWEN, Henry. El regreso del hijo pródigo: meditación ante un cuadro de Rembrandt. PPC. Madrid, 2004. RUPNIK, Marko Ivan. Lo abrazó y lo besó: Lectio Divina sobre la parábola del padre misericordioso. Biblioteca de Autores Cristianos BAC. Madrid, 2016.
[14] GONZÁLEZ FAUS, José Ignacio. Proyecto de hermano : visión creyente del hombre. Sal Terrae. Santander, 1992. ALFARO, Juan. De la cuestión del hombre a la cuestión de Dios. Sígueme. Salamanca, 1988. MOLTMANN ,Jürgen. El hombre: antropología cristiana en los conflictos del presente. Sígueme. Salamanca, 1985.